Portada del libro. |
LATERZA RIVAROLA, Gustavo
Bestiario, retratos y relatos coloniales (De los portentosos hechos de la conquista de América meridional, según testimonios, crónicas y reflexiones originales, literalmente transcriptos con exordios alusivos), (publicación realizada con el apoyo del) Fondec, Asunción, 2014. En venta en Servilibro (Pabellón “Serafina Dávalos” / 25 de Mayo y México – Plaza Uruguaya / 021 451105 y 0981 415615 / www.servilibro.com.py / servilibro@gmail.com) y las buenas librerías del país.
La crítica bibliográfica completa, de algo más de dos decenas de cuartillas, la encontrarán en: http://paraguaymundo.com/cronicas-laterzo-rivaroliana-proponen-nuevos-campos-de-estudios-historiograficos/. Aquí, abajo, apenas unos párrafos iniciales, que esperan volverlos adictos! ¡Feliz domingo en familia! Adelante, pues:
“Esta obra tan peculiar, no resulta fácil de ubicar entre los géneros literarios, en sentido amplio. Esto sin hablar aquí de taxonomía o clasificación biológica, y se presume que lo es no solo para el aprendiz de crítico bibliográfico que también aspira a ser este perpetrador de sitios en la web…
“Pero intentemos la reseña. No solo gracias a su título, esta obra novedosa –entre todos quienes somos partícipes, y con grado diferenciado de vocación hereditaria, del descubrimiento, conquista y colonia regionales– invita al lector acostumbrado a asombrarse de la magia eterna del papel impreso, que sobrevivió a todas las catástrofes acaecidas desde su descubrimiento. Algo que dudamos ocurra con los ingenios llamados eBook, si llegara a desatarse planetariamente lo que los especialistas en armas nucleares de destrucción masiva denominan pulso electromagnético.
La lectura de Bestiario, retratos y relatos coloniales, una vez iniciada, en la púdica página cinco de la cautelosa introducción de su autor –un navegante experimentado y por ello jamás náufrago en las procelosas aguas que desatan aquí las contadas saludables irreverencias de quienes se ingenian para decir lo que les place, brotando incontenible por sus poros la inconoclasia engendradora de tantas duras reacciones inquisitoriales– nos hace avanzar de manera apresurada y sin solución de continuidad hasta la página quinientos cuarenta y cinco, que cierra el libro con la correspondiente y bien anotada sección bibliográfica.
En cualquier parte del mundo con hábitos más cultivados de la cultura del libro, propios de sociedades con muy bajo grado de autocensura, la última publicación del esmerado compilador que también es Gustavo Laterza Rivarola, que ahora nos ocupa, ya habría suscitado polémicas variadas y resonantes. Como corresponde a páginas escritas por desmesurados y variados autores de diferentes siglos y etapas de una misma larga duración, y que superan en contenido, no pocas veces asfixiantes, a todo lo considerado in-imaginable. La obra ha sido reunida, trozo a trozo, con paciencia de profeta bíblico, gracias al polígrafo zahorí que es Laterza Rivarola, tejedor de ñandutíes de la palabra escrita de los castellanos, la que sería nuestra lengua que iba rumbo a formalizarse quijotescamente, cuando se produjo el estampido todavía audible del proceso histórico de 1492, de resonancias y efectos mundiales.
Estas páginas desopilantes, al par que noquedoras, como los golpes demoledores del Cassius Clay (también Muhammad Ali, 1942, Louisville, Kentucky, Estados Unidos) de sus mejores momentos, y dirigidos de manera certera al mentón y cuerpo de sucesivos cada vez más durísimos adversarios, retados o retadores. En el caso que comentamos, a fuer de crítica bibliográfica, y con blanco en el corazón de la historiografía formolizada, en cualquier otra realidad de nuestra tan declarativa fraternidad regional, se reitera, ya antes de ser presentada la obra estaría alimentando el debate ciudadano, para el enriquecimiento de detractores y seguidores de Gustavo Laterza Rivarola.
Las discusiones eruditas se canalizarían a través de cadenas multimedia, aulas universitarias y de consabidos cenáculos, con la inevitable participación colérica de previsibles logias de intelectuales. Estos, por regla con muy pocas excepciones, todos se autodesignan dioses de la cultura y en calidad de tales están enfrentados a mordiscos y arañazos por rencores y envidias ancestrales. De las miserias carece cada bando en guerra, según sus propios componentes. Sin excepción, los vulgares patoteros siempre son los desaforados otros. Los trogloditas son ellos, los demás, desde luego. No nosotros, pues somos civilizados, cultos, inteligentes y democráticos…
Todo aquello que nos conmueve y que es polémico, cuando está inundado de argumentos, ideas y razonamientos, jamás tiene perdedores ni derrotados. Solo la edición de libros sin ondas expansivas, dada la cultura del silenciamiento que predomina en nuestro autoritarismo de muy larga tradición histórica, nos empobrece sin excepción. Y también por eso esta recién iniciada cruzada de paraguaymundo.com, pequeño medio de prensa digital, una trinchera más destinada a impedir que los libros de nuestra heroica y pujante industria editorial perezcan víctimas de luctuosos silencios y/o amordazamientos.
Por allá, lejos, urbi et orbi, el actual ocupante del trono de Pedro, nos recomendó a todos, creyentes y no, a “hacer líos”. En fin ruido, sonidos. Desafinando o con la maestría de las grandes bandas y orquestas sinfónicas. Pero siempre debemos hablar y jamás silenciarnos. Si argumentamos bien y de manera razonada, mejor.
En el caso paraguayo, incluso el hablar mal y sin razón alguna, de una obra que ya puebla escaparates, aunque embalsamada por la incuria que también es agobio infame, pide a gritos inaudibles su pública repercusión e inmediato traslado a bibliotecas públicas o privadas, las que restan, por cierto. A causa de ello, incluso el comentario crítico de tinte patológico, el del inmemorial ébola de la envidia, también debería ser agradecido por autores y editoriales.
Lo peor que puede pasarle a un intelectual y creador que escribe y publica en las casas editoras, sobre todo en las locales, no es la ojeriza ad hominem de algún pretenso sumo pontífice de la crítica bibliográfica, en lo escaso que de esta todavía sobrevive aquí. Hasta la animadversión personal al autor debe serle reconocida al “estimado” agresor, y no por masoquistas, pues como dice la letra de un hoy olvidado bolero, odio quiero más que indiferencia… Por cierto, no se postula el avivamiento de pasiones o discordias. Preferimos el fundamental y ciudadano debate, también en el terreno del papel impreso, o del libro digital, esto último si es que ya no hay más remedio…
JLSG
Asunción, a 22 de diciembre de 2014
0 comentarios:
Publicar un comentario