LA SANGRIENTA VICTORIA DE BOQUERÓN, EL PRIMER Y DECISIVO TRIUNFO ESTRATÉGICO DE NUESTRAS ARMAS FUE LA DURÍSIMA FORJA DEL EJÉRCITO PARAGUAYO DE LA GUERRA DEL CHACO, Y ENFRENTÓ UNA HEROICA Y ADMIRABLE DEFENSA BOLIVIANA
La Batalla de Boquerón (setiembre 11-29 de 1932) es una muy valiosa fuente de sabiduría histórica que siempre debemos honrar, sin incurrir en vicios militaristas y tampoco chovinistas y xenófobos, como uno de los fuegos sagrados de nuestro proceso histórico, el de la constitución en los Campos de Marte del Ejército Paraguayo de la Epopeya Victoriosa del Chaco (dignísimo descendiente de la heroica en grado sumo nación en armas de la hecatombe que casi exterminara a nuestros ancestros y que derrotara militarmente como era previsible, al Ejército del Paraguay de la república despótica, el de 1864-1870, en la Guerra Guasú o Grande), otra vez, y en menos de un siglo, de nuevo toda la nación en armas, en los frentes de batalla y en la retaguardia.
El conflicto bélico desatado por la hermana y fronteriza Bolivia, produjo innumerables héroes anónimos, nuestros humildes y gloriosos soldados, en su inmensa mayoría campesinos, pasando por una joven oficialidad profesional y de la reserva, y también por jefes y oficiales subalternos y superiores, hasta llegar al comandante en Jefe en el teatro de operaciones, el joven teniente coronel José Félix Estigarribia (sucesivamente después coronel y general de Brigada, División y Ejército por méritos de guerra, y por último el segundo Mariscal de la historia patria, a raíz de su trágica muerte en un accidente de aviación en 1940, luctuoso acontecimiento que hace poco fuera conmemorado en este sitio de la web, y con gran repercusión entre sus asiduos visitantes), y al comandante en Jefe constitucional, el insigne estadista que fuera el presidente Eusebio Ayala, del gobierno de la Victoria de 1932 (unido umbilicalmente a las anteriores y sucesivas administraciones de los presidentes Eligio Ayala [1922-1924] y José P. Guggiari [1924-1928].
El presidente Ayala fue interrumpido en su mando presidencial, poco antes de fenecer su periodo, por el movimiento revolucionario del 17 de febrero de 1936, el dramático inicio de lo que sería una muy conflictiva posguerra del Chaco, que culminará en su primera parte en la tragedia de la guerra civil de 1947 (también terrible episodio nacional, que jamás debemos repetir), la apertura del ciclo de la inestabilidad de los gobiernos colorados y autoritarios, hasta 1954, cuando se inaugura la era del autoritarismo contemporáneo, entre ese año fatídico, y la promesa de la apertura de 1989, desaprovechada esta por la lamentable politiquería partidocrática y por la de los aventurerismos extrapartidocráticos, pero siempre con el trasfondo de las rastreras ambiciones nefastas y nefandas de los actores partidarios, tradicionales y nuevos, que tanto mal le hicieran y hacen a la Patria paraguaya Humanidad.
La Batalla de Boquerón nos enseñó a los paraguayos que no somos los únicos combatientes heroicos de la historia. El teniente coronel Manuel Marzana, seguramente el mayor de los héroes bolivianos en la Guerra del Chaco, tan a la altura de los nuestros, que nos costara superarlos, al frente de los “bravos” (Zook, ‘dixit’) de su destacamento, según lo permiten los códigos militares, después del durísimo asedio de tres semanas de bombardeos y ataques por nuestras armas, y cuando continuar resistiendo era ya un acto inhumano, optó por levantar las banderas blancas para evitar que sus hombres fuesen exterminados por los nuestros. ¡A tal señor comandante boliviano, y a sus hombres, todos, el honor de sus camaradas enemigos de entonces, nuestras tropas, las que al ingresar al infierno de su fortificada posición, cambiaron de inmediato su ardor bélico, por la clemencia del enemigo admirando el coraje solo superado por los nuestros, que de inmediato se dedicaron a auxiliarlos, como correspondía, como se lee más abajo, en el ejemplar texto del historiador militar norteamericano, David Zook!
La batalla de Boquerón también nos enseñó a los paraguayos, entre varias lecciones más:
i) la correcta decisión de Estigarribia de no esperar a los bolivianos en la ribera del río epónimo, el criterio prevaleciente del alto mando nacional y a iniciar lo que sería la guerra de movimientos, con relativamente breves etapas de maniobras de posiciones;
ii) la guerra desatada por los bolivianos y contratacada por nuestras armas fue la última “limpia” de la historia, con muertos, heridos, desaparecidos y prisioneros, pero en la que se cumplió escrupulosamente con el derecho de la guerra, pues ambos enemigos no tuvieron campos de exterminio para los adversarios;
iii) la correcta decisión del presidente Ayala al haber designado como comandante en Jefe en el teatro de operaciones a Estigarribia, y de haberlo mantenido en su comando estratégico de principio al fin de la guerra, manteniendo ambos una relación de recíproco respeto y de subordinación del mando militar al mando constitucional político-estratégico, que desde la retaguardia abastecía la logística de nuestras fuerzas a la par que sostenía un desigual combate diplomático internacional, con las capacidades unidas de la nación paraguaya;
iv) la importancia de la identidad y unión nacional que fue una base inconmovible que permitió multiplicar nuestras fuerzas; y
v) la generalmente correcta aplicación de las leyes y principios de la ciencia y el arte de la guerra en nuestro Ejército Paraguayo, lo que no significa que no hubieran existido errores, si bien que en todos los niveles de su conducción en los campos de batalla predominaron los aciertos y el acendrado y sano patriotismo, el de la Nación paraguaya convertida en un solo puño, con la única excepción de los comunistas surgidos en el Paraguay, quienes jamás superarían, incluso hasta el presente, el estigma de haber sido traidores en los momentos cruciales de la defensa de la Patria.
Pero dejemos la palabra al distinguido militar e historiador norteamericano, David Zook, para que comparta con nosotros sus conocimientos acerca de la tan apropiada conducción paraguaya en la Guerra del Chaco, que superó a sus defectos y por eso la victoria, la que no pocos “historietadores” de la politiquería, desde la inmediata posguerra, tratarían de convertir en la antipatriótica historia negra de la “indefensión” del Paraguay para tan dramática coyuntura. Veamos:
Fuente: David H. Zook, Jr., La conducción de la guerra del Chaco, Biblioteca Paraguaya El Lector-El Lector, Asunción, 1997 (de esta edición), que incluye una nota del traductor, el intelectual compatriota doctor Pablo Max Ynsfrán, destacado intelectual paraguayo y colaborador del efímero gobierno de Estigarribia (1939-1940) y amigo suyo, y catedrático universitario en los EUA; un reconocimiento del autor a sucesivas ediciones de su libro en el continente; y el prólogo del hispanista norteamericano Charles W. Arnade, de la University of Florida. En las páginas 101-103, textualmente escribe Zook:
“[…] El Paraguay tuvo 1513 bajas en Boquerón, y más los enfermos, evacuados y los desaparecidos, probablemente el total excedió de 2000. Sus divisiones Primera y Segunda quedaban ahora solo con 3390 hombres, menos de la mitad de las tropas que con tanto alborozo iniciaron la batalla. Pero lo refuerzos acrecentaron en realidad la fuerza total en Boquerón, que era de 8390 hacia el 26 de setiembre. En la primera acometida, las tropas avanzaron tras una preparación de artillería (24 cañones y 11 morteros), y con sorpresa, fueron recibidas por un fuego enemigo que no decreció, principalmente porque el cañoneo no había sido concentrado. El nudo se estrechó hasta los 50 metros, pero Boquerón se sostuvo y aún recuperó algunas posiciones perdidas en un contraataque nocturno. Aunque la infantería paraguaya comenzó a murmurar contra los estériles ataques frontales, esta táctica continuó por dos días; los valientes defensores continuaron insumisos.
“El 27 de setiembre se reunió en Muñoz un consejo de generales (bolivianos: Nota del Editor), al que asistieron Osorio, Quintanilla, Julio Sanjinés (Comandante General de Etapas) y los ex presidentes generales Montes y Blanco Galindo. Con grandioso aparato resolvió el consejo retener Boquerón por diez días más, empleando dos trimotores Junker para aprovisionamiento, desde el aire, a fin de ganar tiempo y ver si una solución diplomática dejaba el fortín en manos de Bolivia. Entretanto, se concentrarían en Arce tropas frescas, para emplearlas en la ruptura del cerco. Desde un avión, Montes y Osorio arrojaron esta resolución a los sitiados el 28 de setiembre –noble pero vacío gesto del anciano y respetado Montes.
“A la mañana siguiente los paraguayos se prepararon a reanudar el ataque, pero la noche anterior los bravos bolivianos de Marzana habían resuelto capitular. Brotaron banderas blancas en todo el perímetro. Los soldados paraguayos cruzaron ferozmente la tierra de nadie tan sólo para extender sus manos en un saludo fraternal, cuando vieron las demacradas y doloridas figuras que ocupaban las trincheras. Ofrecieron a los vencidos sus víveres y botiquines, y todos por igual fraternizaron jubilosamente, festejando la terminación de la sangrienta batalla de Boquerón. ¡El teniente coronel Marzana se rindió con solamente 240 hombres en pie!
“Boquerón, la primera batalla decisiva de la guerra del Chaco, dio al Paraguay una enorme ventaja psicológica. La derrota de aproximadamente 4000 bolivianos por el doble de los paraguayos, demostraba que el Paraguay, mediante su superioridad numérica y de elementos, obtenía el dominio completo de la campaña. Su ejército, pobremente adiestrado pero mejor equipado y con una potencia de fuego tres veces mayor, derrotó a la crema de las fuerzas de Bolivia, y en el curso de esta experiencia, los inexpertos muchachos campesinos de un principio, se transformaron en duros veteranos. Sus morteros Stokes-Brandt fueron la sorpresa de la batalla –arma tácticamente decisiva– en tanto que las ametralladoras livianas resultaron excelentes con su potencia de fuego en los matorrales. Una fuerte corriente de optimismo sacudió al Paraguay, y reemplazó a la previa resignación heroica de luchar hasta el último reducto defensivo. E inversamente, la moral boliviana quedó destrozada con la comprobación de que ‘la más miserable de las republiquetas de Su América’ acababa de ganar la primera batalla y traía al teatro de la lucha fuerzas poderosas y dominantes. Como observó en cierta ocasión el mariscal Rommel, con motivo de un caso análogo: ‘Desde el punto de vista psicológico, es de lo más infortunado que la primera batalla de una guerra termine en tan desastrosa derrota, especialmente cuando le precedieron tan grandiosas predicciones. Es sumamente difícil que nunca vuelva a restaurarse la moral de los hombres’.
“Hasta el 23 de setiembre, Marzana pudo haber evitado seguir un día más en la batalla, pero Boquerón se sostuvo por dos razones. Para el gobierno, era una responsabilidad política; para el ej´rcito, una base adelantada esencial, dentro del programa de salir al río Paraguay. El papel militar asignado a Boquerón consistía en apoyar la política del gobierno. El prestigio político y militar del país estaba profundamente comprometido. Empleando un ejército macizamente superior, Estigarribia atrajo a ‘todas las fuerzas bolivianas destinadas… a las maniobras estratégicas de la invasión liquidándolas sucesivamente’, y obligó a los bolivianos a quedar en una defensiva total, táctica y estratégica.
“En sus efectivos, Bolivia sufrió pérdidas cuyo número se aproximaba a 2000, con inclusión de los prisioneros. Por ser más reducido su ejército en campaña, estas pérdidas superaban relativamente a las paraguayas, y era mucho más difícil reemplazarlas rápidamente. Con todo, a principios de octubre, los dos países tenían fuerzas totales que llegaban a unos 20000 hombres por cada uno, pero con una diferencia vital en su despliegue. En el teatro principal Bolivia contaba con unos 5500, más 2000 que estaban en camino, en tanto que el Paraguay disponía de 12.000. […]”.
Datos biográficos del autor: “David H. Zook, Jr., nació en el Estado de Ohio el 22 de enero de 1930. Cursó sus estudios profesionales y de perfeccionamiento en diversas instituciones académicas de la Fuerza Aérea de los EUA (USAF, según las siglas en inglés), y prestó servicios en su arma y especialidad (guerra psicológica durante sucesivamente en la Guerra de Corea (1951-1952), en el Lejano Oriente, en Japón y en el Pacífico, y se formó como historiador militar en prestigiosas universidades de su país y de América del Sur: Bachiller en Artes, Universidad de Wittenenberg; Maestro en Artes, Universidad del Estado de Ohio; donde también curso el doctorado y defendió su tesis de Ph. D., exitosamente, en 1959. Sus estudios postdoctorales los realizó en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (Lima, Perú) y después en El Colegio de México (México, DF), ambas prestigiosas universidades latinoamericanas. Fruto de su dedicación fueron varios artículos académicos y libros sobre la Guerra del Chaco y el conductor estratégico militar paraguayo, el por él admirado general José Félix Estigarribia. Fue miembro de numerosas instituciones académicas y científicas de sus intereses cognitivos: American Military Institute, American Historical Association, Conference on Latin American History, Association for Latin American Studies y Airpower Historical Association. También fue Catedrático Asociado de Historia Militar en la Academia de la USAF, Colorado Springs, Colorado, EUA (información resumida de la “Nota del Traductor” de la obra, el doctor Ynsfran).
Fuentes de fotos y gráficos: materiales bajados de Google Imágenes.
Arriba, de izquierda a derecha:
Foto 1: Grupo de servidores de una ametralladora antiaérea boliviana, arma que el Paraguay solo tenía en las cañoneras Paraguay y Humaitá. El ejército paraguayo enseñó al boliviano la novedad del excelente mortero táctico Stokes brand, de 81mm., adquiridos en Francia, entre otras armas modernas, tan “desarmado” que estuvo el Paraguay…
Fuente: www.lajaula.com.py
Foto 2: En uno de sus humildes PC del Chaco, donde estuvo desde el inicio y hasta el final de la guerra, sin abandonar el teatro de operaciones, el entonces teniente coronel J. F. Estigarribia, y su jefe de Estado Mayor, el mayor Manuel Garay, durante la batalla de Boquerón. Fuente: www.aquellasarmasdeguerra.
Foto 3: Teniente coronel Manuel Marzana, experto en fortificaciones de la IGM, fue el heroico jefe de los héroes bolivianos en Boquerón. Fuente: www.lapatriaenlínea.com
Centro, de izquierda a derecha:
Foto 4: Oficial paraguayo a cargo de ametralladoras pesadas, marca Colt, calibre 7.65, de fabricación norteamericana. Fuente: http://www.franjeado.com/
Foto 5: Monumento erigido a los héroes y mártires de la Batalla de Boquerón, del escultor nacional Hermann Guggiari, en el sitio de los combates. Fuente:
Foto 5: Monumento erigido a los héroes y mártires de la Batalla de Boquerón, del escultor nacional Hermann Guggiari, en el sitio de los combates. Fuente: www.paraguaymipais.com.ar
Foto 6: El pueblo-soldado del Paraguay en el Chaco, el modelo de la escultura de Hermann Guggiari: http://
Abajo, de izquierda a derecha:
Foto 7: Teatro de operaciones batalla de Boquerón y alrededores: http://es.wikipedia.org/
Foto 8: Emboscada al mayor boliviano Lairana. Rojo: fuerzas bolivianas. Azul: fuerzas paraguayas. Fuente: http://es.wikipedia.org/
Foto 9: Bloqueo de Peñaranda. Rojo: fuerzas bolivianas. Azul: fuerzas paraguayas. Fuente: http://es.wikipedia.org/
JLSG
Asunción, 29 de setiembre de 2014
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