jueves, 2 de octubre de 2014

LA GLORIA INCOMPLETA DEL GENERAL JOSÉ E. DÍAZ, VENCEDOR Y COMANDANTE DE NUESTRO HEROICO EJÉRCITO NACIONAL EN CURUPAYTY



OTRA GRAVE VIOLACIÓN POR EL MARISCAL LÓPEZ DE LA CIENCIA Y ARTE DE LA GUERRA

La Batalla de Curupayty fue librada el 22 de setiembre de 1866 y decidida ese mismo día como victoria incompleta para las armas paraguayas, resultado de (i) la combinación apropiada de un jefe valeroso hasta el extremo y comandante real, eficiente, respetado y adorado por sus tropas, el respetable general y conductor combatiente, José Eduvigis Díaz; (ii) los graves errores del enemigo aprovechadas con excepcional capacidad por Díaz; (iii) su tan cuidadosa capacidad para fortalecer la posición defensiva con especialistas extranjeros; y (iv) la superioridad moral del ejército-nación paraguayos frente a los ejércitos enemigos coaligados, superiores en número, armas, capacidades estratégicas y potencial de poder, pero sin la cohesión e identidad que solo pueden dar el Ejército nacional, uno de los principales aportes del Napoleón estratego a la guerra moderna.

La victoria paraguaya fue incompleta pues no hubo contraataque inmediato para destruir al enemigo, y tampoco derivaciones posteriores en tal sentido, como era imperioso y posible llevar a cabo, según explica el único estudioso crítico de nuestra “Guerra Guasú”, 1864-1870, desde la ciencia y arte de la guerra, al señalar de manera correcta que se desaprovechó esa oportunidad “en dirección Paso Pucú-Jataity Kora-Tuyutî y Sauce-Paso Gómez-Tujutî”, porque el mariscal Francisco Solano López, a buen recaudo en su campamento seguro de Paso Puku, contando con una todavía reserva estratégica de fuerzas, no le dio la venia y posibilidad al general Díaz.

Si López no encabezó tales operaciones como correspondía, incluso el mando de combate en Curupayty, Díaz carente de autonomía propia, como le correspondía por su mando estratégico, no tuvo más remedio que aceptar las órdenes incompletas e incorrectas de su comandante en Jefe, López, quien así volvió a demostrar en Curupayty su incompetencia estratégica, al no respetar las leyes de la ciencia de la guerra, y tampoco los principios de su arte, como lo haría hasta el 1 de marzo. El coronel Delgado lo dice en su libro.

La inferencia lógico-histórica de esto es que López no dispuso el contraataque porque él, personalmente, no iba a comandar a sus ejércitos (el general Bartolomé Mitre, el comandante en Jefe argentino, resignó su presidencia para estar al frente de sus tropas, hasta 1868), pues siempre permaneció en la retaguardia (excepto, y por casualidad, en Itá Ybaté) en la “Guerra del Setenta”, y estaba lejos de él haberle brindado los laureles del triunfador en jefe al general Díaz, pues con la culminación ofensiva de esa batalla defensiva los enemigos de entonces del Paraguay habrían sido vencidos por Díaz, un subordinado, y no por el autocrático López.

Para esta entrega, excepto, la introducción que ahora termina, reproducimos textualmente páginas del tan documentado y crítico libro del Cnel. (SR) Teodoro Ramón Delgado, “La conducción del Ejército paraguayo en la guerra contra la Triple Alianza”, Intercontinental Editora, Asunción, 2014 (primera edición en este fondo editorial; la primera edición de esta obra fue presentada en 2012, por Marben Editora Gráfica, también de Asunción), Capítulo XIV, Batalla de Curupayty (pp. 280-288), Análisis crítico (pp. 287-288). Los materiales gráficos están acompañados de las referencias de sus respectivas fuentes.

“[…] La defensa del estratégico lugar (las líneas defensivas de Curupayty) ha sido convertida en inexpungable por Díaz con el eficaz asesoramiento de los ingenieros Thompson y Morgenstein. Con ejemplar eficacia y tesón, y favorecido por la demora de los aliados en empezar el ataque, Díaz pudo acabar a tiempo las trincheras. La intensificación de los trabajos empezó al día siguiente de la conferencia de Jatity Kora, vale decir, que la preparó solo en diez días; pero con sumo cuidado y atención diligente. Disponía de 5.000 hombres listos para morir con él sin dudar un instante, agregados en seis Batallones de Infantería bajo el mando del teniente coronel Luis Antonio González, tres Regimientos de Caballería, a pie la mayoría, bajo el mando del capitán de Caballería Bernardino Caballero, y cinco baterías de artillería de diez piezas cada una bajo la dirección de José Ma. Bruguéz.

“Las baterías fueron colocadas de la manera siguiente: dos baterías (32 cañones) sobre el río al mando del capitán Domingo A. Ortíz y del mayor Albertano Zayas. Este eficiente oficial de artillería a solicitud de Díaz fue liberado de la prisión en que se hallaba para cooperar en la defensa. El resto de las baterías (58 piezas) fueron ubicadas a lo largo de la trinchera bajo la conducción del mayor Pedro Hermosa y los capitanes Pedro V. Gill y Adolfo Saguier. Todos estos oficiales de artillería recibieron instrucción de una misión militar brasilera durante el gobierno de Carlos Antonio López.[…], (p. 283)”.

(Nota del Editor: el gobernante autoritario que fuera don Carlos, y no se debe ocultar esto, como hacen tantos “historietadores”, en cuanto a la defensa de la soberanía e intereses nacionales no solo superó a Francia, practicando una diplomacia nacional enérgica pero a la vez muy hábil en términos de apertura al exterior, con su obra de gobierno, en las relaciones internacionales, privilegiando la pluma antes que la espada, lo que sería desechado por el joven presidente y mariscal López, su sucesor (1862-1870), con tan lamentables consecuencias para la Patria paraguaya Humanidad.)

Pero regresomos al texto del coronel Delgado: “[…] La caída de Curupayty hubiera tenido consecuencia aún más desastrosa que Tuyutî, pues los aliados podrían haber avanzado directamente hacia Humaitá, distante cinco kilómetros, colocándose a retaguardia del principal frente defensivo del ejército paraguayo y ponerle a Solano López en situación tal que forzosamente debía aceptar la voluntad de los aliados o buscar un camino por donde salir del cerco y escapar.

“El fracaso aliado se puede atribuir al tiempo perdido en la disputa por la conducción de la operación, lo que absorbió la atención de los generales aliados en vez de centrar sus preocupaciones en obtener informaciones del enemigo y del terreno, preparar vías de acceso por donde envolver el flanco izquierdo de los defensores, y especialmente, que la artillería de la escuadra de Tamandaré afine la puntería de sus cañones. La falta capital en el ataque fue avanzar por un estrecho espacio conformado por el río Paraguay y el impenetrable bosque de Sauce. Es temerario empeñar importante fuerza en un lugar en donde no se puede maniobrar por los flancos con la caballería. La decisión de atacar Curupayty se tomó confiado en el almirante Tamandaré que ofreció la más eficaz cooperación de la flota de guerra bajo su mando, prometiendo formalmente: ‘inutilizar la artillería paraguaya y destrozar la trinchera en sólo dos horas’ para evitar bajas excesivas a los atacantes. Mitre, Polydoro da Fonseca y el vizconde de Porto Alegre confiaron en la promesa del infatuado almirante.

“Después de cinco horas de fuego de la poderosa artillería de la escuadra brasilera, Tamandaré dio la señal para que la infantería del ejército aliado se lanzara a la muerte sin cumplir con la tarea que él mismo había asumido. Los generales aliados dirigieron acerba crítica al Almirante y serios reclamos elevaron al Emperador del Brasil, quien lo destituyó poco después.

“Al iniciar el ejército aliado la retirada, el trompeta del luqueño Cándido Silva [1], a quien nadie le aventaja en el arte de inflamar a las tropas paraguayas con los marciales acentos de su trompeta, anuncia la fulgurante victoria. Este resultado obtenido con medios menos fuertes y la pérdida insignificante de hombres, es uno de los rasgos más maravillosos que ofrece el arte de la guerra. Aunque las bajas paraguayas apenas alcanzaron 250 hombres, era un precio que se paga en vidas humanas, pues no hay victoria sin muertes gloriosas.

‘¿Por qué no se realizó la persecución?’. Esta es una función propia de la caballería. Díaz había distribuido todos sus hombres y López no le proveyó de unidades adicionales. Es decir, no contaba con reserva apropiada para ella. Además, suponiendo que contase con una reserva, el terreno, la falta de espacio para maniobrar, la artillería enemiga y los 17 batallones de reserva que Mitre mantenía en sus manos, hubieran causados estragos a cualquier fuerza de persecución, es más, hubiera convertido un brillante triunfo en otra penosa derrota como lo fue Estero Bellaco.

“Díaz había rechazado el ataque aliado, pero no lo había batido totalmente, porque el desastre que le había infligido estaba lejos de ponerle definitivamente fuera de combate. No obstante, las cosas no debían quedar así; era necesario aún dar un golpe decisivo, y esto consistía en atacar Tuyutî con la reserva de 8.000 hombres que López mantenía en Paso Puku. Considerando las cosas desde el punto de vista táctico y teniendo en cuenta la resonante victoria de Díaz, puede afirmarse que Solano López dejó escapar entonces la mejor ocasión que jamás se le volvió a presentar, hacer tambalear al ejército aliado. Después de Curupayty, inmediatamente hubiera llevado un violento ataque, con el lema de ‘vencer o morir’, en dirección Paso Pucú-Jataity Kora-Tuyutî y Sauce-Paso Gómez-Tujutî, con una fuerza conformada por los 8 batallones y 4 regimientos (8.000 hombres) que disponía en Paso Puku, reforzado con 5.000 hombres por lo menos que podía retirar, sin debilitar demasiado la defensa, de las trincheras de Sauce, Angulo y Espinillo. Esto da un total de 13.000 hombres que el señor Mariscal podía haber empleado. Era natural que después de un gran éxito defensivo y haber capturado un enorme botín, tratara de aprovechar la buena racha. Es más, justamente el fin de la defensa es eso: ‘esperar una oportunidad para lanzarse al ataque’. Solano López pudo obtener buenos resultados si tenía la idoneidad para realizar la combinación de la defensa de Curupayty con un ataque a Tuyutî, pero no se movió. Por tanto, dejó de explotar el profundo desaliento que reinaba en el campo enemigo […]”.

[1] Gilberto Ruiz Carballo, “Cien héroes luqueños”, Pág. 81: Cándido Silva nació en Luque, compañía Laurelty, anteriormente conocida por Loma Campamento.

Fuentes de fotos y croquis de dispositivos de fuerzas, bajadas de Google 

Arriba, gráfico número 1: “Asalto de la cuarta columna (argentina) a Curupayti”. Óleo de uno de los grandes pintores argentinos de la Guerra del Paraguay, Cándido López, quien estuvo en los campos de batalla: www.fdra.blogspot.com731.
Abajo, izquierda, croquis, número 2: “Batalla de Curupayti”, Guerra del Paraguay: www.lagazeta.com.ar.
Abajo, derecha, gráfico número 3: Escena del Combate de Paso de Patria, del 2 de Mayo de 1866, acuarela de José Ignacio Garmendia, Museo Saavedra, Buenos Aires. Utilizada como afiche de la obra dramática de Julia Molina: “Curupayty: El mapa no es un territorio”, presentada años atrás por la Embajada Argentina (www.embajada-argentina.org.py), en el marco de unas reflexiones binacionales sobre la Guerra de la Triple Alianza.


JSLG
Asunción,  a 28 de setiembre de 2014

0 comentarios: