Esta grave cuestión binacional y subregional pone en evidencia el desgobierno interno-externo de la anti Argentina que es el régimen corrupto, expoliador y tenebroso de los Kirchner-castrochavistas. Esto a su vez enmarcado en una muy peligrosa combinación de “justicialismo y bolivarianismo”, manejada por La Habana del genocida Fidel Castro, con la complicidad del Planalto/Brasilia, el de la “emperatriz” petista Dilma Rousseff, y la participación subordinada y traicionera del anti Uruguay, el del siempre tupamaresco José Mujica del ¿Frente Amplio?, todos enemigos de sus pueblos y del Paraguay.
El régimen mafioso-autoritario de CFK, con acentuados rasgos neototalitarios y de dictaduras de “mayorías” prefabricadas con fondos públicos y del crimen organizado y transnacionalizado, sumió a la República y Nación argentinas en la más grave crisis (a la vez interna y externa) de su historia, lo que también pone en peligro el delicado y tan débil equilibrio subregional en el Plata, algo que podría desembocar en crisis encadenadas entre nuestros países, en las que una vez más serán los pueblos quienes paguen las irresponsabilidades de sus caviarnícolas desgobernantes, todos sin excepción deglutidores de caviar y cavernícolas ideológicos.
Entre numerosos ejemplos más eso está evidenciado en la cuestión de Yacyretá, por el rapiñaje e intervencionismo neocolonialistas y con visos neoimperialistas que constituyen la extorsión usuraria, sobre todo, pero no únicamente, del régimen nefasto y nefando de CFK en Argentina. Esta sobresale en la cada vez más trágica historia de la Casa Rosada en Buenos Aires, debido a su manejo arbitrario y corrupto de las delicadas cuestiones bilaterales con el Paraguay (amenazada por una cristinista “ley del mabareté” o prepotencia del poder, mezclada con geopolítica ideológica “bolivariana”), país al que insulta y desprecia de pensamientos, palabras y obras, y al que en vano pretende someter.
Esto, desde luego, a pesar de contar con el apoyo de traidores a la Patria paraguaya Humanidad, de variados colores politiquero-ideológicos y partidocráticos y movimentistas, y que involucra a sucesivos desgobiernos locales pos 1989 ( algo de Rodríguez, y mucho de Wasmosy, González Machi, NDF, Lugo y Franco, e incluso de Cartes, hasta ahora, al menos, pues oscila entre una manifiesta tibieza para defender al Paraguay y una cancillería que tiene su mejor mal ejemplo en el “embajador” Duarte Frutos, el del Palacio San Martín haciendo labor de zapa en nuestro frente interno, algo que maniata al Palacio de López con el antipatriótico consentimiento de su actual inquilino de pésimos resultados en el primer año de su antiquísimo “nuevo rumbo”), unidos todos por la común ambición de más riquezas, incluso sin haberles importado a cada uno que ello fuera a costa de los inembargables e imprescriptibles intereses nacionales.
El régimen de CFK que se encuentra de “salida a patadas”, oprobioso, delirante e irresponsable en grado sumo en lo interno y en lo externo agresivo como ningún otro opresor de los argentinos, desde los tiempos del sanguinario dictador Juan Manuel de Rosas (gobernador autocrático de Buenos Aires: 1829-1932 y 1835-1852). Este supo ser contenido, neutralizado y vencido por ese karaí guasú (gran señor) del “Paraguay y el Paraguayo Independiente”, que fuera en lo externo, el autoritario y patrimonialista (en lo interno) don Carlos Antonio López (1841-1862).
Este no necesitó de la “docta” Córdoba ni de su doctor en teología, para defender con habilidad y sano patriotismo (no patrioterismo), y con gran habilidad política y diplomática, evitando la irresponsable soberbia armada de su hijo el presidente y mariscal Francisco Solano López (1862-1870), quien hipotecó la grandeza y valentía sin nombres de nuestra robusta identidad nacional (ahora en crisis de supervivencia), hasta llegar a la hecatombe de la Guerra Grande (1864-1870).
El Paraguay fue el único Estado en formación en las regiones del Plata que no tuvo necesidad de una contienda bélica, como lo hicieran la aspiración a Argentina, el Brasil todavía imperial y el Estado Oriental del Uruguay recién nacido en 1830, como espacio “tapón” entre Río de Janeiro y Buenos Aires. Nuestros vecinos estaban enzarzados entonces, como ahora en sus estúpidos, ahistóricos pero tan letales jueguitos geopolíticos subregionales de poder (¡tan “antiimperialistas” unos y otros!), para constituirse como nación antes que aparato de Estado.
El proceso de formación del pueblo paraguayo, por el contrario, se remonta hasta mediados del siglo XVII, con el inicio de los movimientos comuneros de soberanía del “común o pueblo”, proceso que recién pudo ser vencido a degüello por el imperio colonial español ya cerca de mediados del siglo XVIII. El imperio con sede ultramarina y matritense en esa coyuntura apoyó el poder fáctico en que se había pervertido aquí la Compañía de Jesús, sangriento triunfo de esta sobre los comuneros paraguayos, inicialmente estudiados por ese grande e ilustrado español paraguayizado que fuera el docto doctor y profesor-investigador Viriato Díaz-Pérez. La victoria les duraría poco a los seguidores de Loyola, pues pocas décadas después serían expulsados de todos los dominios de la corona española, incluyendo a los de sus territorios ultramarinos, por Carlos III, un monarca Borbón, quien en 1767 firmara la “Pragmática Sanción”.
En síntesis: sin absurdas fanfarrias belicistas y por medios diplomáticos, y gobernando aquí a objeto de recuperar la identidad y cohesión de la nación paraguaya, es decir, para el bien común, y no para “tecnocrátas” ni plutócratas, el presidente Cartes todavía está a tiempo para que la historia no lo condene como lo hace sin excepción a sus predecesores en el Palacio de López, ¡del que incluso caen sus arañas de poco más de un siglo y después de su ¿restauración? a costos versallescos!
No tiene más que defender el interés nacional en Yacyretá e Itaipú (respectivamente frente a Argentina y Brasil), en lo referente a la libre navegación de los ríos internacionales que nos traba el colonialismo castrochavista, el de Buenos Aires y los politiqueros justicialistas y pat(ri)oteros, los de sus “patrias partidocráticos-sindicaleras”, al igual que los impedimentos arbitrarios ordenados por la Casa Rosada para presionarnos por el lado de nuestro libre comercio y tráfico, y que además nos quiere imponer su peligrosa “nuclearización” de la vecina Formosa, una amenaza que se suma a nuestra crisis ambiental, derivada entre numerosos factores más de la deforestación masiva, los cambios peligrosos en el uso de las tierras, la contaminación con desechos contaminantes no tratados de nuestros cursos de agua y del río epónimo, etc.
Tampoco debe olvidar el presidente Cartes que es continuador de la crisis de nuestras relaciones internacionales, la que padecieran todos los desgobiernos pos 1989, excepto el del general Andrés Rodríguez (1989-1993), el de nuestra reinserción internacional pero que se limitó a los efectos positivos de la apertura política del inmediato pos-stroessnerismo, y que llegara al punto de su máxima abyección antiparaguaya bajo el aventurerismo politiquero del castro chavista Fernando Lugo, pues el “ministerio de RREE” continúa privilegiando a seudo diplomáticos politiqueros y partidocráticos, postergando a sus escasos valores y sin incorporar a nuevos y tampoco institucionalizarse. Es que el Paraguay actual no es una democracia en construcción, sino una apertura en retroceso, apenas un régimen de poderes fácticos enquistados en el aparato de Estado.
Mientras no entendamos esto el Paraguay no podrá lidiar con sus problemas internacionales. En su gran mayoría estos son fruto de la “merco-unarización bolivariana” de las relaciones intra y extraregionales. Pero agravadas por las sucesivas hipotecas político-diplomáticas de tantos desgobiernos, que se inician con el de Rodríguez, y se acentúan después de él y debido al fraude electoral que propiciara en las internas coloradas de 1992, lo que fuera permitido por colorados y “opositores” y también por nuestra indefensa y aún amorfa ciudadanía.
Todo lo cual ayudó al enrarecimiento de la pacífica convivencia interna (hoy amenazada por el narcoterrorista EPP y los riesgos de una “guerra sucia”) y a acentuar las fuerzas de centrifugación de nuestra cada vez más débil identidad nacional, que ahora se profundiza y expande en el marco de la grave crisis del régimen internacional de poder. Este a duras penas se mantiene todavía, como consecuencia de la gravísima crisis económica internacional (que acentúa la inequidad entre pueblos y naciones y al interior de ellas), generada por el descontrolado capitalismo salvaje de los expoliadores y usurarios mercados financieros mundiales.
Tal coyuntura se ve retroalimentada por el caos del debilitado orden mundial, que carece de estadistas y de capas lúcidas de grandes dirigentes en la inmensa mayoría de los países del globo, empezando por las potencias mundiales y por la desorientación de la superpotencia norteamericana, que ha perdido su voluntad de serlo, no para imperar entre las demás naciones, sino para encabezar la búsqueda de un auténtico nuevo orden internacional, como aquí debemos hacerlo también, pero de puertas para adentro, dejando de mentir con lo del “nuevo rumbo”, que no es otra cosa que pésima retórica de los terriblemente pésimos ¿asesores? de Cartes.
(Acerca del tan crítico relacionamiento bilateral paraguayo-argentino, pero equivocadamente centrado solo sobre la cuestión Yacyretá, tratada de manera superficial en el artículo, ver por ejemplo: http://www.abc.com.py/edicion-impresa/notas/hospitales-del-pais-en-crisis-y-desabastecidos-1279032.html).
JLSG
Asunción, a 4 de octubre de 2014
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