lunes, 14 de enero de 2013

Lo que leerán si lo soportan, podría considerarse un ejercicio elemental, y a mi manera, de “El oficio de vivir” (Cesare Pavese), que nos conduce a la necesidad de escribir, variante del existir, y más de uno pensará que esto es un escapismo del grave retroceso de la democracia en la región, por el avance totalitario en CubaZuela, que no lo es, pues no lo olvidamos y tampoco del “escrivivir”

Perpetración de José Luis Simón G.
JLSG, en su mesa de trabajo, escribiendo, una mañana de fines de mayo pasado, cuando
empezaba su aventura en las redes (Fotografía del celular de José A. Valenzuela Fernández)



Como casi siempre ocurre, sobre todo desde los últimos meses, primero publico mis ideas y sentires iniciales en “facebook”, y sueños y recuerdos, y proyectos, obsesiones y fantasmas también, dudas más que certezas, el dolor y el goce cósmico, y las luces y las sombras del existir en la creación que no nos ha amputado el libre albedrío: “sangre, sudor y lágrimas” (Winston Churchill), y el amor, siempre el amor, una y otra vez, todo eso y muchísimo más, destilado de una vida, la propia que nadie conoce realmente, vedada está su esencia incluso para quien les escribe ahora, pues él/yo mismo las más de las veces siempre se/me queda/do apenas en las puertas de su/mi propio ser. 

Por eso son desconocidos sus/mis interiores lluvias torrenciales y selváticas, ventiscas de nieves eternas de altas cumbres, tempestades amenazantes de naufragio en la alta “mar océano”, incontenibles y caudalosos ríos cordilleranos buscando ávidas sus aguas el connubio eterno en los deltas de los cielos-mares, tormentas en las arenas del desierto interminable, lluvias de estrellas fugaces y explosiones solares. Pero no solo eso: el inventario incluye también las auroras boreales, las noches iluminadas de estrellas desde campo abierto, la paz del templo-refugio de Él, el misericordioso, que a veces es el amor humano que nos realiza en el inmenso, eterno y fugaz momento en que dos somos uno, cuerpos y espíritus trasegados cada quien en el otro, pero siendo un-otro, cada uno sintiéndose la unidad-pluralidad seminal de la vida que siempre vence a la muerte, la que no es sino el paso obligado a lo eterno, que nunca debe hacernos olvidar que desde este lado del horizonte no se trata solo de durar (Lucio Anneo Séneca) hasta el nacimiento del verdadero ser, que es la destrucción de la materia, perecible sí en su encarnadura apariencial, desde la cual sentimos el llamado de lo alto y puro...

Como casi siempre ocurre, sobre todo desde los últimos meses, primero publico mis ideas y sentires iniciales en “facebook”, vida que siempre digo son varias pero a la vez solo una, intransferible, semejante a todas (¡humanos somos!) pero exclusivamente mía, algo así como el adn, universal y particular particularísimo en el mismo ser que somos todos, pero con voces, silencios, pulsiones propias como el iris identitario de nuestros ojos, que jamás se repite, y que está en todos, la nueva huella digital que no puede ser alterada, por lo menos hasta ahora.

Como casi siempre ocurre, sobre todo desde los últimos meses, primero publico mis ideas y sentires iniciales en “facebook”, y pretendo que tales perpetraciones se ocupen de todo lo que creo nos interesa, aunque no siempre acierte en dar en el blanco, y lo hago en una especie de boceto o borrador –por lo común escritas a vuela pluma, que es el significado de la expresión latina “calamo currente”, tan sugestiva–. También, aparte de mis páginas en “facebook”, las perpetraciones las comparto en las de los grupos en los que me siento a gusto, aquellas en las que la Patria paraguaya es un lapacho polícromo, florecido en uno solo con los colores de nuestra bandera, que no son muralla para enfrentarnos al mundo exterior, sino abrazo fraterno que se extiende a todos los pueblos, pues ellos no son los agresores totalitarios “bolivarianos”, ¡sus opresores sí lo son! 

Esa/e la-Pa(cho)tria hunde muy profundas sus raíces en esta parte nuestra de la tierra tan nutricia de la Humanidad, y esa/e la-Pa(cho)tria, desde su recio y recto tronco, y de su ramaje abierto y amistoso, del verde esperanzador desde sus hojas limpias y sencillas, es el que defendemos, soberanos e independientes, y lo haremos siempre, sin importar el precio que haya de ser pagado por ello, y para que, quienes se sientan de otras Patrias de la Humanidad, reciban un abrazo fraterno de esa especie de árbol-historia, que no es sino una metáfora de la vida a preservar, la de quienes diferentes nos respetan, porque somos respetables, y también les respetamos, igualmente por serlo ellos. ¡En el defender nuestra vida estamos defendiendo la de todos!

Pues bien, y regresando a lo de los borradores, que primero circulan en las redes, ellos después se auto acrecen, y me impetran primero, para después insólitamente plantear sus exigencias de revisión y cambio, para mejor, claman, sin argumentar, y yo, escriba de mí mismo, les hago caso porque lo que he vuelto a releer me deja la sensación de una piel de zapa o de un sabor áspero, como el del vino de buenas vides que no maduró lo suficiente, o porque el sol de esa vendimia no lo fue a cabalidad, entre tantas posibilidades más, y entonces me esfuerzo, transpiro y paso horas corrigiendo y peleándome con las nuevas gramáticas y diccionarios, hasta que no puedo más, y al final ya sobre la base de la versión primigenia, surge otra, siempre amenazada de ser la penúltima…

Es lo que ha ocurrido con esta versión, corregida y ampliada de la primera reelaboración de lo compartido inicialmente en mis páginas “feisbuqueras”, sobre los poemas amorosos e inéditos de Juan Ramón Jiménez (JRJ), inspirados en su dama y “amada-amante” de toda la vida, doña Zenobia, que después estuvo por unas horas en el blog, hasta que el inmensamente paciente y siempre solícito y eficaz editor de estas presencias en las redes, mi amigo y joven colega José A. Valenzuela F., y reciente padre (¡ya hablaremos acerca de ello!), puso en esta partícula micro-microcóspica de la triple “w” lo que ahora ofrezco a la amable consideración de ustedes, la humilde cosecha de una tarde-noche solitaria de verano, la de ayer sábado 12 de enero, dedicada a recuperar la valorización del amor-amor, literariamente, desde el portentoso aporte de don Juan Ramón, quien tuvo para ello, amén de sus extraordinarias dotes de lírico, una forma excelsa del humanismo, el aporte inmarcesible (¡por eso llega a nosotros ahora desde casi un siglo de haber nacido de la pluma de JRJ) de las miradas, susurros y caricias, de doña Zenobia, su amada diva-musa-esposa-amante.

Nota al pie de página: como es obvio, estas líneas, apenas ejercicios de estilo, de un aprendiz de escritor, o de quien pretende o aspira a ser uno en ciernes, también subirá al blog, para que la rosa de los vientos de las redes las transporten, incluso más allá del horizonte, porque en el espacio virtual no hay límites, y como en las “posadas” españolas de los cruces de camino medievales (un tendido bajo los árboles, donde son anfitriones el fuego y la compañía ocasional de otros viandantes, el espacio gregario en medio de la inmensidad solitaria, en el cual cada uno aportaba lo que llevaba en su morral), en esta encrucijada lo que ofrezco es lo que tengo de mi más reciente cosecha, que no habrá de ser la última, pues apenas estoy empezando a transitar los territorios desconocidos de mi propia creatividad, si es que en realidad la poseo. Ustedes lo dirán, desde el otro lado de estas páginas. 

En mi caso, al concluir esta redacción, solo puedo contarles que una inmensa paz me invade momentáneamente, porque una vez más logré plasmar, en el papel virtual, una infinitesimal partícula de mi mar serena y de mis volcanes en erupción también, los que me habitan desde tiempo inmemorial, obligándome a hacer lo que hago, solo que ahora empiezo a compartirlo con ustedes. En cualquier momento regresará la imperiosa necesidad de vomitarme en letras, frases, relatos, pero dejo de pensar en eso ahora, porque desde su temperatura ideal me reclama un “blan de blancs”, irresistible ya mismo para mis papilas gustativas, por su aroma frutivegetal y color ambarino suave, y porque ha llegado la hora del “ofertorio de los panes” (César Vallejo), que es la celebración del almuerzo dominical, con los seres queridos que están a nuestro lado, y también con aquellos quienes nos acompañan espiritualmente, anclados en nuestro corazón, por el derecho propio del amor que nos prodigaran incesantemente, y más todavía en las noches de tempestades, las interiores y las de la historia. Ese ofertorio es el que ahora mismo me impele a poner el punto final.

Les ofrezco, pues, y con afecto no simulado, sino real y sentido, el enlace que les conducirá a esta renovada parte visible de mis mundos interiores:

El amor pleno, según Juan Ramón Jiménez, creador de una lírica sublime y carnal de la primera mitad




JLSG

Asunción, a domingo 13 de enero de 2013
Código del artículo: EJS1

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