domingo, 3 de junio de 2012

Un capítulo de nacionalismo en el Paraguay: el gobierno de Rafael Franco



El joven jefe Rafael Franco, quien sería uno de los héroes sobresalientes de
la Guerra del Chaco (Cortesía de Rafael Luis Franco, Buenos Aires)

En el ideario político estructurado a través del tiempo a nivel mundial, el nacionalismo se destaca como la doctrina surgida a partir del concepto moderno de Estado, en que una nación se encuentra unificada mediante la integración de su territorio, lengua, cultura y tradiciones. Este proyecto político de fusión entre Estado y nación, fue originándose a partir de la Revolución Francesa, y sirvió de inspiración para la mayoría de los movimientos revolucionarios producidos entre 1815 y 1848 en Italia, Alemania, Polonia o el Imperio Austro-húngaro. Ya en el siglo XX, se presenta como la alternativa política que ofrece los únicos criterios válidos de legitimidad para la consolidación de un Estado independiente y soberano.
En el periodo de postguerra del 70, el Paraguay encontró las condiciones para el ejercicio de los derechos cívicos y políticos de sus ciudadanos, lo que se tradujo en la fundación de la Asociación Nacional Republicana y el Centro Democrático (posteriormente Partido Liberal) en el año 1887. Se destaca como punto de divergencia entre estas agrupaciones la percepción polarizada sobre los gobiernos de los López y Rodríguez de Francia, siendo estos gobernantes tachados de despóticos por los liberales (1). Varias autoridades ocuparon la primera magistratura hasta el inicio del siglo XX, muchos de ellos sin llegar a completar el periodo de cuatro años dispuesto por la Constitución de 1870, debido a la inestabilidad política de aquellos años.
          En 1904 se gesta un Golpe de Estado contra el Gobierno de Juan Antonio Escurra, siendo designado como Presidente Provisional por el Congreso Nacional el señor Juan Bautista Gaona, mediante un acuerdo conocido como el Pacto de Pilcomayo. Se inicia entonces la etapa de gobiernos liberales en el Paraguay en que pasaron por el Palacio de Gobierno diecisiete gobernantes que respondían a distintos sectores del Partido Liberal. Este periodo tiene como corolario la ejemplar gestión pública de Eligio Ayala y la exitosa campaña de defensa del Chaco Paraguayo durante el gobierno de Eusebio Ayala. Paradójicamente, el periodo liberal se interrumpe poco después de la victoria chaqueña a partir de la intervención de las Fuerzas Armadas que depusieron a Ayala del poder un lunes 17 de febrero de 1936.

En ese entonces, dos días después del levantamiento armado los comandantes de las fuerzas militares se reúnen para “deliberar sobre las medidas de emergencia que corresponde adoptar en previsión de necesidades perentorias de reorganización nacional” (2) designando como Presidente Provisional al Cnel. Rafael Franco. El Golpe de Estado fue comandado por los Coroneles Federico Smith y Camilo Recalde desde el cuartel de Campo Grande.
           La reorganización nacional aludida se entiende como una respuesta al régimen que desatendió a una sociedad con legítimos reclamos y cuyos combatientes se habían sacrificado con creces en el inhóspito territorio chaqueño, expulsando al enemigo más allá del río Parapití. A partir del citado decreto y de otros instrumentos administrativos, así como discursos y artículos periodísticos, se interpreta que el “gobierno revolucionario” surge en clara contraposición al régimen liberal que gobernara el Paraguay durante treinta y dos años.
           Sin embargo, el gabinete de Franco tenía la peculiaridad de reunir protagonistas de distintas y hasta antagónicas ideologías políticas. El Dr. Juan Stefanich, quien se desempeñara como Ministro de Relaciones Exteriores (3) explica esta situación narrando la primera reunión del gabinete el día 20 de febrero, en que se discutió el programa de la revolución y los objetivos del gobierno. Policarpo Artaza extrajo del libro Capítulos de la revolución paraguaya, de autoría de Stefanich, lo siguiente: Debatióse largamente el asunto… Un grave problema de sentimiento y de razón mantenía tensos los espíritus y el choque enconado de ideologías en boga, creaba al gobierno la más difícil coyuntura. Doctrinas universalistas y nacionalistas pugnaban por imponerse (…) Me tocó iniciar la exposición haciendo conocer en líneas generales mi doctrina solidarista. Abogué por una nueva democracia y movimiento paraguayo. El ministro de Justicia, doctor Jover Peralta, tomó a su turno la palabra y expuso su pensamiento y orientación doctrinaria. Era convencidamente izquierdista, no compartía mi posición ni mis puntos de vista y se declaró categóricamente marxista. Terció en el debate el ministro del interior. El solidarismo y el marxismo habían hecho su presentación en el gobierno. El doctor Freire Esteves no estaba ni con el uno ni con el otro. Tenía su propia doctrina, la que sería conocida más tarde, pero en aquella ocasión la omitió, limitándose a expresar que existía entre nosotros los vínculos comunes de nuestra historia para unirnos y en particular la memoria del gran gobernante paraguayo don Carlos Antonio López. Refiriéndose luego a Freire Esteves y al ministro de Agricultura, Bernardino Caballero, respectivamente, dice: El primero era de franca y decidida convicción fascista y totalitaria, mientras el segundo, como efecto de su larga estadía en Alemania, aspiraba a dar a la revolución la tendencia nazista (4).
          La doctrina nacionalista se destaca como aglutinadora de elementos o caracteres compartidos, que comúnmente tienen carácter grandilocuente y se sustenta en la historia idílica, con personajes heroicos en gran dimensión. De lo narrado por Stefanich en la primera reunión de los secretarios de Estado, resalta especialmente lo manifestado por Freire Esteves respecto a los vínculos comunes y el paradigma de gobierno de Don Carlos, pues confirma el hilo conductor que guió a la administración de Franco en la construcción de una estructura nacionalista, la cual fue consolidada durante varias décadas venideras con los gobiernos de Higinio Morínigo y Alfredo Stroessner.

Numerosas y relevantes fueron las obras desarrolladas por Franco en sus escasos 18 meses de gestión. Entre las determinantes disposiciones gubernamentales citamos la creación del Ministerio de Salud, del Departamento Nacional del Trabajo (antecesor del Ministerio de Justicia y Trabajo), constitución de un Consejo para la Reforma Agraria, la creación de la Escuela de Artes y Oficios, entre otras. En consecuencia, se analiza a continuación varios documentos oficiales que con profunda significación nacionalista estructuró lo que sus mismos precursores llamaron la “restauración histórica del Paraguay”.
En las primeras declaraciones de Franco a la prensa internacional se reconocen los elementos nacionalistas motivados hacia el cambio del régimen liberal. Dijo entonces que: la estructura del nuevo Estado paraguayo será una expresión fiel como sea posible de su fisonomía y de la realidad orgánica natural de nuestra nación. No copiaremos ninguna de las constituciones presentes pero aprovecharemos las experiencias de todas ellas y daremos a la nueva organización nacional, al mismo tiempo que el espíritu de la época, la sustancia medular de nuestro pueblo y nuestra raza. En tal sentido el Estado paraguayo no será comunista, ni fascista ni racista y no adoptará las formas políticas referidas. El Paraguay es una democracia natural cuya estabilidad económica espiritual y moral reposan esencialmente sobre la gran masa campesina y obrera (5). Es importante señalar que la tendencia política europea ejercía una notable influencia en varias naciones en aquella década del 30, el nacionalismo era visto como una eficaz receta gubernativa de la mano de gobiernos autoritarios, destacándose como un modelo de superación estatal. De la declaración trascripta se infiere la expectativa que existía respecto a la línea doctrinaria que adoptaría el nuevo régimen.
El siguiente acto gubernativo a examinar, constituye el inicio de la tarea de reconstrucción nacional, según se expresa en su considerando. Se trata del Decreto Nº 66 del 1 de marzo de 1936, por el cual se declaró al Mcal. Francisco Solano López como Héroe Nacional sin ejemplar, con un profundo sentido de resignificación de los hechos pasados. La relectura de la historia paraguaya pareciera iniciarse con el art. 1 de esta disposición que decía: Quedan cancelados para siempre de los Archivos Nacionales reputándoselos como inexistentes todos los decretos-libelos dictados contra el Mariscal Presidente de la República del Paraguay don Francisco Solano López, por los primeros gobiernos establecidos en la República a raíz de la conclusión de la guerra de 1865. El día de promulgación de este Decreto tuvo lugar el primer acto oficial de conmemoración del aniversario de muerte del Mcal. López, en el Palacio de Gobierno, en que el Presidente Franco pronunció un encendido discurso partiendo de lo que él llamó una “conjunción espiritual entre Gobernantes y gobernados”.
Otro Decreto destacable es el Nº 4.834 por el cual se declaró al Doctor José Gaspar Rodríguez de Francia, a Don Carlos Antonio López y al Mariscal Francisco Solano López como Próceres beneméritos de la nación. También mediante este mandato, el Oratorio de la Ciudad de Asunción culminó su construcción convirtiéndose además en el Panteón de los Héroes. Al respecto, Stefanich declaró: “La restauración de un pueblo, de una raza o una Nación se logra restaurando únicamente sus valores materiales, su bienestar utilitario y su economía.” (…) “Tres grandes revoluciones determinan y fijan los destinos auténticos de la nacionalidad y de la democracia paraguaya: la Revolución de los Comuneros; la Revolución de la Independencia de 1811; la Revolución de febrero de 1936. Fue la primera, una explosión de democracia en gestión contra el absolutismo colonial y la primera manifestación vigorosa de una conciencia paraguaya en formación. Fue la Segunda, la carta de manumisión política de la patria; su mayoridad como nación soberana y su afirmación como democracia republicana. Y es la tercera, la restauración moral y material de la nación, su emancipación mental, espiritual y económica y su liberación integral. La historia del Paraguay, deformada y mutilada debía merecer y mereció de la Revolución de Febrero la atención especial y preferente que sus hombres le dieron al abocarse a la solución de los grandes problemas nacionales, etc.”(6) Desde entonces los restos del Mcal. López descansan en el simbólico edificio conocido también como el “templo de la patria”.

Cualquier referencia al gobierno de Rafael Franco será incompleta de no tratar el Decreto Nº 152 del 10 de marzo de 1936. Esta determinación pretendía amalgamar todo el contenido revolucionario con el propio Estado paraguayo, unificándolos en el mismo sentido con la intención de constituir una verdadera unidad nacional. Se interpreta que la constitución de un Comité de Movilización Civil creada por el art. 5º del Decreto, sería la estructura oficial para la participación política de la sociedad civil. De hecho, los derechos políticos eran suspendidos según el art. 3º que ordenó: Toda actividad de carácter político, de organización partidista, sindical o de intereses creados o por crear, de naturaleza política dentro de la Nación, que no emane explícitamente del Estado o de la Revolución identificada con el Estado, se prohíbe, por el término de un año. La disposición es clara, exclusivamente el Estado reconocería la legitimidad de un partido político único en todo el país.
        La política social del Estado, comprendiéndose en ella las relaciones y conflictos entre el trabajo y el capital, las organizaciones y necesidades de obreros, trabajadores y patronos quedaban bajo jurisdicción del Ministerio del Interior, según el art. 4. Además fue creado el Departamento Nacional del Trabajo, que según se entiende dependería de la citada secretaría de Estado, centralizando las relaciones obrero-patronales en una sola dependencia oficial. Esta determinación originó una huelga general de los sindicatos obreros, además de periódicas manifestaciones.
         Esta resolución administrativa adquiere aún más destaque en su parte del considerando, pues a partir de ella se considera efectiva la revocación de la Constitución de 1870. En su primer párrafo se nomina al Decreto Plebiscitario como “Acta Constitucional de institución del Primer Gobierno de la Revolución, incorporado al Derecho Constitucional de la República con la trascendencia de una Carta Magna”. Aunque no constituya una derogación expresa, el hecho de no haberse observado sus preceptos restó vigencia a aquella Constitución.
         El apego a las tendencias autoritarias imperantes en el viejo mundo sí son explicitadas en el tercer párrafo del considerando del polémico Decreto, al decir que la Revolución Libertadora en el Paraguay reviste la misma índole de las transformaciones sociales totalitarias de la Europa contemporánea, en el sentido que la Revolución Libertadora y el Estado son ya una misma e idéntica cosa. A partir de entonces el gobierno de Franco ha sido tachado de fascista, aunque existieron sectores que no lo responsabilizaban de manera directa al militar sino a su Ministro del Interior Freire Esteves.
          Es importante señalar la existencia de un punto de confluencia entre el nacionalismo y el autoritarismo. Desde el momento de imposición de un partido político único emanado del propio Estado, nos encontramos ante una medida antidemocrática que cercena los derechos políticos de los ciudadanos, pudiendo interpretarse como el inicio del totalitarismo. Esto constituye una paradoja pues la opción nacionalista que fue tomando forma en las últimas décadas del siglo XVIII fue una reacción a los largos años de imposiciones monárquicas en que el ciudadano común no poseía representación.
          En la actualidad existe una tendencia a considerar al nacionalismo como sinónimo de un patriotismo exacerbado, excluyente y rígido, capaz de influir considerablemente en conflictos bélicos nacionales e internacionales. Asumiendo que todo fanatismo es negativo, la radicalización de las posiciones nos resta perspectiva para apreciar aspectos positivos de cualquier doctrina política o corriente de pensamiento. El Gobierno de Rafael Franco, entre la crítica y el elogio, permanecerá en nuestra historia con la peculiaridad de sus hechos y la trascendencia de sus obras, habiendo sentado las bases para un nacionalismo cultivado durante varias décadas en el Paraguay.


1. Ya en el año 1869 el triunvirato gobernante con aquiescencia de las fuerzas aliadas, dispuso por Decreto:“El desnaturalizado paraguayo Francisco Solano López, queda fuera de la ley y para siempre arrojado del suelo paraguayo como asesino de su Patria y enemigo del género humano.”

2. Decreto Plebiscitario del 19/02/1936 firmado por el Cdte. en Jefe de las FF.AA. Federico W. Smith. En su art. 4° dispuso “El presente Decreto Plebiscitario del Ejército Libertador será igualmente suscrito por los demás compañeros de armas solidarios ausentes a la fecha de la Capital, con efecto retroactivo al día de la fecha.”

3. El Decreto Nº 1 lo designaba además Ministro de Guerra interino.

4. ARTAZA, Policarpo. Ayala Estigarribia y el Partido Liberal. Narciso F. Palacios Editor. 3º ed. Asunción, Paraguay. 1988. Pág. 146.

5. Declaración de Rafael Franco a la United Press, recogida del libro La Revolución del 17 de febrero de 1936. Imprenta Nacional. Asunción. 1941.

6. SPERATTI, Juan. La Revolución del 17 de febrero de 1936. Gestación. Desarrollo. Ideología. Obras. Ed. del autor. Asunción, Paraguay. 1984. Págs. 219, 220.

BIBLIOGRAFIA
ARTAZA, Policarpo. Ayala Estigarribia y el Partido Liberal. Narciso F. Palacios Editor. 3º ed.
Asunción, Paraguay. 1988.
BOBBIO, Norberto. Dicionário Político. Editora UnB. 11ª edición. Brasilia, Brasil. 1983.
La Revolución del 17 de febrero de 1936. Imprenta Nacional. Asunción. 1941.
RODRÍGUEZ, José Carlos en El Paraguay bajo el Nacionalismo (1936-1947). Editorial El Lector. Asunción, Paraguay. 2010.
SPERATTI, Juan. La Revolución del 17 de febrero de 1936. Gestación. Desarrollo. Ideología. Obras. Ed. del autor. Asunción, Paraguay. 1984.





0 comentarios: