martes, 12 de junio de 2012

Los héroes y patriotas de la Epopeya del Chaco interpelan desde su sacrificio al Paraguay actual y se sienten defraudados por tanta traición a la Patria



El presidente constitucional Eusebio Ayala, el estadista de la Victoria de la Epopeya
Si el presente volviese a plantearnos un desafío como el del conflicto bélico del Chaco (1932-1935), nuestro pueblo no estaría en condiciones de salir triunfante de una prueba tal, que no la deseamos bajo ningún punto de vista. Los “líderes” de hoy, la supuesta élite dirigente paraguaya del presente, la debilidad de nuestras instituciones, la deserción de los intelectuales y la corrupción generalizada que heredamos de las largas décadas de autoritarismo previas a 1989, y la acentuada profundización de lo que alguna vez denominamos la “cleptonarcocracia”, erosionaron en grado superlativo nuestra identidad nacional y acabaron con los valores fundamentales de capacidad, decencia, probidad y justicia sin los cuales ningún país puede, desde sus propia historia, avanzar hacia la calidad de vida que la condición humana exige en todas las dimensiones de la realidad, en los campos de la política, de la economía y de la sociedad. 

Es este el resultado del Paraguay de los poderes fácticos que impera y en el que devinimos, de manera extrema a partir del “cambio” de 2008, que nos oprime y explota, divide y enfrenta, y que exhibe grados de anomía y anarquía a punto de deflagrar, jamás alcanzados en nuestra historia, como resultado de una muy peligrosa mezcla de intereses sectoriales que predominan por sobre el bien común. Con Fernando-Armindo-Lugo-Méndez, siempre de vacaciones en el Palacio de López con sus entornos de corruptos, de incapaces y de oportunistas y de irresponsables de solemnidad, el Paraguay alcanzó cotas jamás conocidas de traición a la Patria, a raíz del fundamentalista oportunismo “bolivariano” de quienes traicionaron al pueblo al no haber cumplido sus promesas electorales ni siquiera en una medida infinitesimal.
La generación de la Epopeya del Chaco cumplió con la Patria pagando un elevado precio en vidas humanas y sacrificios homéricos, en el frente y en la retaguardia. Les rendimos a tales patriotas nuestro emocionado homenaje. Y hacemos lo mismo con los héroes bolivianos que enfrentaran a los nuestros en los campos de Marte, en una guerra que no dejó rencores porque culminó con un monumento del derecho internacional público y de la diplomacia, el tan anatemizado aquí Tratado de Paz, Amistad y Límites con Bolivia (1938), que no es perfecto, desde luego, y sobre el cual ya tendremos ocasión de referirnos en otra ocasión.
Por ahora baste decir que el más trágico anti-tratado de paz de la historia universal, el de Versalles (1919), antes de que se secara la tinta de sus suscriptores, ya había creado las condiciones que inexorablemente condujeran al mundo a las aberraciones inenarrables de la Segunda Guerra Mundial, finalizada con la derrota de los totalitarismos por las democracias occidentales, coyunturalmente aliadas en ese entonces con el régimen totalitario de Josif Stalin, acaso el mayor genocida de su propio pueblo, desde los albores de la humanidad. El Tratado de Paz, Amistad y Límites con Bolivia es el más grande aporte paraguayo, y de extraordinaria importancia, para la paz y seguridad internacionales, y en consecuencia es el triunfo de la diplomacia sobre la guerra, que nos vimos obligados a librarla, de manera intransigente como lo requerían las circunstancias, pero que fue generosa con los vencidos por nuestra extraordinaria victoria militar. Muy pocos ejemplos de ello tenemos en la historia universal. Si la validez de los tratados se demuestra por su duración eficaz, el de 1938 es un gran ejemplo mundial de la ingeniería de la paz basada en valores humanistas.

Nuestro pueblo debe aprender de esa antítesis del patrioterismo chovinista, que es el patriotismo sereno, combatiente y responsable de la generación de la Epopeya del Chaco, de la lección que nos legara ese pueblo en armas, que tuvo a su frente (en el sacrificio de las trincheras y en el de una muy lúcida retaguardia) a conductores civiles y militares de los que hoy carecemos. El pueblo paraguayo respondió al desafío como un solo puño de hierro porque tuvo entonces auténticos conductores surgidos del mismo pueblo.
Es esa nuestra tarea del presente: que del propio pueblo surjan los nuevos servidores públicos democráticos para devolver a la Patria su dignidad perdida por tantos ultrajes de estas décadas pasadas, condensadas en estos ya casi cuatro años de destrucción sistemática de valores, de vidas y de bienes materiales. ¡Desde el presente de luchas cívicas y democráticas recuperaremos la voluntad de conducir nuestros propios destinos con la dignidad que sólo puede resultar de la lucha indoblegable por alcanzar la condición humana!
         En lo que sigue, ofrecemos a nuestros lectores unas páginas de oro sobre nuestra historia contemporánea bélica, extraídas de obras de Efraím Cardozo, David Zook y de una interesante entrada (que requiere todavía de numerosas precisiones) sobre la Guerra del Chaco, que se encuentra en Wikipedia.


Asunción, martes 12 de junio de 2012



HACIA LA PAZ: DESDE EL PROTOCOLO Y CESE DEL FUEGO

E. Martínez Thedy (Uruguay), Luis A. Riart (Paraguay), Tomás M. Elío (Bolivia)
y Carlos Saavedra Lamas (Argentina) negocian la Paz del Chaco (http://es.wikipedia.org/wiki/Guerra_del_Chaco).
Firma del Protocolo de Paz. El 12 de junio de 1935, con gran solemnidad y en medio del júbilo de América, se firmó el protocolo por el cual se convenía el cese definitivo de las hostilidades sobre la base de las posiciones actuales de los beligerantes, se adoptaban medidas de seguridad encaminadas a evitar la reanudación de la guerra y se ratificaba el reconocimiento por los beligerantes de la declaración del 3 de agosto de 1932 sobre adquisiciones territoriales. La Conferencia de Paz debía ser convocada por el presidente de la Argentina, con los fines siguientes:
[i] Ratificar solemnemente el Convenio;
[ii] Resolver las cuestiones prácticas que surgieran en la ejecución de las medidas de seguridad;
[iii] Promover la resolución de los diferendos entre Paraguay y Bolivia por acuerdo directo entre las partes; siendo entendido por esos países, caso de no alcanzar éxito las negociaciones directas, asumían la obligación de resolver los diferendos del Chaco por medio del arbitraje de derecho, designando desde entonces como árbitro a la Corte Permanente de Justicia Internacional de La Haya. La Conferencia de la Paz pondría término a las negociaciones directas cuando en su concepto hubiese llegado el momento de declarar que mediante ellas no era posible lograr el arreglo definitivo; llegado este caso se pasará a la concertación, por las partes, del compromiso arbitral, no pudiendo la Conferencia de la Paz, clausurar sus funciones en tanto que ese compromiso arbitral no quedara definitivamente concertado;
[iv] Promover oportunamente el canje y repatriación de prisioneros, de acuerdo con el Derecho de Gentes;
[v] Establecer un régimen de tránsito, comercio y navegación que contemplare la situación geográfica de las partes; (y),
[vi] Promover facilidades y convenios destinados a impulsar el desarrollo de los países beligerantes.
         La Conferencia de la Paz debía constituir una Comisión Internacional que dictaminara acerca de las responsabilidades provenientes de la guerra. Las posiciones de los ejércitos en lucha, sobre cuya base se concertaba el alto en la lucha, debían ser determinadas en el terreno mediante una Comisión militar neutral integrada por representantes de las naciones mediadoras, debiendo las líneas de separación ser mantenidas bajo la garantía de la Conferencia de la Paz, a cuyo efecto la Comisión neutral las vigilaría y las controlaría. Las medidas de seguridad adoptadas consistían en la desmovilización de los ejércitos en un plazo de noventa días, hasta un límite máximo de cinco mil hombres; la obligación de no hacer nuevas adquisiciones de material bélico, sino el indispensable para la reposición, hasta la concertación del Tratado de Paz, y el compromiso de no agresión. Se encargó a la Comisión militar neutral el cuidado de la ejecución de las medidas de seguridad hasta que se hicieran efectivas en su totalidad a cuyo término la Conferencia de la Paz debía declarar terminada la guerra.


Después de tres años de cruentos combates, un jefe paraguayo (izq.) 
y otro boliviano (der.) se estrechan las manos, después del 12 de junio de 1935, en algún lugar del teatro de operaciones (http://es.wikipedia.org/wiki/Guerra_del_Chaco).
El 14 de junio de 1935 cesa el fuego en el Chaco. La última batalla en el Chaco fue en Ingavi, donde se combatió desde el 30 de mayo hasta el 8 de junio, día en que los paraguayos obligaron a los bolivianos a rendir sus armas. La orden de alto el fuego sorprendió a las tropas paraguayas en pleno avance sobre Rabelo. El 14 de junio, a las doce, de acuerdo con el Protocolo firmado dos días antes y estando ya presente la Comisión militar neutral, que fue constituida con la presidencia del general argentino Martínez Pita, cesó el fuego a todo lo largo del extenso frente. Inmediatamente soldados paraguayos y bolivianos confraternizaron al borde de las trincheras.
         La Comisión militar neutral cumplió su tarea de fijar mediante hitos las líneas de separación, y promovió dos entrevistas entre los generalísimos del Paraguay y de Bolivia, Estigarribia y Peñaranda.
         La primera se efectuó el 18 de julio en Villa Montes; la segunda, el 24 en Capirenda. Estigarribia dijo en eta ocasión: “Tengo el placer de expresaros que es para mí motivo de honda  y sincera satisfacción contar en mi mesa, en estos momentos, con la presencia del señor general don Enrique Peñaranda, gran soldado boliviano, conductor capaz del Ejército de su patria, y es más honda esa satisfacción cuando pienso que este acto significa el feliz e íntimo acercamiento de nuestros dos países y que debemos tratar, por patriotismo y sentido americanista, sea pronto una verdadera realidad”.
         Peñaranda contestó: “Nuestros puntos de vista no son incompatibles con los vuestros. Y estoy seguro de ello, porque hay fundamentales, profundísimas razones históricas, geográficas y de intereses actuales, dentro de los cuales vuestra patria y la mía pueden hacer obra común en su marcha ilimitada y segura hacia el progreso. Quizá tenemos en nuestras manos, general Estigarribia, la clave histórica del futuro de una buena parte de América” (Efraím Cardozo, “Capítulo X: La Guerra del Chaco”, pp. 311-365, y en especial: pp. 359-361, en Paraguay independiente, Carlos Schauman Editor, Asunción, 1988, segunda edición paraguaya).




LA SANGRE DE CIEN MIL MUERTOS REGÓ LA SEMILLA  DEL ADIÓS A LAS ARMAS

Los comandantes militares José Félix Estigarribia y Enrique Peñaranda, hasta ayer
enfrentados en la guerra, en uno de sus primeros encuentros
después del cese del fuego, en el Chaco. Entre ellos, un jefe extranjero de la Misión de Militares Neutrales (dgaleanolivera.wordpress.com).
El protocolo, formalmente suscrito el 12 de junio de 1935, contenía cinco artículos y otro protocolo adicional. […]
         Casi exactamente a los tres años del ataque a Pitiantuta por Moscoso, tocó a su fin la Guerra del Chaco. El costo fue subido para las dos naciones pobres y escasamente pobladas. Bolivia tuvo 52.397 muertos. Perdió cerca de 10.000 desertores. Más de 21.000 hombres fueron capturados, de los que 4.264 murieron en el cautiverio. Por lo tanto la pérdida neta de su población fue aproximadamente de dos por ciento –más de 65.000 jóvenes. De 1932 a 1935 la emisión de papel moneda aumentó en un veinticinco por ciento. En 1935 los préstamos del Banco Central al gobierno ascendieron a 370.000.000 millones de bolivianos (cerca de 228.660.000 dólares). Los tributos a los ingresos de las compañías mineras fueron utilizados en la compra de armamentos en el exterior. La subida al doble del precio mundial del estaño contribuyó, pues, directamente, a vigorizar el esfuerzo boliviano. Pero se malgastaron grandes sumas, con la corrupción de los contratos sobre armas y suministros y las exacciones de los pagadores.

El Paraguay, en un monumental ejemplo de astucia y responsabilidad fiscal, financió en gran parte la guerra al contado. Esta proeza se realizó mediante la expropiación de un porcentaje de las divisas provenientes de las exportaciones, la emisión de papel moneda, los préstamos de la Argentina, que ascendieron a 16.626.072 pesos (5.542.026 dólares), y la reserva de 3.000.000 de pesos oro acumulada por Eligio Ayala.
         El costo de la guerra montó así una suma estupenda para un país de magros recursos como el Paraguay. Los desembolsos del gobierno de Asunción fueron de 76.218.865 pesos oro (124.503.515 dólares). El país recibió un auxilio importante con la captura de un abultado material de guerra –28.000 fusiles, 2.300 armas automáticas, 96 morteros, grandes depósitos de municiones– cuyo valor excedió de 10.000.000 de dólares.
         Entre las pérdidas humanas de 140.000 hombres que se embarcaron en Asunción, cerca de 36.000 –tres y medio por ciento de la población– cayeron en los campos de batalla del Chaco Boreal (David Zook, La conducción de la guerra del Chaco, El Lector / La Gran Enciclopedia de la Cultura Paraguaya, Asunción, 1997, de esta edición, pp. 244-246).




“PEÑARANDA EMOCIONADO, ESTIGARRIBIA TRANQUILO”

Comandantes en Jefe de ambos ejércitos después del armisticio. Puesto Merino,
tierra de nadie, 18 de julio de 1935 (http://es.wikipedia.org/wiki/Guerra_del_Chaco).
El 12 de junio de 1935, en Buenos Aires, Argentina, se firmó el Protocolo de Paz donde se acordó el cese definitivo de las hostilidades sobre la base de las posiciones alcanzadas hasta ese momento por los beligerantes. El 18 de julio de 1935, en Puesto Merino, ubicado en la tierra de nadie camino a Villamontes, se produjo el primer encuentro entre los comandantes de ambos ejércitos. “Al hacerse las presentaciones el momento es emocionante y solemne [...]La oportuna ejecución de la banda, disimuló las lágrimas que brillaron en los ojos de muchos de los presentes. Peñaranda, hombre recio, tiembla de emoción. Estigarribia tiene la mirada dulce y tranquila” (General uruguayo Alfredo R. Campos: en Roberto Querejazú Calvo, Historia de la Guerra del Chaco, Editorial Juventud, La Paz, 1990, pág. 176).
Después de largas negociaciones, el tratado para terminar la guerra fue firmado en Buenos Aires (Argentina) el 21 de julio de 1938. El canciller argentino Carlos Saavedra Lamas, había convocado a una Conferencia de Paz en Buenos Aires. Había obtenido el premio Nobel de la Paz de 1936, por su labor en pro de la paz en general, y en particular por haber inspirado el Pacto Antibélico Saavedra Lamas, firmado por 21 naciones y convertido en un instrumento jurídico internacional. Tuvo un papel importante como mediador para finalizar la guerra del Chaco. De la totalidad del Chaco Boreal, 3/4 partes se reconocieron bajo soberanía paraguaya. Bolivia recibió una zona a orillas del río Paraguay, donde se encuentra hoy día Puerto Busch (Parte final de la entrada correspondiente al  conflicto bélico: http://es.wikipedia.org/wiki/Guerra_del_Chaco).



2 comentarios:

ES CIERTO, NUESTROS HÉROES ESTÁN DECEPCIONADOS DE LOS CONDUCTORES CIVILES Y MILITARES DE LA ACTUALIDAD. EXCELENTE LA PÁGINA BLOG Y ÉXITOS PARA LOS PROPULSORES DE ESTA INICIATIVA.

oscar francisco olimpista y paraguayo: en la magistral reseña del profesor simón...notamos que desde el rompimiento de las hostilidades hasta el cese el fuego el Paraguay un país pobre pero honrado ( expresión en desuso )presentó en la guerra15% de su población (Francia 1ªG.m.15,50%)en la que perdió 3,60% de sus mejores jóvenes (Francia3,06%)
pero la paz lograda por PARAGUAY está durando 77 años(Francia 20 años)...procuremos no derramar...