sábado, 16 de junio de 2012

LOS MATAPARAGUAYOS “BOLIVARIANOS” DE LUGO ASESINAN A POLICIAS DESARMADOS, Y A HUMILDES CAMPESINOS, SUPUESTAMENTE TRANSFORMADOS EN TERRORISTAS, MIENTRAS LA UNASUR PREPARABA SU AGRESIÓN AL PARAGUAY BASÁNDOSE EN USHAIA II


Comisario Erven Lovera, jefe destacado del GEO, asesinado por terroristas con otros heroicos policías a su mando. Cumplían un suicida “protocolo” de intervención, impuesto por el régimen de Lugo, y de inspiración “bolivariana”. En la imagen, posando en la sede del FBI, en Quantico, VA, EUA (Fuente: Facebook del comisario, tomado de abc color).

La Masacre de Curuguaty, la del 15 de junio de 2012, así se llama esta novísima y extraña página sangrienta de nuestra historia nacional, y de la infamia ultraideologizada “revolucionaria”, que tantos genocidios ha originado en el mundo contemporáneo, tiene un absolutamente irresponsable político principal, pero que no es inimputable, el tal Fernando-Armindo-Lugo-Méndez. Él es el jefe de la horda de los mataparaguayos “bolivarianos”, los traidores a la Patria, integrantes de los entornos palaciegos y politiqueros del perjuro y apóstata mandatario, sometido al dictador venezolano Hugo Chávez, quienes en grado diverso también son responsables de la muerte aleve de casi una decena de jefes, oficiales, suboficiales y demás personales subalternos de la Policía Nacional, y de la de otra decena de campesinos, aparentemente convertidos en asesinos de sus compatriotas uniformados.
En una imagen de archivo, Fernando Lugo, Carlos Filizzola y Paulino Rojas: los principales responsables gubernamentales de la Masacre de Curuguaty (foto de Lorena Aponte, abc color).

En el frío y transitado piso del corredor de un hospital no identificado, varios cadáveres de humildes campesinos muertos en la masacre, ocurrida como consecuencia de la absoluta irresponsabilidad política del “gobierno” de Lugo. Ninguno de los “ideólogos” de las invasiones campesinas arriesgaron sus delicadas anatomías, pero sacrificaron a seres humanos extraviados y excluidos (foto de Carlos Shahtebek, abc color).

Todos ellos fueron sacrificados por la cobardía en grado de complicidad agravada, en primer lugar del “izquierdista” ex ministro del Interior Carlos Filizzola, a quien de inmediato se debe iniciar un juicio de responsabilidad política, para hacerle cargo judicialmente de su criminal comportamiento, y así evitar que regrese a desprestigiar todavía más a un mayoritariamente tan deslegitimado Congreso –con las valiosas excepciones de rigor que hay en ambas cámaras–, y en segundo lugar al títere de sus propias ambiciones indignas y perversas, similar en esto a las de su cadena constitucional de mando, el ex comandante interino de la Policía Nacional, comisario general inspector Paulino Rojas, el verdugo inmisericorde de sus propios subordinados, que también lo fue por ello de los campesinos que hoy perdieran la vida en la refriega desatada por una conspiración que la UNASUR tiene urdida en contra de la Patria, a partir del protocolo conocido como Ushuaia II, de nítido corte intervencionista, inconstitucional en Paraguay, y nulo de nulidad absoluta desde el punto de vista del derecho internacional de los tratados, en especial de la Convención de Viena, suscrito en Viena, en 1969, y vigente desde 1980.
Aquél engendro, el de Ushuaia II fue suscrito por Lugo y su canciller, el “caraqueño” Jorge Lara Castro, en diciembre pasado, en Montevideo, prohijado por el presidente José Mujica, enemigo del Paraguay a raíz de ello, como lo son también sus colegas de las “democracias” vergonzantes del área. Es que los presidentes y cancilleres de nuestras democracias de muy baja calidad, por cobardía o intereses subalternos, aceptaron convertirse en parteros de un régimen latinoamericano y caribeño chavista-castrista, que nada menos busca enterrar al sistema interamericano de la OEA, en particular a su Comisión y Corte Interamericanas de Derechos Humanos (CIDH), de lejos lo mejor y la más grande obra del panamericanismo contemporáneo en cuanto a protección de los derechos fundamentales se refiere.
En calidad de carga, en la caja de la patrullera, varios policías heridos van a ser
trasladados a un hospital. Tal vez algunos de ellos hayan muerto poco después.
Fueron sacrificados por el “protocolo” lugo-filizzolista, ideado para dar
impunidad a los “carperos” invasores de tierras (foto de Pablo Medina, abc color).

Es en este contexto que debemos interpretar la Masacre de Curuguaty, anticipo de otras peores, si la ciudadanía de la Patria, y sus escasas autoridades y liderazgos políticos, que escuchan al pueblo, no lo impedimos con decisión y firmeza, y en el marco de la Constitución y de las leyes. Esto para evitar que triunfe aquí, entre nosotros, el terrorismo bolivariano, que impera en el Paraguay desde hace tiempo, con el autodenominado EPP incluido, dejado crecer criminalmente bajo el desgobierno del Tendotá-i, alias Nicanor Duarte Frutos (2003-2008), y protegido palaciegamente por el ex obispo Lugo y sus monaguillos infernales, a partir del 15 de agosto de 2008 hasta ahora (ver más abajo, el artículo sobre el “estado de excepción” de noviembre de 2011).
De todo esto se aprovecharon personajes de los demenciales entornos de Lugo, algunos de ellos requeridos por la “justicia”, como el instigador de los mataparaguayos, el supuesto “sin tierra” y “carpero 4x4”, José Rodríguez, en las peores crisis del campo con acceso libre y directo al Palacio de López y/o mburuvichá-roga, y como otros, acaso frecuentador también de las orgiásticas verdaderas ocupaciones “presidenciales”, las de la exacerbada genitalidad (ya que no sexualidad) del procreador de hijos sin padre, sembrados en todo el territorio nacional (todavía no aparecieron los de allende nuestras fronteras) y de edades diversas, fruto del vil comercio eyaculador que mantuviera con humildes mujeres de todas las edades, y sospechoso incluso del abuso carnal de niñas todavía no mujeres.
Este comportamiento “sexopático”, que genera ludibrio para nuestro país, es una inveterada costumbre de sus tiempos de satánico obispo, jamás contenido o impedido de continuar en tales carnavalescos comportamientos por sus pares en la Conferencia Episcopal Paraguaya (CEP), en épocas nubladas y durante años presidida por un recio varón de acrisolada castidad por propia decisión, que fuera ese gran arzobispo de Asunción, Ismael monseñor Rolón, sacerdote auténtico del buen Dios a quien honró a todo lo largo de su tan larga y ejemplar existencia.

José Rodríguez, “carpero” y “revolucionario” 4x4, de aspecto siempre muy cuidado, e ideólogo y responsable con otros del asesinato de indefensos policías y de la muerte resultante de pobrísimos campesinos. El comandante Rojas, el ministro Filizzola, las “justicia y fiscalía” le protegían y Lugo lo recibía en el palacio y en mburuvichá-roga, a él y a sus fundamentalistas y oportunistas socios del negocio de las “invasiones” (foto de P. de López, Última hora).

Rodríguez, como todo cobarde y traidor de naturaleza, ahora le achaca la culpa de la masacre a Lugo. En tanto otros neo-oligargas “revolucionarios” se llamaron a silencio, tan vocingleros que eran, como Elvio Benítez, latifundista de tomo y lomo, al igual que el ¿gobernador? sanpedrano, José “paková piré” Ledesma. O el supuesto jefe de los carperos, Victoriano López, tan transparente como un pozo ciego. O el acaudalado heredero de la burguesía agroexportadora, Gustavo Codas, del ala “trotskista” del PT brasileño, su verdadera patria y ex gerifalte “paraguayo” de Itaipú, y de nada proletaria forma de vida… También se podría incluir en esta lista de bolivarianos termocéfalos (o cabezas calientes) a Edgar Ruíz Díaz (“asesor internacional” del Palacio de López) y al atildado y ceremonioso discípulo del también dictador ecuatoriano Rafael Correa, el “zar” de los “mass media” luguista, Augusto Dos Santos, otro “revolucionario” fashion de muy reciente data (desde 2006), acaso “teólogo de la liberación” también o el patético senador Sixto Pereira. Varios ex intelectuales y analistas políticos, convertidos todos en funcionarios muy bien pagos del luguismo, de tan instrascendente labor, ni siquiera merecen ser mencionados por sus nombres.

Todo lo ocurrido tiene trazas de ser una conspiración palaciega, las del tipo de autogolpe, que debía haberse desatado por fanatizados, hambreados, analfabetos y utilizados campesinos en proceso de disolución como tales, algunos de los cuales desde tiempo atrás infiltrados, adoctrinados y entrenados por la nada asombrosa alianza entre terroristas del EPP y sicarios del crimen organizado, para que con furia homicida provocaran, cercaran y enfrentara al Poder Legislativo con el Ejecutivo, presentando como golpistas a los parlamentarios, en un Congreso mayoritariamente opositor al “gobierno del cambio”. Allí se produciría la intervención de la UNASUR, por pedido del desgobierno local.
Aún no está claro si Lugo conducía la maniobra, o fue víctima de su propia y total irresponsabilidad de pésimo gobernante y peor politiquero, quien en calidad de tal permitió por criminal omisión que se descontrolaran de manera terrorista los “carperos” e invasores, a través de sus jefes (algunos, más arriba mencionados), de sospechados contactos con el crimen organizado y las raleadas tropas del EPP, ávidas de sangre y ansiosa de protagonismo y poder.
Es probable que algo de esto se haya filtrado hasta algunos gobiernos del área, los cuales quedaron muy preocupados por el cariz que tomaban los acontecimientos en la región, sobre todo después de lo ocurrido en la última Asamblea General de la OEA (Cochabamba, Bolivia, primeros días de junio), en la cual el moribundo “bolivarianismo” arremetió con todo su fundamentalismo en contra del sistema interamericano, asustando a más de uno de los mandatarios que aprobaran poco tiempo atrás el peligroso intervencionismo de Ushuaia II. El que apenas fuera conocido aquí, gracias a la prensa (en particular debido a investigaciones de periodistas de abc color), fue rechazado mayoritariamente por la ciudadanía. Todo esto habría suscitado la inusual reunión del cuerpo diplomático acreditado ante el Palacio de López con Lugo, en una sede religiosa en Atyra, realizada un par de días antes de la masacre.
En esa ocasión, el ex obispo y peor mandatario, advertido por los embajadores acerca de los riesgos incendiarios de un autogolpe, de insospechadas repercusiones regionales, habría decidido abandonar a sus compinches. Acaso fue enterado en esa oportunidad de lo que tramaban muy cercanos personajes a él, y rápidamente se distanció de ellos. Esto explicaría las declaraciones de Rodríguez y el silencio (hasta el momento de escribirse estas líneas) de tantos otros vocingleros “revolucionarios” bolivarianos y luguistas, todos ellos de costumbres muy caras.
          
Como sea, Lugo había abierto con su desgobierno las puertas del infierno político paraguayo, mientras en estos últimos días, a través de la incombustible colombiana y “bolivariana” María Emma Mejía, muy eficiente mascarón de proa y “lobbysta” de Chávez aquí, informaba urbi et orbi que el protocolo de Ushuaia II también es válido en el Paraguay. Y, sin importar lo que estatuye al respecto nuestra constitución, pues así lo exige la doctrina protototalitaria de la UNASUR, la de la “democracia restringida”, flexible, la denominó la oportunista Mejía (ver editorial de abc color del viernes 15 de junio).
Parece indicar todo que la funcionaria y militante chavista estaba anticipando la ya descarada y abierta injerencia chavista aquí, que sometería a nuestro pueblo a una vieja y siempre trágica experiencia histórica de la violencia generalizada, incluso una guerra civil, sinónimo de miles de muertos, destrucción material y de inenarrable perturbación de supremos valores humanos.
El Paraguay no puede permitir que los ideólogos y propiciadores de esta tragedia, los de aquí y los de afuera, incendien a la Patria, como lo acaba de anticipar la Masacre de Curuguaty, que en su magnitud y proyecciones supera incluso a la también tragedia del Marzo Paraguayo (1999), hasta ahora expresión del terrorismo politiquero local que todavía no ha sido investigado en serio, y que por tanto sus tan poderosos ideólogos y ejecutores continúan impunes, y con tantos inocentes, y víctimas propiciatorias, incluso ejecutados. La renuncia, cese o destitución de Filizzola y Rojas no es suficiente para tranquilizar al país. Y mucho menos si se confirma que el nuevo ministro del Interior será el ex “Fiscal General del Estado”, Rubén Candia Amarilla (el de su amigo y correligionario Tendotá-i) ni remotamente es un jurista y mucho menos un demócrata. Su gestión al frente del Ministerio Público fue un ejemplo de servilismo cómplice con los poderes fácticos del Paraguay. Esto no lo puede permitir la ciudadanía que lucha por construir aquí un verdadero Estado de derecho democrático (Edd). Y habrá que ver quien estará al frente de la tan deteriorada Policía Nacional, hoy salvada en su imagen por verdaderos servidores públicos y héroes nacionales, los policías asesinados. El terrorismo de Estado, en ninguna época ni país, jamás sirvió para defender a las sociedades abiertas y al Edd. El Paraguay entero clama por Justicia y por auténtica política democrática y no mera y extorsiva politiquería.


Asunción, viernes 15 de junio de 2012
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Enlaces de la prensa nacional:






LA EMERGENCIA EN EL DESGOBIERNO ACTUAL: OTRA TARTUFADA DE LUGO Y COMPARSAS




El “estado de excepción” muy probablemente está condenado al fracaso gracias a la supina incompetencia en materia de seguridad y defensa del presidente de ya casi ningún paraguayo y sus entornos, y debido a los vínculos de no tan pasiva complicidad que unieron –o unen todavía– al cada vez más precario inquilino a plazo fijo del Palacio de López con los peligrosos aventureros del crimen organizado que son los integrantes del mal autodenominado Ejército Paraguayo del Pueblo (EPP). Este grupo de secuestradores criminales, que ya desarrolló su vocación terrorista –una falsa guerrilla política e ideológica– tiene intereses y áreas coincidentes y convergentes con las poderosas estructuras de los poderes fácticos de las ramas locales de la narcoactividad, que desde el autoritario régimen stroessnerista hunden sus raíces y extienden su tupido follaje en la sociedad, la economía, la cultura y la política de nuestro país.
Hasta un par de años atrás el EPP, y al menos durante un lustro, mantuvo vínculos de subordinación y aprendizaje con los narcoterroristas de las hoy bastante disminuidas Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), por intermedio del “bolivariano” dictador totalitario Hugo Chávez, el acérrimo defensor del genocida Muamar Gadafi, eliminado inhumanamente por quienes sobrevivieron a sus también inhumanas políticas de “solución final” en Libia.
Además, a los criminales del EPP el nexo con las FARC les facilitó contactos con la otrora todopoderosa seguridad del Estado del régimen de los Castro –hoy campeones del neocapitalismo, después de medio siglo de “revolución”– y primeros encuentros con los terroristas de la ETA “asilados” por Caracas. La ETA acaba de ser rendida por la imperfecta democracia española, respaldada en sus democráticas políticas antiterroristas –y como debe ser– por la inmensa mayoría de los españoles, quienes saben que la democracia es perfectible y que el terrorismo es una de las expresiones del infierno en la tierra. Las FARC están extinguiéndose por la voluntad de la mayoría de los colombianos. Y Chávez podrá sobrevivir al terrible mal que lo aqueja, pero su régimen ya empezó la etapa del “fin de fiesta”. En Bolivia, Medio-evo Morales acaba de ser vencido por el indómito pueblo boliviano en las urnas, mientras los nativos de la región amazónica boliviana le propinaban una extraordinaria lección de civismo y ambientalismo. Lugo, ¿tiene alguien que le ponga al tanto de estas cosas?
Regresando al mal denominado EPP, sus relaciones caraqueñas con la internacional del terror bordearon incluso la conexión iraní, cultivada aquí y en la ONU (Nueva York) no tan secretamente por Lugo y su también estólido canciller –no sabemos hasta cuando– Jorge Lara Castro. Todas estas “amistades” peligrosas del sicariato del EPP quedaron en suspenso una vez conocida la noticia de la enfermedad de Chávez, que igualmente hizo transferir para las calendas griegas sus planes reeleccionistas de Lugo, amén de otros “intervencionismos” de Caracas en nuestros asuntos internos, oficialmente consentidos por este desgobierno.

La traición de Tartufo. La decisión política de declarar el “estado de excepción” fue votada por ese vivo retrato del Paraguay actual que es el parlamento y prácticamente a la fuerza debió decretarlo Fernando Lugo, el presidente de ya casi ningún paraguayo –como lo demuestra su fracasado referéndum de multimillonarios costos– y traidor. Lugo el felón fue calificado y condenado como tal por estos secuestradores con vocación terrorista, los epepistas, hasta ahora apenas dos o tres decenas entre periferia y sicarios operativos, pero capaces aún de mantener en vilo al país gracias al desgobierno del cambio. El “estado de excepción” muy a su pesar debió ser aceptado por el actual ministrito del Interior, esa incombustible nulidad que es Carlos Filizzola, dignísimo sucesor del otro engendro politiquero, su primo Rafael, hoy reciclándose bajo la protección del fracasado “líder democrático” que es Guillermo Caballero Vargas, buscando el rekutú desgubernamental con un sector del fragmentado liberalismo de hoy, dignos sucesores de los participacionistas “levirales” de los inicios de la dictadura stroessnerista.
Todo presagia que el comando operacional conjunto, encabezado por el general Félix Pedrozo, solo por azar podrá acorralar y detener a los vulgares delincuentes que son los epepistas. Lo anunció incluso el oráculo Miguel Angel López Perito –el  oportunista y cínico secretario general de desgobierno, el  de hablar suave y de poderosas debilidades, característica de los luguistas y su jefe– cuando dijo que dos meses es poco tiempo para terminar con el EPP. “Lugo no es Rambo”, acaba de acotar para respaldarlo el impresentable politiquerillo que se llama Víctor Ríos, una especie de flor de un día en el gabinete actual, en plena ofensiva palaciega con Mario Ferreiro, quien acaba de descubrir que el perfume maloliente de un desgobierno oportunista puede brindar más emoción a su gris existencia que tórridas correrías en las noches asuncenas, experiencias desde las cuales cree que aportará mucho para consolidar y profundizar el “cambio” en el Paraguay.
“Cría cuervos, que te comerán los ojos” reza un refrán popular, que se le puede aplicar muy bien a Lugo y sus comparsas, politiqueros improvisados e irresponsables, ahora atrapados entre las amenazas de algunos que eran monaguillos de un hedonista obispo de la falsa “teología de la liberación” y la imperiosa necesidad política que tienen de, al menos, dar la apariencia de neutralizar a los fundamentalistas del EPP. Incluso el neoburguesito y oligarca no asumido que es el gobernador de sus amigos en San Pedro, José (Paková piré) Ledesma, uno de los aprovechados líderes “carperos” y de otras felonías en perjuicio de la patria, ya está pidiendo la “eliminación” del EPP. El tiempo se les acabó a Lugo y los luguitos quien ya nos disponen de credibilidad alguna. La mayor preocupación para Lugo no es la suerte de sus compatriotas. Lo que le tiene de mal humor es que esta crisis ya no le permite disfrutar de las bacanales a las que se volvió adicto gracias a sus millonarios recursos, para nada reservados destinos, que le prodiga Hacienda.
         Por eso lo de tartufada, por Tartufo, el hombre hipócrita y falso, según el diccionario de la Real Academia Española. El genial comediante y dramaturgo francés Jean-Baptiste Poquelin, llamado Molière (1622–1673), escribió la comedia en versos “Tartufo o el impostor” (Tartuffe ou l'Imposteur) para reírse de esta clase de personajes. Son listos para perpetrar sus bajezas. No dudan en engañar y aprovecharse de los crédulos inocentes que confían en ellos. En realidad son mediocres y aventureros maliciosos, quienes detrás de sus engaños esconden el odio a los demás que evidencia el ningún respeto que se tienen a sí mismos. “La hipocresía es el colmo de todas las maldades”, habría escrito también Molière, quien sin conocerlo retrató muy bien a Lugo y a sus cortesanos.

El comandantito y su laberinto. Lugo y sus obsecuentes allegados no entienden absolutamente nada de lo que ocurre porque son negadores de la realidad que no les conviene.  Por eso solo buscan ganar tiempo. Los comandantes militares y los jefes policiales saben que las tenebrosas conexiones entre el EPP y Lugo existieron y dudan que hayan sido totalmente cortadas. La desmoralización es el efecto inmediato de tan anómala situación. El fanatismo de los epepistas crece cuando el aparato de Estado es incapaz de hacer uso legítimo de la fuerza.
Es el triunfo de la teoría dual del poder, alimentada con la confusión imperante en el vestusto e ineficiente aparato represivo y político del Estado, que desde sus alturas incluso beneficia al EPP con el calificativo de fuerza beligerante “guerrillera”, que no lo es. Objetiva y subjetivamente, y con las excepciones de rigor, la corrupta y antediluviana Fuerza Pública paraguaya no está preparada para moverse en el terreno que ha escogido el EPP, un primer punto a favor de su estrategia demencial de odio, sangre y muerte. Nunca tuvo Lugo una estrategia y política de seguridad y nada sabe de ella el ministrito Filizzola, como ocurriera con su antecesor, Rafael Filizzola, otro cantinflesco vocero oficial de naderías, siempre favorables al EPP porque significaban ausencia de una política democrática de seguridad.
En una tal situación la fuerza pública en sus partes rescatables no puede sino estar desorientada y debilitada. Eso las vuelve funcionales a una estrategia: la de los narcoterroristas locales, beneficiados por la politiquería oficial de inseguridad generalizada. “Después de mí el diluvio”, nos dice con los hechos el presidente Lugo ya de casi ningún paraguayo, el que ha posternado al Paraguay al terror del EPP.
Es esta antiestrategia del caos. Sin saber para qué, ni qué hacer, ni cuándo ni dónde, las Fuerzas Militares sacaron sus destartaladas tanquetas y sus flamante$ tran$porte$, cuando en nuestro contexto contiguo ya se avanza hacia el modelo del Centro de Comunicaciones y Guerra Electrónica, que incluye un Sistema Integrado de Vigilancia –con radares de imagen y de comunicación, vehículos aéreos no tripulados y transportes aéreos, terrestres y fluviales– y el imprescindible respaldo de móviles unidades de Grupos Tácticos de Tropas Especiales. La “unificación” de Fuerzas Militares y Policía Nacional, siendo imprescindible operacionalmente no funcionará por decreto porque no se estuvo trabajando antes para ello, y porque la desmoralización, la desconfianza y la improvisación son la norma al interior de la constitucionalmente denominada fuerza pública. Los jefes militares y policiales luguistas no gozan de la confianza de sus subordinados y estos tampoco tienen fe en su comandantito en Jefe.

Teatro y no de operaciones. Lo de “Ko’ê Pyahu” es un monumental teatro y no de operaciones. La única duda tiene que ver con la obra: si se representará la tradicional comedia de antes, o estrenaremos la tragedia en este catastrófico fin de fiesta, en el cual los aprovechados e irresponsables politiqueros de las pésimas administraciones anteriores (las de Luis Angel González M. y Nicanor Duarte Frutos) hoy pretenden erigirse en los críticos de Tartufo, el comandantito en Jefe y sus chiquillos, estos ahora obligados a jugar a los soldaditos de plomo desde la intranquilidad de sus lujosos puestos prebendarios, sin los cuales no son nada.

El objetivo de una verdadera estrategia y política de seguridad, en la coyuntura actual y en el marco de nuestras anómicas Constitución y leyes, debe consistir en la recuperación del monopolio de la fuerza en las áreas hoy disputadas por el EPP a la tan precaria estabilidad y débil capacidad del aparato de Estado y de su deslegitimado desgobierno. Eso le ha facilitado actividad impune a las todavía no consolidadas líneas dispersas de fuerza de los criminales epepistas. Su capacidad operativa real –en el área centro norte de la región oriental– es inversamente proporcional a la ausencia del aparato de Estado y a la anemia de la sociedad. El desafío no sería grande si se contara con voluntad política y con una estrategia y con una moral alta, todas cualidades inexistentes en este vacío de poder de hoy, la peor amenaza.

 Después de 1989 ningún liderazgo político se ocupó en serio de las cuestiones de seguridad y defensa nacionales. Las FFAA y la Policía Nacional fueron pisoteadas por sucesivos desgobiernos con la complicidad obsecuente de sus mandos. Esto aprovecharon Lugo y sus filizzolas, consanguíneos o no, para empezar a “bolivarianizarlas” como hicieron también con ministerios como Defensa y de RREE. Hasta que la cadena de mando se rompió en Caracas. Así el desgobierno actual se deslizó hasta el borde del abismo de la crisis de hoy aprovechada por los criminales del EPP.
Fernando Lugo, violador cotidiano de la Constitución, a la cabeza de una auténtica asociación de irresponsabilidad ilimitada, es el Tartufo presidente de una República que todavía no empieza a serlo de verdad. Es también el comandantito en Jefe de nuestra Fuerza Pública reducida a su medida, la de quien hasta ayer estuvo empeñado en convertirnos en vasallos de una “revolución bolivariana” que, ahora y por suerte, se encuentra en su crisis terminal.
Tuvo que llegar el Tartufo paraguayo para que todo empeorase, a un punto tal que el Paraguay tiene como uno de sus escenarios posibles incluso el de una guerra civil que larvadamente se ha desatado en el campo por la irresponsabilidad de Lugo y sus entornos politiqueros. El leal y honestamente patriótico país de los paraguayos debe reaccionar con firmeza, y siempre en el marco de la Constitución y de las leyes, para enfrentar y derrotar esta amenaza. La única y real fortaleza que tiene el EPP es que lo mejor de la inmensa mayoría del Paraguay, ese que busca establecer de una vez por todas el Estado de derecho democrático, hasta ahora no ha decidido pasar a la ofensiva.


Nota: Este artículo fue publicado en noviembre de 2011, en los portales La Rueda y Neike, Asunción.

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