(Foto ©Telefuturo, publicada por UH). |
Leyendo lo que se ofrece a continuación, se entenderá mejor lo que no podemos explicar con la claridad requerida. Veamos:DESARROLLO. [1] Fulgencio Batista cayó derrotado por la falta de disciplina y voluntad de lucha de su ejército.
Si el desgobierno de Cartes persiste en la suprema e irresponsable necedad de los “poderosos” de turno, en este caso la de no contar con una política de Estado en materia de Seguridad y Defensa (lo que no debe ser confundida con la pésima ¿normativa? parida por una de las tantas “legislaturas” politiquero-partidocráticas, de 1999 o 2000, creo), y persiste en la traición del inexistente “combate” a los narcoterroristas del EPP (quienes intentan Exterminar al Pueblo Paraguayo), el Paraguay corre peligro de terminar en el caos y la anarquía del “estado de naturaleza” hobbesiano. Es el precio a pagar por la muy precaria existencia del proceso de apertura política de 1989, traicionada por quienes usurpan la soberanía popular, disfrazados de senadores y diputados: no interesan los casos excepcionales de quienes tienen grados diversos de capacidad para la dimensión parlamentaria de la ciencia y el arte del gobierno, pues carecen de la posibilidad de impedir el estallido de lo que restan de la Nación y la República del Paraguay. La ficción de la “Fuerza Pública”, yuxtaposición de las FFAA/FFMM y la Policía Nacional, se encuentra en un estado tal de postración debido a los sucesivos desgobiernos de 1989 en adelante, que arrasaron con las instituciones de la sociedad y el Estado, entre ellas las militares y policiales, debido a las sanguinarias luchas politiqueras de los civiles por el poder, que profundizaron la anemia y anomía del aparato de Estado del país, a punto de colapsar. Todo fue debido a la irresponsabilidad partidocrática de formar desgobiernos solo para apropiarse del tesoro nacional, como ya lo denunciara con rabiosa sabiduría, en 1913, el estadista que fuera Eligio Ayala (1924-1928), uno de los dos que tuvo nuestra historia: el otro fue Eusebio Ayala (1932-1936), según el autor de este artículo.[2] Los Castro y Guevara no vencieron a Batista, quien ya fue “rendido (por sus propias tropas) antes de comenzar las hostilidades…”.
De mantenerse lo acabado de exponer en [1], en algún momento de exacerbación del descontento popular, se aprovecharán de ello los narcoterroristas EPP, y sin doctrina, estrategia y tácticas, y carentes de liderazgos profesionales naturales y auténticos (que existen pero están postergados o “retirados”), la actual Fuerza Pública paraguaya se rendirá sin haber cumplido sus componentes con las respectivas misiones constitucionales. La rendición puede ser incluso pasiva, pues la carencia de mística, liderazgo, estrategia, etc., puede llevarlos a la autodisolución.[3] “…en las tropas gubernamentales no había ni entusiasmo ni temple ni convicción… la unidad monolítica del ejército regular no resistía análisis…”.
Lo que ocurrió en la Cuba del dictador Batista es lo que está pasando en el Paraguay, en especial a partir de los sucesivos desgobiernos de NDF, Lugo, Franco y Cartes.[4] Batista enfrentó a los guerrilleros del “Movimiento 26 de Julio” con un ejército de 50 mil hombres y 30 mil policías. En su fase de mayor crecimiento, Fidel Castro no llegó a reunir el 10 por ciento de los 80 mil integrantes de las fuerzas represivas del dictador, que contó con una muy buena logística bélica; sus arsenales incluían tanques, aviones, ametralladoras pesadas, municiones y armas modernas. El balance de poder era abrumadoramente favorable a la dictadura.
En el Paraguay del presente ni siquiera existe ese balance objetivo del poder estratégico, que en la Cuba de Batista le era favorable, y ello permite disfrazar la debilidad operativa, político-ideológica y social de los sicarios narcoterroristas del EPP, y potenciarles para aprovechar un momento de vacío total del poder.[5] A pesar de ello (de lo que se informa en el numeral 4), y tan solo con 300 guerrilleros Castro rindió “[…] a la base militar de Santiago –la segunda en importancia del país, solo superada por la de Columbia, en La Habana–, defendida por cinco mil soldados. […]”.
En cualquier momento puede ocurrir que el reducido grupo de narcoterroristas (¡no alcanza al medio centenar el número de sus fusileros operativos, y con diverso grado de experiencia criminal!) asalte una importante unidad militar o sede policial o del aparato de Estado para hacer una demostración de poder. [6] Tal “milagro” (la caída de la importante unidad militar de Santiago: numeral anterior) se produjo pues “el jefe de la guarnición” la entregó sin combatir, confiando en que Castro, una vez triunfante la revolución, cumpliría su palabra de nombrarlo comandante del ejército revolucionario, en pago a su traición. En lugar de eso el felón fue fusilado apenas hubo triunfado la revolución. No debe olvidarse que la infiltración castrochavista en el Paraguay comenzó en el desgobierno de NDF, se amplió y profundizó con el apóstata, lujurioso e incompetente ex obispo Lugo, se mantuvo teniendo perfil más bajo durante el desgobierno provisional de Franco, y persiste ahora con Cartes y sus “asesores”, incluyendo a periodistas y dueños de la prensa poder fáctico, desde que el Palacio de López nos insertó en la Unasur (después del 15 de agosto de 2013), que tiene a traidores paraguayos en altos cargos militares, policiales y del aparato de Estado y también en dimensiones significativas de la sociedad, incluyendo en ello a los autodenominados “intelectuales militantes”, que desde luego no lo serán “hasta las últimas consecuencias”, pero quienes no desperdiciarán la menor oportunidad de perpetrar mayores felonías. [7] Además (de la “rendición”, sin disparar un tiro, de la estratégica unidad castrense de Santiago de Cuba, en tiempos de la lucha revolucionaria contra Batista, cuando Castro “no era todavía” comunista), “[…] Al llegar a la capital los rebeldes del Segundo Frente del Escambray y del Directorio contaban con mil quinientos efectivos. Enfrente, todavía bien armados y pertrechados, las tropas gubernamentales –los soldados y policías– no eran menos de diecisiete mil. Contra toda lógica, se entregaron sin pelear. Poco antes, el Che, al frente de una columna de doscientos hombres, atravesó sin ser detectado la provincia de Camagüey –una verdadera pampa– y pudo llegar a la sierra del Escambray sano y salvo.[…]”.
Esto no es política ficción. La política, como la física, no admiten el vacío de poder.[8] “[…] Estos ejemplos no son aislados y dan cuenta del nulo espíritu de combate del Ejército regular. Batista insistió en todo momento en que la guerrilla estaba en retirada y sería vencida a corto plazo. Por eso no le prestó atención a los pocos oficiales capaces con los cuales contaba y confió el manejo de operaciones a ex sargentos adocenados que se llevaban mal entre ellos y tenían la misma avidez crematística del presidente que los había transformado, de la noche a la mañana, en generales llenos de entorchados ridículos y medallas de latón.[…]”.
Pareciera un escrito sobre el Paraguay del presente, y siempre teniendo en cuenta las excepciones de profesionales institucionales que sobreviven en las FFAA y la PN. [9] Que los generalitos batistianos “[…] no hayan podido dar cuenta de los ciento cincuenta rebeldes con los cuales contaba Castro a principios de 1957 es la prueba más cabal de su ineptitud. Inclusive a mediados del año siguiente, lanzada la única ofensiva de alguna envergadura contra las posiciones rebeldes en la Sierra Maestra, tranquilamente pudieron haber tenido éxito. Los diecisiete batallones concentrados para la ‘Operación Verano’, cada uno con una compañía de tanques y el correspondiente apoyo aéreo, sobraban para ganar en la medida en que los generales Eulogio Castillo y Alberto del Río Chaviano, al mando de las dos alas en las que se había dividido el ejército, hubiesen consensuado una estrategia en común. Como no se hablaban y su enemistad era cosa sabida, hicieron un papelón mayúsculo del que Castro se aprovechó mediáticamente.[…]”.
Todo retroceso o fracaso de la “¿Fuerza de Tareas Conjunta” (FTC)? también lo aprovechan mediáticamente los aspirantes a EdelPP, y los caviarnícolas, traidores a la Patria paraguaya Humanidad.[10] Los conflictos y enfrentamientos entre los comandantes militares del dictador, y la incapacidad para luchar que demostraron, a más del miedo que padecían y les impedía combatir, “[…] favorecieron a la guerrilla, cuya moral de lucha resultaba óptima y se movía en el terreno elegido para dar la pelea como pez en el agua. En el campo opuesto, el principal causante de la derrota, el comandante del ejército, general Francisco Tabernilla, no tuvo más remedio que que confesarle a Batista la verdad: ‘Los soldados están cansados y los oficiales no desean pelear. No se puede hacer nada más’. Sería inimaginable que el general José Moscardó le hubiese dicho a Francisco Franco que rendía el Alcázar de Toledo por el cansancio de sus cadetes y la falta de convicción de sus mandos. […]”.
¿Les suena conocido esto? Recuerden que el comandante de las FFMM, un ¿general de Ejército?, nada menos, ¿hábil estratega y respetado líder militar?, perpetró un sincericidio público cuando dijo que la inexistente lucha contra los pretendientes a EdelPP era muy desigual, porque los ¿soldados?, por él ¿comandados?, tenían dificultades para encontrar a “un gato”, pues les resultaba casi imposible entrar al ¿impenetrable?, extensísimo y desconocido territorio de selvas vírgenes, plagadas de peligro, además, en las cuales los narcoterroristas se sienten como pirañas en su río… [11] “[…] En toda la guerra, las fuerzas gubernamentales tuvieron trescientas bajas y en la única batalla propiamente dicha, la de Santa Clara, el Che perdió cuatro soldados. Ello transparenta la dimensión de una contienda que Castro ganó más a fuerza de ingenio y coraje para mantener sus posiciones y hacerle la vida imposible a la desmoralizada tropa enemiga, que a la aptitud para combatirla y vencerla a través de una campaña militar en regla. Terminadas las hostilidades, un vasto conjunto de oficiales de Batista –Villafañe, González Finales, Ubineo León, Quevedo, Oquendo, Durán Bautista y Braulio Coronú– ofreció sus servicios al castrismo como si nada hubiera sucedido. Hay, pues, razones de peso para suponer que buena parte de quienes se entregaron sin desenfundar sus armas en plena guerra civil estaban interesados en tender puentes de entendimiento con el castrismo y asegurarse así un futuro en el caso de que ellos resultasen derrotados […]”.
¿Estamos retrocediendo en similar dirección que los militares y policías de Batista?COLOFÓN. Desde luego, nunca dos situaciones históricas son en su totalidad equiparables. Por ejemplo, nadie entre los sicarios del narcoterrorismo local tiene las excepcionales condiciones de liderazgo carismático y de personalidad del genocida Fidel Castro, y tampoco las del criminal en serie que fue Ernesto “Che” Guevara Lynch de la Serna. Ninguno de los de los Edel PP tiene el grado de lucidez e inteligencia infernales de Castro y Guevara. Pero el azar en la historia tiene sorpresas, generalmente no gratas para la humanidad. Cuando Chávez
fracasó en su golpe de Estado contra el presidente Carlos Andrés Pérez (trágicamente devenido en otro politiquero partidócrata y corrupto como la inmensa mayoría de los líderes “democráticos” de la Venezuela de fines del siglo XX), ni siquiera él mismo, podía imaginarse en lo que se transformaría, también como líder carismático, populista y castrista, con un arsenal de petrodólares en la faltriquera. Abimael Guzmán, el genocida “Camarada Gonzalo”, numen y jefe absoluto de “Sendero Luminoso” lanzó su primera proclama sobre la “lucha revolucionaria”, en el episodio de los perros desollados vivos en Lima (frente a la embajada de la China de Deng Xiao ping, que de roja se transformaba en rosada), los politiqueros e intelectuales marxistas del Perú lo consideraron un estrafalario personaje casi sin autonomía de vuelo, y terminó incendiando al Perú durante dos décadas. Y el “patrón del mal”, el también genocida Pablo Escobar Gaviria, quien empezó su carrera delictiva como “motochorro” y ladrón de lápidas de lujo en cementerios de Medellín, fue un auténtico producto de la generalización de la putrefacción de la sociedad y la política en Colombia, la de las dos últimas décadas del siglo XX.
Dos de los narcoterroristas de quienes intentan ser EPP o Exterminadores del Pueblo Paraguayo (Foto ©Telefuturo, publicada por UH).
0 comentarios:
Publicar un comentario