miércoles, 20 de febrero de 2013

Las “victorias” de los castro-“bolivarianos” son trampas electoralistas, como la de Correa en el Ecuador, y las anteriores a él en países de la región, el perfeccionamiento totalitario del autoritarismo tradicional, el del vaciamiento de las instituciones y políticas de contenido democrático, que se acompañaba, como en el Paraguay de Stroessner, de la “pedagogía del miedo” y del precio de la paz, la corrupción sistémica, pero en niveles que nunca rozaron al del origen del modelo actual, el genocida y corrupto régimen totalitario castrista


Rafael Correa, como otros castro-“bolivarianos” del área encamina al Ecuador hacia el totalitarismo comunista, disfrazado de “socialismo siglo XXI”, la tradicional “dictadura del proletariado” de las mal llamadas “democracias populares” (Fuente: Rodrigo Buendía de AFP, foto bajada de elpais.com.es).



La despótico-republicana Cristina Fernández de Kirchner –es también castro-“bolivariana” ella–, la cada vez menos todopoderosa sultana “socialista Rolex Presidential”, de muchas decenas de miles de dólares cada unidad, con “proletaria” esfera de diamantes, una apenas de las manifestaciones de su perversidad para con la inmensa masa de excluidos y pobres extremos argentinos, está ya empezando a navegar la fase de reflujo de su inmensa prepotencia, y por tanto es de gran peligro para la Argentina, el Paraguay, la región y el mundo. En el Ecuador, en superficie, en cambio, sometido igualmente al castro-“bolivarianismo”, pero con ciertos perfiles propios del presidente Rafael Correa, ahora en su momento cenital de gloria politiquera, de tendencia totalitaria y descaradamente del peor populismo, acaba este mandamás de turno de fortalecerse electoralistamente, y ya sin límites, ¡con mayoría apabullante de las bancas en la Asamblea Nacional! Pero la coyuntura en el área es diferente. De todas maneras se trata de otro síntoma, y muy cercano, de la carencia de liderazgos democráticos, en todo el mundo, urgido de líderes auténticos, capaces y modernos. Por ahora no hablamos ya de estadistas…

El resultado inmediato del domingo 17 de febrero, en el Ecuador, jornada de votación (no de elección competitiva, pluralista y en igualdad de condiciones con sus incompetentes contendedores) es un Correa todavía más furioso y alborotador (la Real Academia resume en la palabra “energúmeno” tales características atrabiliarias, las de otro aspirante regional al modelo totalitario de dominación: si de izquierda o derecha es algo que carece de relevancia en estas circunstancias), y también la de un líder más desbocado (si cabe), amenazante y ultrapolarizador de odios de clases exacerbados.

La politiquería, ni muy muy y tampoco tan tan
Pero ni muy muy y tampoco tan tan, lo acabado de exponer. No vaya a creerse que todo lo que huele a multitud lo es y mucho menos democrática, en el sentido pleno y actual del concepto. Lo de Correa, victoria maniobrera desde el poder en construcción, tiene en contra numerosas variables. Por ejemplo, que el castro-“bolivarianismo” acaba de iniciar su crisis terminal (más por la variable biológica que por la histórica), lo que le generará problemas al ecuatoriano e innumerables y graves peligros a quienes deseamos vivir en la paz de las instituciones jurídicas y políticas, las de las sociedades abiertas, en nuestros países y el mundo.

Para el régimen del “Correazo” (así lo definió antes de la votación, y muy adecuadamente, el editorialista y vicedirector del matritense “El País”, Miguel Ángel Bastenier), la decadencia del eje La Habana-Caracas es una variable externa negativa, e inesperada, en el  proyecto de dominación interna del ecuador.

La coyuntura presente, también, actualiza y pone en duda las ambiciones de Correa de suceder a Chávez en el liderazgo de los restos de las oligarquías plutocráticas y de poderes fácticos del castro-“bolivarianismo” en la región. Ensoberbecido, el ecuatoriano, ¡vaya novedad!, lo es habitualmente, y más ahora, lo bueno para nosotros es que todavía no se ha percatado de esa falla, no geológica, y aunque biológica ya plenamente histórica, en el proyecto totalitarismo siglo XXI para el mundo, empezando desde América Latina y el Caribe. También Fidel Castro juega sus minutos finales de una existencia de desmanes caligulesco-stalinistas desde su poder totalitario.

Cuando en un futuro no tan lejano Correa haya dejado el Palacio de Carondolet, tras quince o veinte años en la presidencia unipersonal ecuatoriana, se comprobará una vez más que su duración en el mando Ejecutivo, antes que  la estabilidad positiva de la gobernabilidad democrática dejará el inevitable saldo negativo y mayor de los desgobiernos típicos de los “Estados fallidos”, proto totalitarios en este caso, que debilitan por completo lo institucional, y carecen de la posibilidad de fácil reemplazo para el líder carismático de turno.

En tan difíciles circunstancias habrá de iniciarse de nuevo la construcción de la necesaria institucionalidad del Estado de derecho democrático (Edd) y el fortalecimiento de la sociedad abierta, en el Ecuador, pero ya cuando el ciclo coyuntural de bonanza económica haya cesado. Es este, el ecuatoriano-correísta, otro ejemplo del fracaso, todavía reversible, pero no sin gran esfuerzo, que jamás debe ser apenas electoralista, del ideal del Edd y de la sociedad abierta en la región, causado por la debilidad de nuestras instituciones republicanas y democráticas.

Contribuyeron a ello la inconsistencia de la cultura democrática en las sociedades de la región, y, por encima de todo, otra manifestación, la de la crisis terminal de los liderazgos tradicionales, hayan sido estos oligárquicos, burgueses, populistas, caudillistas “démodé” (politiqueros y militaristas), y también de la precariedad de aquellos liderazgos autodefinidos ideológicamente por el “socialismo siglo XXI”. Las “candidaturas” presidenciales paraguayas, para abril próximo, sin excepción alguna, exhiben esta tan grande limitación del “liderazgo” actual en nuestro país.

Lo que está ocurriendo en el área, es sobre todo expresión de la peligrosa tendencia a la proliferación de inventadas candidaturas de los “outsider”, mezcla de costosísimas campañas de mercadotecnia politiquera con la irrupción generalizada de los aventureros autoproclamados presidenciables, quienes se estrenan en las luchas por el poder nada menos que como candidatos a ¡presidentes, parlamentarios, gobernadores y ediles!

Para contextos diferentes, pero asimilables a los casos que analizamos, el periodista compatriota Víctor Benítez, empeñado casi siempre en sepultar su gran talento comunicativo, bajo torrenciales procacidades (es su derecho el pronunciarlos, como el mío a criticarlo), utiliza la tan sabia expresión de… “¡y así nos va!”.

Perfección totalitaria del stroessnerismo
Las “izquierdas”, en América Latina y el Caribe, después de fracasado el asalto armado al poder (guerrillero primero, terrorista después, en los años de las décadas de los sesenta a los ochenta del siglo XX), aprovecharon las ventajas de nuestras transiciones a democracias de muy baja calidad, y las aperturas apenas politiqueras, como la paraguaya, para elaborar una nueva ingeniería de la toma del poder, desde la captura de los gobierno por medio de los formalismos electoralistas.

En los hechos, paradojas de la historia, la “progresía” regional no está haciendo otra cosa que el perfeccionamiento totalitario del modelo neoautoritario del general Alfredo Stroessner en el Paraguay, inserto en esta parte del mundo bipolar de la Guerra Fría (1954-1989), y funcional a tal régimen internacional de poder.

La exitosa experiencia de reconversión de la dominación stroessnerista, renovado bajo el indiscutido y perverso liderazgo de Fidel Castro, fue perfeccionada desde la izquierda comunista y neopopulista, recurriendo al totalitario vaciamiento de las débiles “democracias” apenas formales de la región. Para eso se hizo necesario llegar electoralistamente al gobierno, agitando el pretexto y modelo de las “democracias participativas”.

Desde el Palacio se construiría el poder del “socialismo siglo XXI”, el disfraz contemporáneo de las “democracias populares” o de las “dictaduras del proletariado”, tan desprestigiadas a raíz de sus campos de exterminio, del aplastamiento con sangre y opresión de libertades, derechos y garantías humanas fundamentales, bajo el totalitarismo, y por la expansión de la miseria, mientras se expandían las nuevas clases dominantes, ejemplificadas magistralmente en la soviética “nomenklatura” comunista.

Regresando a Correa, tiene este más vuelo propio que el Medio-Evo Morales. El boliviano, a diferencia de aquél nunca tuvo algunas de las características carismáticas del dictador Hugo Chávez y nada hace pensar que vaya a adquirirlas ahora. Por de pronto, Morales, ya ha empezado a fortificarse en el Palacio Quemado, la casa de gobierno en La Paz.

En el frente de ese edificio existía hasta hace algún tiempo un antiguo farol ornamental. Pero queda el sitio, que a diario recuerda y ha recordado siempre a los inquilinos, de la también residencia presidencial, el homicidio perpetrado por una turba enardecida, en 1946, del entonces presidente coronel Gualberto Villarroel, un héroe boliviano de la Guerra del Chaco (1932-1935). Los enemigos coaligados del dictador, luego de haberlo ultimado con vesania, colgaron del poste del alumbrado público su ultrajado cadáver. Desde entonces esa memoria se ha convertido en una suerte de “espada de Villarroel”, que pende sobre la cabeza de cada presidente y autoridades en el Altiplano.

Medio-Evo lo sabe y por eso su recurso a fuerzas de seguridad del KGB castrista, y a terroristas iraníes, para protegerlo en el Palacio Quemado. Llegado el momento de poco le servirán los mercenarios extranjeros: los bolivianos enojados son duros como los minerales andinos y explosivos como la dinamita que apenas rasga sus yacimientos…

Sin ninguna duda, además, Correa ya no tendrá tiempo para recomponer sus relaciones algo “díscolas” con el totalisaurio del Caribe, el genocida de su pueblo y de otros más, Fidel Castro (el progenitor directo o indirecto de esta nueva generación de castristas), el poder detrás del trono de las locuras locales, regionales, hemisféricas y mundiales protagonizadas por Chávez, incluso desde su muerte o inhabilitación todavía no declarada oficialmente, quien desde ultratumba o casi continúa desgobernando a sus martirizados y oprimidos compatriotas.

Bastenier y el ”Correazo” ecuatoriano
El señor Bastenier  define con precisión la esencia del régimen populista y patrimonialista del “Correazo” (ver el primer enlace después de este texto), metáfora muy explicativa de la realidad ecuatoriana actual, y lo hace calificándolo de “caudillismo social plebiscitario, o democracia delegativa, en la que el voto lo decide todo y confía el poder al vencedor”. Una modalidad actual del tradicional y perverso “juego de suma cero” en la lucha por el poder en la historia de la humanidad. El periodista de “El País”, historia brevemente la saga, pero real, del correísmo:

“[…] Hasta que dispuso en 2008 de una constitución a la medida de los amplios poderes que ambicionaba, Rafael Correa se dedicó a arrasar con el Antiguo Régimen. La democracia representativa, bien que de escasa densidad política, había sido restablecida en 1979, pero entre 1997 y 2005 tres presidentes no pudieron concluir mandato. Y la reformulación, pero no refundación del Estado, se ha producido a partir de esa fecha, a ‘correazos’, como es el propio presidente, abrupto, intolerante, precipitado, aunque sin duda animado de las mejores intenciones […]”. En esto olvida Bastenier que la política es el mundo de los resultados, y no de lo bueno que alguien quiere ser, desde el poder o para llegar a él.

Y aquí su definición del patrimonialismo populista, el del “Correazo”: “[…] El sistema político ecuatoriano podría definirse como un caudillismo social plebiscitario, o democracia delegativa, en la que el voto lo decide todo y confía el poder al vencedor. Para ello ha sido preciso, sin embargo, el suicidio de una clase política que presentará el domingo a siete candidatos contra el líder, que solo serán capaces de repartirse en orden disperso las migajas que deje el presidente, en una campaña sin campaña, como dice el analista Simón Pachano. ‘¿Por qué Correa tiene a gran parte de la opinión a comerle de la mano?’[…]”.

La explicación del periodista español al sociólogo disidente ecuatoriano, surge de una matriz típica totalitario-“bolivariana”: “[…] Lo primero es el petróleo. En los últimos seis años los ingresos del Estado han casi doblado los de los 10 anteriores. Pero Hugo Chávez ha gozado de idéntica subvención de la naturaleza y la economía venezolana deambula en precario, mientras que macro y microcifras sonríen a Ecuador. Lo segundo es cómo se ha desplegado esa bonanza. El presidente pidió el 15 de enero licencia a la cámara para postularse, excusándose supuestamente de la obligación de gobernar. Pero ya había gobernado todo lo que precisaba. En enero se aumentaba el llamado Bono de Desarrollo Humano de 35 a 50 dólares mensuales que perciben al menos dos millones de votantes; el de la Vivienda ha pasado de 5.000 a 6.000 dólares para adquirir techo por un costo no superior a 15.000 dólares; y el salario básico se ha corrido de 292 a 318, siempre de la divisa norteamericana que es la circulante en el país. Pero también ha construido 7.000 kms. de carreteras, están en proceso ocho centrales hidroeléctricas, triplicado los presupuestos de Sanidad y Educación, pronto habrá una línea de metro en Quito, y se trabaja en un nuevo aeropuerto para la capital […]”.

Así cualquiera “arrasa” en las votaciones. Ni en su mejor momento de disponibilidad de caja Stroessner llegó a disponer de tanto poder de compra de votos, combinando incluso el “precio de la paz” con la pedagogía del miedo, que también existen en el Ecuador del “Correazo”. Lo mismo ocurrió con el último “triunfo electoral” de Chávez en Venezuela, el que ya no pudo disfrutar.

Después, el editorialista de “El País” madrileño se ocupa del ADN represivo del correísmo: “[…] Aunque inicialmente marcaba palpables diferencias con el chavismo, como cuando tardó en sumar Ecuador al ALBA —Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América— la mímesis con el hoy doliente mandatario venezolano ha ido ‘in crescendo’. Correa tiene un enlace sabatino de tv para impartir ‘correología’, a lo que ha renunciado, coqueto, durante la licencia; interrumpe cuando quiere los programas del prójimo, casualmente cuando se le critica; ataca a la prensa no adicta, que es lo que queda a guisa de oposición, y limita o excluye publicidad estatal ‘para los medios mercantilistas y no beneficiar así el negocio de seis familias’; e igualmente prohíbe a los servidores públicos que hagan declaraciones al enemigo de papel. Queda solo el dólar como recuerdo de ‘la oscura noche neoliberal’ […]”.

Si no es “socialismo siglo XXI”, ¿qué?
El de Correa es también el camino  neoautoritario hacia un neototalitarismo que avanza en la región, disfrazado de “socialismo siglo XXI”, y hasta ahora solo trabado en la historia más por el azar (la enfermedad de Chávez y la peligrosa senilidad de Fidel Castro), que por la voluntad política de oponérsele como proyecto de dominación casi continental. El caso del Paraguay, con la constitucional destitución del “bolivariano” Fernando Lugo, la primer derrota política y diplomática de La Habana y Caracas en el área, hasta ahora es la única padecida por el tándem Castro-Chávez.

Como en casi toda América Latina y el Caribe, víctima de la soberbia de los “nacidos para mandar” en provecho propio, y no para gobernar como servidores públicos, y de sus promesas democráticas siempre incumplidas, los politiqueros ecuatorianos fragmentados no existen, ni siquiera como oposición bastarda, no hablemos ya de alternativa, debido a la fragmentación suicida en que están empeñados mínimos líderes. Por eso no pueden, y de seguir así tampoco podrán, hacer frente democráticamente al indudable liderazgo de Correa, que ahora es ya poder en construcción.

A las elites tradicionales del Ecuador, siempre tan alejadas del pueblo, y solo obsesionadas  por sus intereses sectoriales, ni les interesa la brillante interpelación del sociólogo disidente ecuatoriano, Simón Pachano, mediante la cual explica  la abrumadora votación, no es una elección, que acaba de protagonizar el energúmeno presidente reelecto.

Para ello, recordemos, Pachano se pregunta: “¿Por qué Correa tiene a gran parte de la opinión a comerle de la mano?”. La respuesta es que, a diferencia del caos chavista, Correa no descuida compartir populistamente una porción no desdeñable de las actuales rentas petrolíferas ecuatorianas, y otras, en “transferencias monetarias y sociales”, y en grandes obras nacionales de infraestructura (el multiplicador del gasto público en pleno apogeo), que están haciendo pagar al Ecuador el costo ambiental de mil usinas de Itaipú. De hecho, en las obras públicas en cuestión, Correa se lanzó a la construcción de casi una decena de usinas, mucho menores que la de la EBI, pero igualmente letales en cuanto a la biodiversidad y cambio climático se refiere. La corrupción y la represión son su complemento.

El dictador paraguayo, el general Alfredo Stroessner (1954-1989), a eso le llamaba “el precio de la paz”: prebendas, corrupción, populismo, obras públicas y autoritarismo, para beneficio material, altamente estratificado, de quienes estaban dentro del sistema. Antes que él, un tal Fulgencio Batista, al dictador cubano que gatilló la figura de Fidel Castro como supuesto “paladín” de la democracia en el mundo, era frecuente escuchar decirles a propios y extraños, lo de “¡Tiburón baña, pero salpica!”. Todo esto lo resumió Lula en su “mensalao”, y lo practican Medio-Evo, Ortega, Dilma, CFK y Mujica, cada uno a su manera, como Correa.

Este, lector o no de Maquiavelo, Correa es Maquiavélico: él sabe que su liderazgo se construye sobre su matrimonio “morganático” con la inmensa mayoría de pobres ecuatorianos, ahora muy subsidiados (¿hasta cuándo?), que es la fase del “amor”, que diría el autor de “El Príncipe”, y siempre con buenas dosis de terror, que cada cierto tiempo hace estallar el gobernante neopopulista y autoritario, pero no indiscriminadamente, como ocurriera con el supuesto intento de “golpe de los policías” de años atrás. Y en contra de la “bestia negra” de la prensa “cuarto poder” y nunca “contra poder”, y por ello tan desprestigiada entre el pueblo.

Bastenier, regresando sobre sus pasos, los de un artículo triunfalista sobre la política en América Latina y el Caribe, de fines del año pasado, que nosotros criticamos muy duramente, en este blog (ver segundo y tercer enlaces), concluye su nota del presente con una reflexión digna de ser pensada también por nosotros. Dice con más preocupación que tranquilidad:

“[…] Una América Latina, ya mayor de edad pero dividida entre bolivarianos y occidentalizantes, vive una gran pugna. ¿Es América Latina el Nuevo Occidente, pujante y ufano de estadísticas? El presidente boliviano Evo Morales abomina de Europa y EE UU; el chavismo, con o sin líder histórico, flota entre Teherán y Brasilia; y Rafael Correa, que parecía adquirido al reformismo occidental, puede que aún no haya dicho su última palabra, pero la tentación de suceder al exmilitar de Caracas como líder de los radicalismos populistas es muy grande. Más que el propio Ecuador […]”.

Es para que reflexionemos, todos, empezando aquí, en el Paraguay, para convencernos de una vez por todas que, lo que está en juego, para nosotros es nada menos que la batalla castro-“bolivariana” por apoderarse de la Patria Paraguaya. A cualquier precio.


JLSG
Asunción, a miércoles 20 de febrero de 2013
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Código del artículo: RCCT



Enlaces:
http://internacional.elpais.com/internacional/2013/02/12/actualidad/1360684535_166536.html
http://internacional.elpais.com/internacional/2012/12/26/actualidad/1356513810_174419.html
http://jlsimong.blogspot.com/2013/01/un-falaz-articulo-de-el-pais-madrid.html


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