sábado, 16 de febrero de 2013

El martirio todavía impune, no castigado en plena Justicia, de Cecilia Cubas y otros horrendos crímenes, del pos 1989, sean de origen politiquero, “revolucionario” o de criminalidad común, siguen interpelando a la sociedad paraguaya, que aún carece del liderazgo e instituciones político-partidarias de servicio y bien público, capacitados para conducir a la Patria, con firmeza y en el marco de las leyes, hacia la construcción del Estado de derecho democrático y de la sociedad abierta, cada vez más necesarios en una coyuntura y ambiente internacionales preñados de muy densos nubarrones y de más y peores agresiones al Paraguay


Con su madre Mirta Gusinky, Cecilia Cubas, hija también del ex presidente Raúl Cubas, secuestrada y martirizada con sevicia, hasta su alevoso homicidio por terroristas hoy autodenominados del EPP (surgido en medio de ¿omisiones? cómplices del desgobierno Colorado de Nicanor Duarte Frutos, y bajo la protección directa o indirecta del entonces obispo Fernando Lugo y de sus secuaces, quienes poco después formarían otro desgobierno con el prelado apóstata al frente), en un momento de vida social en que nada hacía presagiar su inhumano secuestro y trágico fin, que hasta hoy es uno de los grandes lutos de la sociedad paraguaya contemporánea. Este y otros crímenes todavía no han sido castigados en Justicia, ni los sentenciados ni sus más importantes responsables (Fuente: abc color”).


El secuestro extorsivo con fines terroristas no fue la simple “retención” de una persona, (como le dijera una de las involucradas desde “El Buen Pastor”, en horrenda celebración del crimen organizado a una conocida periodista “revolucionaria”, quien aceptó en silencio, ¡siempre tan discutidora ella!, tal manifestación de público odio sin límites) y su rescate en modo alguno puede considerarse un “impuesto revolucionario” (escuchado con silencio cómplice por la misma y conocida periodista, tan afecta a la vida burguesa, ella, dizque luchadora revolucionaria).

El secuestro y homicidio con sufrimientos inenarrables de Cecilia Cubas interpela hasta hoy a toda la Patria paraguaya, desde esa horripilante manifestación de inhumanidad extrema, como en tantas otras sin tinte politiquero ni falsamente revolucionario, de nuestra “vida cotidiana”.

Nos interpela porque no se hizo justicia en este y en otros casos: ¿cómo hacerla si en el Paraguay no existe un Estado de derecho democrático y apenas tenemos poderes fácticos gubernamentales entre ellos el “jurisdiccional”?

¿Acaso existió Justicia para las víctimas inocentes también del inmenso negociado de vidas humanas que fue el crimen masivo del “Ycuá Bolaños” que debiera ser llevado a la Corte Interamericana de Derechos Humanos?

¿Y la hubo en el supuesto magnicidio de Luis María Argaña, a todas luces convertido en un instrumento de persecución de una pandilla en el poder en contra de otra que aspiraba a ocupar su lugar?

¿Y qué hay de todas las víctimas “colaterales” de esa y otras “cazas de brujas”, y de la masacre tampoco jamás investigada ni juzgada indubitablemente en Justicia, la del “Marzo paraguayo”, con el que lucraran tantos, unos politiqueramente y otros como “defensores” de los derechos humanos?

A las organizaciones del “negocio”, material e ideológico de los derechos humanos, una de ellas gubernamental y de reciente data, que tienen líderes que admiran a los regímenes totalitarios de Cuba, y al ya casi de Venezuela, y reconocen como portaestandartes al réprobo, y, en los hechos, apóstata Mario Melanio Medina, y al predicador del odio y de la lucha de clases Francisco de Paula Oliva, y tantos más: ¿les preocupan acaso las víctimas mortales de Curuguaty, las de los campesinos y las de los policías que perdieran la vida en esa otra y enésima jornada luctuosa de nuestra historia? ¿Alguna de las organizaciones de DDHH se ocupó alguna vez de las víctimas inocentes del 3 de Febrero?

El involuntario y horrendo martirio de Cecilia Cubas, con rasgos evidentes de vesania, también nos interpela porque pone en evidencia, de parte de los ideólogos, cómplices y ejecutores de este tan extremo ejemplo criminal de totalitarismo, lo profundamente dividida que está la sociedad nacional, inficionada por ideologías de la muerte que anidaron en nuestro medio y que no encuentran la contención desde instituciones nacionales políticas, gubernamentales, educativas, religiosas, empresariales, sociales, etc., y tampoco el castigo correspondiente tras el debido proceso y la sentencia indubitable.

Nadie recuerda ya las agresiones antirepublicanas y protototalitarias del desgobernante ensoberbecido y procaz que fuera Nicanor Duarte Frutos, prohijador directo o indirecto, todavía no lo sabemos, de la banda criminal de terroristas, los del autodenominado EPP, a la que ciertas “autoridades nacionales” quisieron brindarle la condición de grupo “guerrillero”, el paso previo antes de transformarlas, por arte de birlibirloque, en “fuerzas beligerantes” locales…

¿Acaso se avanzó con decisión en las “investigaciones” de la subversión totalitaria castro-“bolivariana”, antes, durante y después del juicio político al apóstata y desgobernante Fernando Lugo Méndez, incluyendo las acciones intefrvencionistas, consentidas por el presidente y el “canciller paraguayo” Jorge Lara Castro, del pyragüé chavista Nicolás Maduro aquí?  Hoy Lugo es predicador confeso, y no convicto, de la violencia “revolucionaria”, además.

Este truhán politiquero y maldito, quien no descansa en su trabajo cada vez menos de zapa, y, por el contrario, crecientemente abierto y más y más agresivo, en contra de la pacífica convivencia en nuestra sociedad, jamás será investigado por quienes están momentáneamente en Palacio, a quienes no conviene en modo alguno fortalecer la Justicia, porque el día de mañana inevitablemente también deberán ser convocados por ella. Y tampoco a los que aspiran al sillón presidencial, y a diversas magistraturas electivas y no, les interesa una justicia proba, independiente e imparcial…

Si seguimos así, y nada permite pensar en contrario, a tenor del imperante electoralismo politiquero de hoy día, el sacrificio de Cecilia Cubas, y de tantos otros compatriotas, habrá sido en vano y muy pronto veremos que las elites politiqueras, intelectualoides, seudo empresariales, sociales e institucionales del país, y otros sectores, todos ellos sempiternos sembradores de vientos huracanados en la historia nacional, nos envolverán de nuevo en tempestades históricas.

Esto, todo,  es muy grave en momentos de profundos y generalizados desconciertos y mutaciones internacionales, que oscurecen todavía más los tiempos ya de por sí nublados en que se debate la humanidad, y que incluyen casi inexistentes dimisiones pontificias en la historia de Roma, otra señal de los tiempos por su significado profundamente bíblico y sin entrar en el campo de las profecías, que en modo alguno es el nuestro.

De continuar como estamos, y nada nos impide cambiar para mejor, los hombres y mujeres de la Patria paraguaya, que todavía somos incapaces de luchar con decisión por el Estado de derecho democrático, y su correspondiente sociedad abierta del que es inherente, seremos las primeras hojas en la tormenta de los vendavales históricos que nuestra indolencia cívica está ayudando a gestar.

¿Será posible que de nuevo estemos a la zaga de acontecimientos que marcarán a fuego nuestras dignidades y vidas, cada vez más precarizadas a raíz de la ausencia de la Justicia, ese bien supremo sin el cual es imposible el disfrute mínimo de la aspiración a la felicidad humana que se redescubre en el Renacimiento y que es recogida como derecho fundamental de los pueblos en el moderno constitucionalismo escrito?

¿Será posible que la ciudadanía paraguaya no sea capaz aun de alentar el surgimiento de los nuevos liderazgos que deberán caracterizarse por manifestar una decidida vocación de servicio al pueblo que les elige y del que deben ser los principales servidores públicos?

Personalmente me niego a aceptar el que estemos condenados por nosotros mismos a padecer siempre de la misma humillación humana que hoy nos sigue oprimiendo, bajo la grotesca apariencia de democracia que es esta de muy baja calidad y de tan leve intensidad, en que ha devenido la apertura política de 1989, autoclausurándonos así la posibilidad de redención política de la Patria paraguaya, y como consecuencia de sucesivas traiciones, por parte de los “líderes cívicos nacionales”, al sacrificio de nuestros mayores de todas las generaciones, hombres y mujeres de todas las condiciones, naturaleza y orígenes.


JLSG
Asunción, a sábado 16 de febrero de 2013
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