jueves, 24 de mayo de 2012

El pueblo está maduro para el Estado de derecho democrático y no los politiqueros

por José Luis Simón G.

En la desapacible noche del miércoles 23 de mayo, lluviosa y otoñal, y en ese templo de academia y civismo sintetizado en el "Salón Centenario" (Av. España 1098), del Rectorado tradicional, del alma máter del sistema universitario paraguayo, que es la Universidad Nacional de Asunción (UNA), casi un centenar y medio de personas se dieron cita para asistir a la presentación del libro Decretos y obras del gobierno febrerista. 17-II-1936 - 13-VIII-1937. La Revolución Paraguaya, compilación de Rafael Luis Franco Vázquez, a partir de una iniciativa original, de décadas atrás, de ese gran hombre público que fuera el doctor Juan Stefanich Irala --el canciller del presidente provisional de la República, Rafael Franco--, ideólogo del febrerismo, destacadísimo intelectual compatriota y producto, como ciudadano y académico, de ese extraordinario centro formador de meritócratas, que estaba en todo su esplendor entonces, la UNA. En esa oportunidad se dirigieron sucesivamente al público el director de Intercontinental Editora, Alejandro Gatti; el doctor Herib Caballero Campos (quien se refirió al libro); y el tenaz compilador de esta primera edición paraguaya, posterior a una suya inicial de Argentina, que es el periodista y escritor compatriota, Rafael L. Franco V., residente en Buenos Aires.

Ninguno de los actuales precandidatos presidenciales, de cualquiera de los partidos "partidócratas", "movimientócratas" o "frentócratas", empeñados en que el Paraguay continúe "enamorado del infortunio" (parafraseando a Augusto Roa Bastos y a Teodosio González), hubiese logrado concitar la presencia voluntaria de tanta auténtica ciudadanía paraguaya, de todas las condiciones sociales, orientaciones ideológicas y definiciones políticas, como lo hizo --de manera no partidista-- la memoria histórica de uno de nuestros grandes héroes de la Epopeya del Chaco, y comandante combatiente, y ejemplar ciudadano que fuera don Rafael Franco, coronel de la Nación por méritos guerreros, en esa noche desapacible iluminada por un pedazo vivo de nuestra historia contemporánea, como lo fue el convocante de esa revolución paraguaya.

No se necesita ser "correligionario franquista", ni tampoco incurrir en el totalitario culto de la personalidad, para valorar como se debe la figura histórica de Franco y sus compañeros de gesta, quienes en términos de sus aportes a la historia paraguaya están muy por encima de los errores políticos que cometieron como seres humanos que fueron. Salieron del Palacio de López tan pobres como habían entrado y sin mengua alguna del patriotismo que les condujera por medio de un golpe de Estado al gobierno del Paraguay, como lamentablemente era costumbre entonces, y lo siguió siendo después, en ese apenas formal antes que real Estado liberal, que tuvo su época de oro institucional en el periodo que va de 1924 a 1936, bajo las sucesivas administraciones de los presidentes liberales Eligio Ayala, José P. Guggiari y Eusebio Ayala, este último el "presidente de la victoria" que ostenta legítimamente ese título, que él sin ninguna duda, en su profundo interior de estadista, compartió personalmente con sus predecesores nombrados. 

El golpe del 17 de febrero de 1936 debe interpretarse, no como sostienen tantos fundamentalistas de lo superficial, sino como una expresión más de la recurrente crisis del Estado liberal, que duró entre 1870 y 1940. Esa crisis del Estado liberal, con el tiempo se transmutó en la crisis de realización del Estado de derecho democrático en el Paraguay, porque la apertura política de 1989, que costara la sangre inocente de hijos del pueblo convertidos en soldados "carne de cañón", muy pronto fue bastardeada en esta "democracia" de bajísima calidad, que es nuestro "Estado de derecho democrático y social" (resultado de la "constitución" de 1992, la más democrática y legítima de nuestra historia, pero la única en la tradición del constitucionalismo mundial que naciera con fe de erratas...). Esa carta fue el parto de los montes de una egoísta, corrupta, incompetente, desalmada e irresponsable y gris napa politiquera paraguaya actual, que ha llevado a la patria al borde del abismo histórico de sucesivos desgobiernos de desunión nacional, el peor de los cuales es el del presidente-de-ya-casi-ningún-paraguayo, Fernando Lugo Méndez, que busca perpetuarse en el gobierno, como poder detrás del trono de cualquier figurita mediática seleccionada de entre sus entornos de personajes "pachanescos". El supuesto gobierno del cambio, y sus aliados y subordinados, pretenden someter al Paraguay al cadáver histórico del aventurerismo politiquero que es el "bolivarianismo" castristizante, el denominado "socialismo del siglo XXI".

Regresando a la convocatoria de la figura de Franco, tuvo esa manifestación de poder, décadas después de muerto, porque los paraguayos de hoy estamos hartos de los politiqueros que nos tiranizan con sus pequeñeces y egoísmos de elevadísimo costo histórico, y porque estamos dispuestos, por medios constitucionales y pacíficos, a dar las batallas cívicas que conduzcan al país a reformas legales y constitucionales, imprecindibles, para que hombres y mujeres, que estén dispuestos a dar todo por la Patria, sin pedir nada a cambio, puedan llegar a los puestos más elevados de decisión política por la vía de las urnas,  es decir, por medio de procedimientos genuinamente electorales, que no son los perversos de esta falsa "democracia" de tan mala calidad y bajísima intensidad, que nos agobia todavía en el 200 + 1. 

Los paraguayos de hoy queremos realizar, constitucionalmente y en libertad, las grandes transformaciones sociales, políticas, económicas y ambientales, que entre sus antecedentes nacionales, con genuina vocación de cambio, tiene entre sus antecedentes a las figuras históricas inmensas de Franco y sus colaboradores.  Y vamos a realizar tales transformaciones, para revertir la crisis de Estado que padecemos, sin necesidad de recurrir a los tradicionales golpes militares o civil-militares, tan frecuentes en nuestra atribulada historia.

Asunción, jueves 24 de mayo de 2012
































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