Política,
Estado y sociedad, antes y después de la apertura política desde
arriba
Nota
del Editor: Lo que sigue son la páginas iniciales de la primera
parte de La
singladura de tres decenios de la Revista
Paraguaya de Sociología
y del Centro
Paraguayo de Estudios Sociológicos:
política, Estado y sociedad, antes y después de la apertura
política desde arriba,
un estudio crítico introductorio del volumen colectivo sobre Ciencia
Política, editado por el Centro
Paraguayo de Estudios Sociológicos
(CPES) y la Revista
Paraguaya de Sociología
(RPS), a ser publicado próximamente, como un homenaje tardío en
conmemoración del trigésimo aniversario de ambas instituciones, que
introdujeran los modernos estudios de Ciencias Sociales en el
Paraguay. Este trabajo, escrito especialmente para los fines de la
publicación que presenta, no hubiese podido ser pensado y mucho
menos realizado sin haber contado con la solidaria cooperación
interinstitucional de parte de la Dirección General de Posgrado y
Relaciones Internacionales del Rectorado de la Universidad
Nacional de Asunción
(UNA), en la cual el autor es uno de sus profesores-investigadores.
Desde luego, los juicios y reflexiones expresadas en el texto no
comprometen a las autoridades académicas mencionadas de la UNA, como
tampoco a las del CPES/RPS.
Esta versión, introduce algunas pequeñas correcciones de los
gazapos [en la segunda acepción de la segunda entrada del término,
en el Diccionario
de la Lengua Española
(RAE / Editorial Espasa Calpe, Madrid, 2001, vigésima segunda
edición, en dos tomos, y actualizada de manera permanente en línea:
http://buscon.rae.es/diccionario/cabecera.htm),
e incluso de algún pequeño
dislate, escapados al corrector, en la siempre penúltima tarea de
corregir un texto antes de su publicación. La última versión del
original fue concluida a mitad del segundo semestre de 2011, y eso
explica algunos datos y reflexiones en algo superados por nuevos
hechos y procesos ocurridos después, que en modo alguno hacen perder
vigencia al contenido del análisis ofrecido en las páginas
referenciadas.
El
golpe militar del 2 y 3 de Febrero de 1989, que concluyera con el
exitoso y cruento derrocamiento del autoritario general Alfredo
Stroessner, puso fin a su muy prolongado régimen (1954-1989) de
naturaleza unipersonal y de la época de la guerra fría. Desde sus
mismos orígenes golpistas había pisoteado la condición
humana, tan
magistralmente evocada por la narrativa del auténticamente inmortal
André Malraux, a quien nunca dejamos de recordar entre varios
intelectuales y pensadores más.
Aquél acontecimiento de 1989,
estuvo a la vez “preñado de futuro” y amenazado por el
arraigo tan profundo entre nosotros de las subsistentes napas del
siempre excluyente tradicionalismo patrimonial paraguayo, desde 1954
con los rasgos propios de un régimen sultanístico y prebendario de
larga duración. Este desenlace se había estado gestando en la
debilidad proverbial de nuestra sociedad e instituciones jurídicas y
políticas, decapitadas como posibilidad histórica inmediatamente
después del auspicioso Mayo del Paraguay de 1811. Entonces el
verdugo fue el inicial “despotismo republicano” que nos
condujera, inexorablemente según Cecilio Báez, al Armagedón
de 1864-1870, el del trágico aut
vincere aut mori,
la versión paraguaya del Apocalipsis
del evangelista San Juan.
De los restos de la Patria
todavía humeantes iría a nacer una muy peculiar “república
liberal”, en la que constituyeron auténtica excepción las breves
etapas de acercamiento sistemático del país real al legal. En el
Paraguay, de aquella época, y desde el inicial constitucionalismo,
apenas formal, lo que ya era un inmenso paso histórico, nunca pudo
concretarse el avance decidido hacia un auténtico republicanismo
democrático, entendiendo por tal a uno de los regímenes del Estado
de derecho surgido de las ideas de la ilustración y plasmado
inicialmente en las revoluciones Americana y Francesa y sus
correspondientes procesos político-constitucionales.
El
Paraguay llega al siglo XX político. El
golpe militar del 2 y 3 de Febrero de 1989, sin ninguna duda fue un
auténtico parteaguas histórico que instaló políticamente al
Paraguay en el siglo XX, muy tardíamente y con no escasas
limitaciones, por cierto. Fue todo el inevitable resultado derivado
de los condicionantes históricos líneas arriba recordados, que
ayudaron a configurar una sociedad que, en lo fundamental e incluso
hasta el presente, y a pesar de las sacrificadas luchas libertarias
de sucesivas generaciones de sus hombres y mujeres, mayoritariamente
se mantiene reacia a proponerse en serio la edificación de un Estado
de derecho democrático, el espacio jurídico y político de la
sociedad
abierta de
Karl Popper, preanunciado como la forma legal
de dominación desde la plasmación teórica y metodológica de la
sociología, el monumental aporte de Max Weber para la constitución
autónoma de un nuevo campo de conocimiento.
Sin ninguna duda, y más allá
de las intenciones, en mucho hemos demostrado incapacidad quienes,
desde la pluralidad de generaciones de compatriotas, que recorren
toda la historia nacional, aún no hemos logrado convertir en
auspiciosa realidad, y mejor futuro, la siempre postergado
combinación de la utopía con la ética de la responsabilidad
política. Es hora de repensarnos autocríticamente, desde nuestras
individualidades y como integrantes de la sociedad paraguaya en su
propia historia, para incorporarnos a la universal y sin ningún
fatalismo interno o externo.
En fin: el 2 y 3 de Febrero
concluyó la crisis terminal del autoritarismo stroessnerista, en su
parte visible, al menos, con el obligado abandono del país al que
inevitablemente se había hecho acreedor el general Stroessner, a lo
largo de sus casi treinta y cinco años de reinado autocrático, cada
uno de ellos annus
horribilis y
no mirabilis.
Gracias al acontecimiento el Paraguay pudo incorporarse al proceso
regional de transición a la democracia, el del hoy tan viciado,
desde su ostentoso bautismo como Mercado
Común del Sur,
y nacido Tratado de Asunción entre las partes contratantes, en 1991,
en la ciudad epónima. Lo acabado de recordar y no pocas cosas más
fueron hechas desde la futuridad del 1989 paraguayo, año que lo es
también de las crisis terminales del Chile del autoritarismo
pinochetista
y del sistema totalitario soviético
que no pudo sobrevivir a la catastrófica ingeniería social [la de
los campos de exterminio, el soviético, originado a partir de 1917,
del Gulag
(acrónimo de Glávnoie
Upravlenie Lagueréi
o “Dirección General de Campos de Concentración”), y los
complejos nacionalsocialistas de la “solución final”, como el de
Auschwitz I,
en la entrada del cual se podía leer la ominosa expresión en
alemán, Arbeit
macht frei
(el trabajo
hace libre…],
que convirtieron al siglo XX en uno de tiempos muy nublados, en
extremo oscurecidos por la infernal demencia genocida, como nunca
antes se había conocido.
Otra
oportunidad desperdiciada, local y mundialmente. De
manera muy lamentable, por cierto, aquella ventana paraguaya a la
historia, la del 2 y 3 de Febrero, tardíamente abierta, estuvo
comprometida en sus inicios por nuestros propios tiempo
y actores, y por eso tampoco pudimos aprovechar de manera plena la
oportunidad que abría el contexto internacional de la inmediata
posguerra fría, que por entonces se estaba inaugurando en el mundo,
entre muchas cosas más a objeto de prepararnos para la realidad de
la globalización, ya de por sí arrolladora para las sociedades del
Estado nacional westfaliano,
mal que bien sometido este al ordenamiento del Derecho internacional
mientras persiste la desregulación casi total del sector financiero
mundial hoy con la ventaja de la sociedad en red.
Esta profunda asimetría
normativa y sociológica ya costó al mundo la crisis financiera de
2007, convertida después también en económica, y más
recientemente en la crisis fiscal norteamericana que amenaza con
derrapar en una cesación internacional de pagos y en la
correspondiente guerra comercial de todos contra todos. Un fantasma
recorre el planeta: el de la sensación, casi ya convertida en
realidad, de la anomia mundial.
De ello es evidencia en todas
sus dimensiones, por ejemplo, la economía política en extrema grave
crisis en los países de la Unión Europea y en los Estados Unidos.
Entre las nubes oscuras de las contradicciones de esta potencia
única, que rige el régimen internacional de poder, se encuentra la
muy grave amenaza de la propia ingobernabilidad desatada por fuerzas
fundamentalistas, las de la irracionalidad nihilista, en pleno
trabajo de zapa del primer sistema político de la libertad en el
mundo, el que más allá de los esfuerzos del solitario inquilino
actual de la Casa Blanca, institucionalmente pareciera haber abdicado
de los siempre duros caminos de la racionalidad constructiva, para
fatalmente autoenajenarse en la suicida atracción del profundo
vacío. Tal como ocurriera casi un siglo atrás en una Europa de
pueblos en pánico y desorientados, casi sin estadistas, que se
encaminaba raudamente hacia la furia del estallido totalitario, el de
la
banalización del mal,
estudiado por esa extraordinaria heroína de la racionalidad
humanista, que fuera Hannah Arendt.
A esto último se llegaría
después y sucesivamente de la Gran Guerra (1914-1918), de la
conmoción histórica del Octubre
rojo (1917),
de la hasta ahora todavía más grande crisis mundial de pagos que
estallara en 1929, y a continuación del nefasto anti
Tratado de Paz de Versalles (1919), que con una sola aguja enhebrara
tantos hilos infernales, los de una humanidad convertida en su
contrario, el aprendiz
de brujo, el
que una vez desatado los fuegos infernales, que no será capaz de
controlar, también arderá en ellos.
Por José Luis Simón G.
Asunción, domingo 20 de mayo de 2012
2 comentarios:
Valiosísimo artículo, en especial para las generaciones que no vivieron las atrocidades del régimen stronista.
Por favor, profesor le pido un análisis de la situación actual del liderazgo en el partido colorado. Gracias.
Apreciado Anónimo:
Gracias por el estímulo de tu atención.La historia debe servirnos para no volver a perpetrar las atrocidades y errores de antes. Y para evitar perores males ahora, controlando a nuestras autoridades, porque ellas deben ser servidores públicos, del soberano, el pueblo, que somos nosotros. En breve cumpliremos con tu pedido. Un abrazo, JL
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