sábado, 26 de mayo de 2012

El camino “comunero” de hoy hacia la revolución democrática en el Paraguay


Escribe José Luis Simón G.

Foto de Rudy Lezcar, abc color

               El escritor galo Anatole France (1844-1924), tiene una de sus tantas sabias frases, que se aplica perfectamente a la realidad paraguaya actual; decía el Premio Nobel de Literatura de 1921, que Los dioses ciegan a quienes quieren perder. Otro pensamiento –Cuando los gobernantes abandonaron toda vergüenza, los pueblos dejan de respetarlos–, es de autor anónimo, o acaso no recuerde ahora su nombre, y también ayuda a explicar la crisis nacional del presente, que una grave manifestación de la bicentenaria crisis, todavía no resuelta, del Estado paraguayo.
Las reflexiones mencionadas forman parte de la multimillonaria herencia cultural que mis hermanos y yo recibimos de nuestro padre, un lector impenitente, incansable y voraz, y de gran capacidad de asimilación. Comprobémoslo. Enceguecidos por sus bajezas y tan indignas motivaciones y peores finalidades, casi ninguna autoridad es hoy respetada por la inmensa mayoría del pueblo paraguayo. Nuestros “gobernantes”, en permanentes guerras intestinas entre ellos, forman una corporación de agresivos aliados, cuando de defender sus inmorales, ilegítimos e ilegales privilegios se trata. Lamentablemente, solo para eso se entienden y forman consenso, entre novísimos y prepaolíticos politiqueros. Es por todo esto que incluso quienes los votaron, sin elegirlos, en 2008, también ya no los consideran dignos de respeto.

El respeto no se puede imponer: sólo es respetado quien es respetable. No hay poder, dinero, inteligencia o capacidad humana que vuelva respetable a una persona indigna de serlo. Esto ocurre cuando la autoridad se ha licuado en el Paraguay, las instituciones no existen, y la sociedad civil es todavía débil, aunque en los últimos tiempos está dando señales alentadoras de vida. Tampoco han emergido aún las nuevas élites dirigentes y esclarecedoras, tan necesarias sobre todo en tiempos tan oscuros de tsunamis históricos en ciernes. Para peor, desde lo profundo de nuestra historia, pende amenazadora sobre nosotros la predominante tradición autoritaria, en lo cultural y político, esto último por ello apenas politiquería.

Cambio de época y no sólo tiempo de cambio
Lo que está ocurriendo en el Paraguay del presente es una coyuntura de aceleración del tiempo político, local y mundial, que debe interpretarse no apenas como señal de una época de cambios. Se trata nada menos que del inicio de la posibilidad de llevar a cabo una auténtica revolución democrática, que debe gestarse de abajo hacia arriba, por líderes éticos y capaces, en el contexto de un cambio de época histórica, como dicen los sociólogos que no se aíslan del proceso histórico de transformación local y mundial en curso, en el cual deben cumplir el doble papel de estudiosos de la realidad social y de actores-ciudadanos. Tales sociólogos –los nuestros, los del común o pueblo, para decirlo desde nuestra intencionalmente olvidada tradición comunera– se encuentran en la vereda de enfrente de los patrimonialistas “intelectuales orgánicos”, los del statu quo “bolivariano” local, es decir, de quienes se han convertido en muy bien pagos ideólogos de los cada vez más ilegales e ilegítimos poderes establecidos, los fácticos partidocráticos, y los de otra naturaleza, que se apropiaron de los constitucionalmente establecidos poderes, de un Estado apenas nominal. Tales intelectuales abdicaron de la razón crítica y ayudan a sojuzgar y oprimir a sus pueblos. Todo a cambio de la fugaz gloria humana, que Tomás de Kempis (1380-1471), el fraile cristiano renacentista y beato, sintetizara en la profunda frase latina, sic transit gloria mundi.

Los transformistas de los ideales y prácticas democráticas, los autoritarios y corruptos locales, son los mandantes de tantos alquilados pontífices de lo obvio, imprescindibles en la tarea de someter a la patria al “socialismo del siglo XXI”, desde las asépticas y privilegiadas torres de cristal de sus lujosos gabinetes, en la cátedra, en el monopolio de medios oficiales, en los grandes negociados públicos y privados, y en lo altos cargos oficiales reservados para los integrantes de las burguesías fraudulentas que nos expolian a diario. La administración de Fernando Lugo Méndez, el-presidente-no-de-la-nación-sino-el-subordinado-número-uno-en-el-Paraguay-al-demencial-Hugo-Chávez, dictadorzuelo este que surgiera de la descomposición total de la formal democracia venezolana contemporánea, realizada por las ambiciones e irresponsabilidades sin límites de los partidócratas venezolanos…

De habitantes a ciudadanos. La jornada de protesta del viernes 25 de mayo, en las inmediaciones del denominado Poder Legislativo, organizada bajo el lema After Office Revolucionario, de manera independiente a lo banal de su nombre, es otra de muchas señales de que también en el Paraguay estamos empezando a transitar nuestro propio y arduo y largo camino de la verdadera lucha cívica, que significa la conversión de nosotros mismos en ciudadanos, dejando atrás el mero rol de habitantes.

Esto es algo imprescindible para iniciar la construcción y consolidación del Estado de derecho democrático, tantas veces históricamente frustrado por la debilidad de nuestra sociedad civil, y debido también a la traición a ese ideal perpetrada por innumerables dirigentes políticos y sociales, de sectores privilegiados antes, y hoy incluso de los de origen popular, que por ambiciones desmedidas jamás trepidaron, ni tampoco vacilan ahora, en pisotear de la manera más vil el sacrificio de tantas generaciones de compatriotas, desde 1811 en adelante, quienes en innumerables oportunidades incluso ofrendaran sus vidas para hacer realidad entre nosotros el ideal de la sociedad abierta, la única que perfectiblemente puede garantizar la condición humana, al organizarse jurídica y políticamente como Estado de derecho democrático.

Resultaría interminable incluso la sola mención de hechos y manifestaciones que demuestran que en el Paraguay el pueblo está preparado para la democracia, y dispuesto a luchar cívicamente por ella. Un ejemplo válido, entre miles más, es el de Miguel Darío, visitante de este blog ––sin duda el más humilde de la “galaxia internet”, pero todo un logro para su perpetrador, quien lo escribe, algo hecho posible gracias a la generosidad del tutor y editor digital de estas páginas, José Valenzuela Fernández, uno de tantos genios en redes entre nuestros jóvenes––, y quien en su mensaje del viernes 25 de mayo (21:16 hs.), criticaba a este blog, porque no había leído todavía en él materiales que se ocuparan directamente de “alguno de los temas de actualidad, como el rechazo en el parlamento del veto presidencial que dejaba sin efecto varios millones de guaraníes para operadores políticos”. Miguel Darío terminaba su texto, publicado en la sección “Foro Público”, manifestando “que el electorado debe dejar de votar a los nefastos pillos que lucran con el bien público”.

El reclamo al blog realizado por el visi-participante mencionado era válido, pues él no podía saber que el responsable había levantado un texto, inoportuno en ese momento, para escribir un nuevo comentario, el que ahora los sufridos lectores están padeciendo, y que Miguel Darío interpretará también como respuesta a su tan válido requerimiento, que habrá sido el de muchísima gente más, la cual, por la razón que fuese, no la expresó como hiciera aquel.

Foto de Marta Escurra, abc color
Hartos de politiqueros mendaces, corruptos e incapaces. La inmensa mayoría de compatriotas trabajadores, honestos y capacitados ha dejado de ser una típica, gris y sometida “mayoría silenciosa”. En todo el territorio patrio la gente está deseosa de recuperar el tiempo perdido desde 1989, para avanzar hacia la calidad de vida en el marco de las instituciones del Estado de derecho democrático, el insuperado marco jurídico y político para organizar la convivencia civilizada, poner límites y controles a quienes debieran ser servidores públicos (las autoridades nacionales, departamentales y locales) y establecer institucionalmente las reglas de juego de una economía de libre iniciativa, pero con responsabilidad social y ambiental. Entre muchas cosas más, y por ello la esperanzadora protesta del viernes 25, esta ciudadanía paraguaya en desarrollo y expansión, por enésima vez acaba de advertir, a quienes se creen los dueños del país, que estamos hartos de irregularidades y prevaricadores, y que ya no seguiremos tolerando, entra tantas irregularidades más, lo siguiente:
  • La corporativa dictadura partidocrática que impera en el Paraguay, que convirtió a la Constitución en una pestilente ruma de hojas, lo que posibilitó la emergencia y lucha despiadada de los poderes fácticos del aparato de Estado, que desnaturalizaron el bien público y a la República, convirtiéndolos en el botín de una fraudulenta y demencial oligarquía politiquera que busca perpetuarse en el poder para continuar enriqueciéndose en complicidad con otros poderes fácticos, incluso de los extra constitucionales. Los dirigentes políticos que escapan a tales comportamientos constituyen una minoría incapaz de revertir tal caos degradante y pervertido de la convivencia ciudadana, y con su presencia en las instituciones no hacen sino justificar este desorden generalizado, que del caos actual puede llevarnos a la violencia fratricida;
  • La subordinación casi total de los intereses y soberanía nacionales, por parte del desgobierno actual de desunión nacional, a proyectos politiqueros regionales, de naturaleza neopopulista, neoautoritaria y neototalitaria, lo que de continuar terminaría en la desaparición de la República y de la Nación paraguayas, fenómeno que ya se manifiesta con claridad en los poderes fácticos del aparato de Estado, y en instituciones fundamentales como las Fuerzas Armadas, la Policía Nacional, la administración pública, la educación, etc., todo ello en grave desmedro de la sociedad;
  • La impúdica ostentación que hacen los partidócratas y politiqueros, con sus aliados traficantes de influencia y burguesía gangteril, enquistados en el aparato de Estado (“gobierno y oposición”), de sus riquezas malhabidas y privilegios inmorales, ilegales e irresponsablemente ejercidos, que agravan de manera la posibilidad en extremo frágil de construir la convivencia civilizada. Esto se agrava a causa de la generalizada exclusión social, de la pobreza crítica, de la desigualdad de oportunidades, de la degradación crítica del medio ambiente, y de toda suerte de iniquidades, que estimulan la expansión pandémica de patologías sociales (criminalidad común, adicción a drogas legales e ilegales, anomía, etc.) que son aprovechados por las organizaciones del crimen organizado (narcotráfico y terrorismo) para fortalecer sus intereses, todo lo cual genera la situación de inseguridad total, desde la jurídica hasta la ciudadana, y que no hace sino incrementar la conflictividad social y política;
  • La abierta y descarada complicidad del desgobierno actual con los terroristas del autodenominado EPP y la proliferación de verdaderas organizaciones delictivas (“carperos”, “sin tierras” y otras), que nada tienen de movimientos sociales;
  • El descarado e irresponsable lujo en el que vive la “dirigencia” paraguaya actual (vehículos costosísimos, viajes de placer, mansiones, negocios, estancias, hiperconsumismo, oficinas fastuosas, telefonía móvil y servicios sin límites, jubilaciones y sueldos de privilegio, nepotismo, patrimonialismo, etc.), todo lo cual contrasta con las inmensas necesidades básicas insatisfechas (salud, alimentación, trabajo, educación, transporte, seguridad, etc.) de la inmensa mayoría de los paraguayos, mientras el presidente-de-ya-ningún-paraguayo, Fernando Lugo, se encuentra viajando en su enésimo periplo de placer por el mundo, escandaloso e insultante sibaritismo que pagamos todos;
  • La colusión entre “parlamentarios” y la denominada justicia electoral y su burguesía partidocrática fraudulenta, en la cuestión de los planilleros; los grandes negociados y atentados contra el orden social emanados del Indert; la corrupción generalizada en Aduanas, tributación y en el manejo del presupuesto público, vía ministerios como el de “Salud Pública”, por ejemplo, o la “Corte Suprema de Justicia”, con la complicidad de la agencia local de la ONU, el PNUD, en lo internacional, y de las criollas “instituciones” como Hacienda, Procuraduría, Fiscalía y Contraloría, etc. Todas son señales de los profundos males que corroen a la sociedad y a la “república” del Paraguay.

Sería interminable y es innecesario continuar enumerando los vicios de esta “democracia” de muy baja calidad e intensidad. La mayoría coincidimos en el diagnóstico de los males y en sus causas y estamos convergiendo también hacia concertaciones en materia de política y no de politiquería del poder. La cuestión ahora consiste en nos pongamos de acuerdo en qué hacer en el Paraguay de principios del siglo XXI. Por eso no nos basta con ser indignados. Nosotros debemos construir –nos va la vida de la Patria en ello–, en libertad y constitucionalmente, un nuevo orden social, económico y político, y desde tal proceso también aportar los paraguayos a similares esfuerzos que se experimentan hoy en el mundo.


De los Comuneros a las redes. Debemos buscar la unidad entre paraguayos (entre todos, los sin partido y los que siendo afiliados no aceptan los vicios partidocráticos), organizarnos y salir a las calles a protestar en el marco de la Constitución y las leyes, pacíficamente y respetando los derechos de terceros. Necesitamos organizar el descontento, y estimular y promocionar el surgimiento de los nuevos liderazgos de auténticos servidores públicos, no de adictos al poder, que requiere el momento histórico. Tales dirigentes irán surgiendo en las sucesivas crisis que nos esperan.

En las condiciones actuales debemos reflexionar acerca de si es posible impulsar “candidaturas democráticas” para 2013. Lo impide el inmoral e inhumano subsidio electoral y aporte del Estado para los partidos políticos. Lo impide la politiquería de las chequeras y del lavado de dinero de los poderes fácticos. Lo impide el perverso sistema electoral destinado a preservar a los partidócratas, lo que el lúcido politicólogo alemán que fuera Robert Michels (1876-1936) denominara “la ley de hierro de los partidos políticos”, la de su oligarquización, que afecta también a instituciones públicas y privadas, a organizaciones sociales, en fin a las estructuras complejas de la sociedad. Lo impiden las trampas y maniobras descaradas de la legislación electoral y las que se preparan para no abrir realmente las listas…

               En estas condiciones, tenemos que ponernos a pensar si no sería útil agitar la consigna del abstencionismo electoral de cara a las elecciones generales de 2013, para lograr el porcentaje necesario que anule el proceso electoral, creada tan significativa crisis político-institucional de legalidad y legitimidad del sistema. Para salir de ella, con la Constitución y leyes en el corazón y la mente, la ciudadanía organizada y democrática obligará al desgobierno y partidócratas a negociar en un plazo perentorio elecciones realmente libres, competitivas y limpias, y dejar definitivamente atrás la perversión que significa el continuar apenas votando, que no significa elegir. No debe descartarse que, con transparencia y de cara al pueblo, se discuta con franqueza acerca de esta situación con sectores políticos democráticos y democratizadores de las fuerzas predominantemente politiqueras, pensando en la integración de una fuerza política consensuada, con candidatos que mayoritariamente representen a la política servicio y no al-servirse-de-la-política que es la politiquería. Todo sobre bases programáticas, para formar un gobierno de emergencia nacional, sin peligrosos “cuoteos” oportunistas y electoralistas, desde luego.

               La esperanzadora oleada de indignación que hoy recorre a nuestro país, y aterroriza a los partidócratas y mafiosos de la politiquería, lo que les vuelve más peligrosos aún, sin ninguna duda es parte de las movilizaciones mundiales que tumbaron a dictaduras terribles y consolidadas y que hoy buscan en Europa y otras partes del mundo el camino de la libertad y de la justicia para salir del entrampamiento del expolio mundial financiero, al que se someten los débiles y oportunistas politiqueros, en la Unión Europea (UE) y demás lugares. La tecnología de las redes es un instrumento insustituible y muy útil para la ampliación de los espacios públicos y la gestación de la “ágora electrónica”, pero ella es apenas condición necesaria para los cambios. La condición suficiente es la voluntad en la historia, organizada, plural y democrática, lo que significa rescatar a la política de la trampa politiquera, y ejercer realmente nuestra ciudadanía, sin olvidar jamás que a los derechos y garantías corresponden en la otra vereda las correspondientes obligaciones, y que solo el control legítimo y legal de las autoridades, por parte del pueblo organizado y movilizado, participativo en la verdadera política, es capaz de impedir que vuelvan a confiscarnos nuestra soberanía, las autoridades electas y no electas, las cuales no son sino mandatarios nuestros, como dueños del poder coludidas con todo tipo de poderes fácticos.

                Muchas páginas memorables de lucha por la condición humana democrática y por la igualdad de oportunidades tiene nuestra historia. Una de ellas es la del ciclo de la Revolución de los Comuneros (entre 1644-1650, de 1717 a 1735 y el postrer y también fracasado intento, fugaz, de 1747). Esta saga histórica nuestra, que en lejos supera a las de la mejor literatura, en 1730, sobre la base de la doctrina de la soberanía popular, y por inspiración de Fernando de Mompox, siguiendo a su maestro, don José de Antequera y Castro, erigió la primer Junta Gubernativa de la modernidad, de resonancias republicanas, como se comprueba por sus fundamentos políticos. Eso ocurrió décadas antes de 1776 (Revolución Americana) y de 1789 (Revolución Francesa), nada menos.

                Por eso no puede estar demás concluir este ya extenso análisis de coyuntura leyendo a Efraím Cardozo (en Breve historia del Paraguay, El Lector, Asunción, 1991, pp. 43-44), quien sintetiza el pensamiento soberano de la voluntad del común o pueblo, por encima de cualquier otro, tratándose de asuntos públicos, resumiendo las palabras de Antequera y Castro, para el cual “[…] Los pueblos no abdican su soberanía. El acto de delegar sus formas externas y el ejercicio de la facultad de legislar, residen en él por razón de la naturaleza y suprema dispensación de Dios, y no implica de manera alguna que renuncie a ejercerla, cuando los procedimientos de los gobiernos los hieren, y falseando su deber, lesionan los preceptos eternos de la razón absoluta, que está sobre todas las leyes, y por consiguiente es superior a todas las autoridades […]”. Esto es complementado por las ideas de Mompox: “[…] el poder del común de cualquier República, ciudad, villa o aldea, es más poderosa que el mismo rey; en manos del común está admitir la ley y el gobernador que gustasen, porque aunque se los diese el príncipe, si el común no quería, podía justamente resistirse y dejar de obedecer […]”. Esas ideas siguen siendo tan válidas como cuando fueran formuladas, y la ventaja de hoy es que la posibilidad de realizar los cambios históricos en libertad y constitucionalmente, sin recurrir a la violencia, son enormes, aunque nunca debemos descartar la posibilidad de que la irracionalidad de la fuerza sea empleada por los poderes fácticos del presente para aferrarse al poder por el poder a cualquier precio.




Asunción, sábado 26 de mayo de 2012


2 comentarios:

Gracias, Dr. Interesante el artículo. Mis sinceras felicitaciones por tu nuevo emprendimiento!!!!!!!

Martín: con las debidas disculpas por la demora en responderte, agradezco recién hoy tu visita y voz de aliento, y, cuando quieras publicar, no sólo tu comentario, sino también un artículo, en este blog, tendrás todo el espacio necesario. Vos y quienes lo deseen. Un abrazo.