Escribe José Luis Simón G.
Tomás Moro: pensador, jurista y santo de la
Iglesia católica.
¡Una
"confidencia" para quienes visitan este sitio! Muy pronto, muchos
tendrán que soportarme, de nuevo, y mal que les pese, en Radio Cáritas-UCA,
después de 8 largos años de injusto silencio ahí, al que se plegó toda la
prensa canalla-poder fáctico, por decisión de los "dueños de la
verdad", es decir de los multimedios: ¡Silenciar a Simón!
Finalmente
la UCA entendió que acatar la Justicia nos hermana como hijos del buen Dios.
¿Qué son 8 años de travesía por el desierto, con todo lo que ello implica,
empezando por la soledad y silencios injustamente impuestos, y los inevitables
desfallecimientos, cuando, sentía que ya no aguantaría más y que no valía la
pena continuar esta lucha que muchísimos consideraron “otra locura de Simón”.
Soporté, sin embargo: nada nos enseña y humaniza tanto como el sufrimiento, y que
no se interprete como una invitación a ser masoquistas. Si el acero se forja
con el hierro al rojo vivo, a los golpes del pesado martillo del herrero, sobre
el inconmovible yunque, el enfrentar la adversidad de las persecuciones
injustas, con sus elevados costos, peligros y sufrimientos, si uno no se
doblega, es una auténtica escuela de perfeccionamiento humano.
Aunque
parezca increíble, todavía tenemos Tribunales Laborales, con mayúscula inicial,
capaces de entender que la norma legal, el derecho, es una guillotina
decapitadora de la condición humana si los jueces no se atreven a fallar en
Justicia. Me reconforta saber que mi lucha solitaria, y la capacidad jurídica
del doctor Rubén Galeano, mi abogado y amigo, culmina con la decisión de la
parte demandada de acatar el fallo judicial.
No
importa la demora: lo que tiene valor es luchar por y lograr la Justicia. Eso
nos hace crecer como ciudadanos. La Justicia es la garantía del ejercicio de
nuestros derechos, libertades, etc., y también de nuestros justos deberes. Esta
casi década de lucha ha servido para demostrar que, cuando uno está dispuesto a
dar todas las batallas que deba librar por la Justicia, hay abogados honestos y
capaces, y jueces probos y dignos, capaces da fallar escuchando a Temis/Astrea.
Y también cuando la parte demandada acepta, no un hecho consumado, sino que
regresando sobre sus pasos, al aceptar finalmente, después de muy largo tiempo,
la ejecución de la sentencia, también contribuye a fortalecer la seguridad
jurídica, pues se somete a la Justicia, que es el camino más importante para
edificar la paz de la verdad humana, que es un valor, no apenas un
conocimiento, como nos enseñaran grandes pensadores desde la antigüedad,
quienes alimentaron al voluntad y el genio de los ius-filósofos de la
ilustración, y su filosofía política, quienes realizaron la hazaña de diseñar
la República de las leyes asentándola sobre la Justicia.
Creo que fue Paulo VI, quien dijo que la Justicia
es uno de los nombres de la paz. Y un extraordinario ser humano, llamado Tomás
Moro, buen hijo del buen Dios, allí donde está desde hace siglos, ya siente que
su gigantografía en el "hall" de la sede central de la UCA, en
Asunción, ha dejado de ser mera mercadotecnia. Y al recordar a Tomás Moro,
también pienso en ese extraordinario ser humano, y sacerdote ejemplar, porque
era capaz de reconocer sus errores y de enmendarlos, y porque fue un auténtico
hijo del buen Dios, convirtiendo en un apostolado la pastoral penitenciaria
aquí, y en otros países de la región. Me refiero al padre Juan Antonio de la
Vega, S.J., quien sigue orientándonos a muchos que lo conocimos, y tuvimos el
privilegio de acompañarlo, en mi caso apenas con un granito de arena, en la labor terrenal de ese espíritu inmenso,
y transparente, la de llevar consuelo a los internos de Tacumbú y de defender
sus derechos conculcados, con su Evangelio y conocimientos jurídicos.De
la Vega fue uno de los pocos verdaderos defensores de los derechos humanos aquí,
porque nunca los convirtió en una industria sin chimenea, como tantos que son
tan premiados, elogiados y reverenciados, de manera inapropiada, porque en
realidad se trata de comerciantes de los derechos humanos.
El padre jesuita Juan Antonio de la Vega, un
apóstol del buen Dios en el Paraguay y antes
en el Perú, donde se dedicó con todas sus
fuerzas y convicciones a la Pastoral Penitenciaria.
Murió años atrás en el Paraguay, país al que hizo
suyo, sin olvidar jamás a su España nativa.
Una
última reflexión: no me siento un “triunfador”. Mi alegría es porque la
Justicia dictada será ejecutada, a partir de la sentencia que ya es cosa
juzgada, pero no entre demandados y demandantes, sino entre seres humanos que
respetan una de las más grandes conquistas de la Humanidad, la Justicia que
tanta necesidad tiene de ser respetada en el Paraguay y el mundo.
Después
de los jueces naturales de este caso, observar la Justicia es tarea de dos
partes: una de ellas es la cadena institucional Iglesia católica-UCA y Radio
Cáritas. Pero las instituciones viven por medio de sus autoridades y
representantes cuando son capaces de
aceptar que la ley, el derecho, no son sino instrumentos para hacer
Justicia. Del otro lado está una persona natural, que no es una institución
sino un ser humano de carne y hueso, que está empezando a celebrar, no “su”
triunfo, sino el de la Justicia.
En
la vida, en la historia, que es el universo del permanente haz de posibilidades
indeterminadas, que puede hacernos mejorar como también lo contrario, según la
opción que tomemos, y a diferencia de las leyes de la física newtoniana, el
camino más corto entre la injusticia y la Justicia no suele ser una línea recta
(que en la naturaleza es la menor distancia entre dos puntos) sino un muy largo
y enrevesado sendero, peligroso, minado de trampas y peligros. Si uno acepta
este hecho, y opta por no hacerse justicia por propias manos, no importa el
tiempo transcurrido y las dificultades superadas, pues lo importante es llegar
a la Justicia, ese universo de valores asentados sobre numerosos principios,
uno de los cuales es el que nos dice que el fin jamás justifica los medios.
Es
lo mismo que he estado haciendo, y continuaré por ese camino, el de la lucha
por la Justicia, que me tiene enfrentado, desde ya hace casi una década también,
con la injusticia institucionalizada y sus operadores de diferentes niveles, en
el poder judicial y la fiscalía, y con los otros poderes fácticos, por ejemplo
los del generalizadamente corrupto sistema financiero, local en este caso, pero
que fundamentalmente es un fenómeno mundial.
Yo
acataré las sentencias injustas con que me amenazan desde hace tiempo, pues no
creo en la justicia por propias manos, sino en la Justicia del Estado de
derecho democrático y de la sociedad abierta. Pero que sepan los injustos y
delincuentes, sobre todo los togados y de “guantes blancos”: contra un ser
humano indignado, y dispuesto a luchar por la Justicia, no hay poder humano
capaz de impedirle que logre sus elevados fines, ni siquiera en el Paraguay de la
injusticia, y tampoco si llegaran a eliminarlo físicamente o a tratar de
destruirlo civil y humanamente, que esto último es lo que han intentado hacer
hasta ahora y no lo lograrán jamás. Para enfrentarlos y triunfar sobre el mal,
no se necesita un “drone”. Basta con el filo, punta y contra filo de la espada
de Temis/Astrea, que generalmente tarda en cortar el nudo gordiano de la
injusticia sistémica. Pero esto ya es otra historia, que muy pronto la
compartiré con Uds. y con tribunales internacionales.
(Créditos
de las fotos: Tomás Moro, www.biografíasyvidas.com; y del padre de
la Vega: www.uci.edu.py).
JLSG
Asunción, a lunes 3 de febrero de 2014
1 comentarios:
Felicidades querido profesor!! Lo escuchaba en ese entonces x radio y volveré a escucharlo ahora con alegría, la alegría que siente un espíritu humano que a través de las ondas radiales escucha a otro ser humano decir las cosas que muchas veces callamos por temor, ignorancia o recelo. Firmes estaremos sus oyentes
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