En retirada el
“bolivarianismo”, es hora de enfrentar a los
enemigos íntimos de la democracia
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Tzvetan Todorov, retratado en su casa de París este año, por Daniel Mordzinski, de El País” de
Madrid.
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Periodistas,
intelectuales y líderes políticos y sociales, entre estos últimos los
educadores, por ejemplo, y más que nadie los hombres y mujeres en el pleno
ejercicio de la ciudadanía, quienes libremente se consideran a sí mismos
servidores públicos de la respectiva sociedad, para serlo en verdad, y ocuparse
de enfrentar sus problemas y abrir nuevos horizontes a las personas y sectores
sociales, de manera inevitable deben convertirse en los más fervientes
defensores y practicantes de las libertades de pensamiento y de cualquiera de
sus formas de expresión, entre ellas la principal, la de prensa en su sentido
lato, que para ser ejercidas requieren del manto protector de las garantías constitucionales
y de los textos del derecho internacional de los derechos humanos
fundamentales.
¿Qué ocurre en estas cuestiones fundamentales en las actuales Venezuela,
Argentina, Ecuador, Cuba, y en otros países de la región, y el mundo?
Exactamente lo contrario: impiden su ejercicio, pisotean sus fundamentos y las
condenan a la peor pena: la del olvido.
Tenemos problemas, pero no son totalitarios
Aquí en nuestro Paraguay, en donde las libertades de pensamiento y
expresión ciertamente se encuentran subalternizadas a intereses particulares y
sectoriales, incurriendo no pocas veces en abusos típicos de los poderes
fácticos, a pesar de ello en modo alguno padecemos ni remotamente la receta
totalitaria que ya impera, o busca hacerlo, en los países sometidos al
“bolivarianismo” de inspiración castrista, que el intervencionismo de los
“socialistas siglo XXI”, con la complicidad de sus aliados locales, también
quisieron imponer en la Patria paraguaya.
En Cuba, la reciente, trágica y todavía no aclarada muerte de un gran
humanista, y uno de sus disidentes y estandarte, Oswaldo Payá (a quien
dedicaremos una próxima nota de homenaje, desde este espacio), en la prensa
comunista oficial apenas fue mencionada en algunas líneas mal intencionadas, como
lo demostraron esos nuevos guardianes de las libertades fundamentales, que son
los “blogueros”, quienes a la vez expanden y fortalecen los “espacios públicos”
(esto en el sentido que le atribuye el último de los sobrevivientes de la
histórica Escuela de Frankfurt, de pensamiento crítico, Jürgen Habermas), para
ponerlos al servicio de las sociedades y de las personas de carne y hueso que
la integramos.
En el Paraguay pos Lugo, las cada vez más raleadas huestes del ex
desgobernante y obispo perjuro y apóstata, supuestos “resistentes y defensores de los derechos humanos y de la
democracia”, quienes por ejemplo en la Cuba sometida al totalitarismo jamás se
solidarizaron con Payá y las “Damas de Blanco”, custodias de la humanidad, hoy
se rasgan las vestiduras, quejándose de una “represión” inexistente, pues no
existe la tal persecución en contra de ellos, de parte del gobierno
constitucional del presidente Federico Franco, del que no somos
correligionarios. Y así debe de ser: no más arbitrariedades represivas.
Algo hemos aprendido los paraguayos a partir de 1989, por lo visto, en
cuanto a no incurrir en tradicionales violaciones de los derechos humanos, como
sigue ocurriendo impúdicamente, en la “democrática” Venezuela del dictador
Chávez, pese a lo cual este hoy ya se jacta de haberse apoderado del Mercosur,
vía el MercUnasur...
Para que eso ocurriese, los presidentes subordinados al caviarnícola
(deglutidor de caviar y cavernícola actual en cuanto a sus ideas y ejercicio
del poder) de Caracas, desde el engendro geopolitiquero de la Unasur (Unión de Naciones Suramericanas)
terminaron por matar al ya en crisis terminal del Mercosur.
Lo hicieron violando el Tratado de Asunción (1991), para lo cual
decidieron autoexcluirse de su precaria legalidad. ¡Solamente la Patria
paraguaya se mantiene fiel al espíritu original-fundacional del Mercosur! El
Paraguay solitario, desde la firmeza de la unidad de su pueblo, sin haber
disparado un tiro, logró desbaratar política y diplomáticamente este asalto a
lo que resta de de democracia no “bolivariana” en la región.
Montesquieu y lo ilegítimo del poder absoluto
Las libertades, por sí solas carecen de valor, si es que no están
protegidas por la ley justa, que se sintetiza en el concepto y la vigencia de
la Justicia, la que a su vez encuentra en las libertades de prensa y expresión
su mayor fortaleza, cuando son defendidas por periodistas, intelectuales y,
fundamentalmente, por una ciudadanía libre y consciente, de mujeres y hombres,
que viven en sociedad, ejerciendo sus derechos y cumpliendo con sus
obligaciones.
¡Aún estamos muy lejos del imperio de la ley justa en el Paraguay de
2012, pero con todos los vicios de nuestro “Poder Judicial”, que son inmensos,
abrumadores, incluso, aún estamos a tiempo de no caer en el precipicio de las
“justicias” subordinadas al poder totalitario, imperantes en La Paz, Quito y
Caracas, y en otras partes de la región y el mundo!
A Charles Louis de Secondat, Señor de la Brède y Barón de Montesquieu (1689-1755), destacado pensador de la
ilustración francesa, le debemos una de las más firmes y claras demostraciones iusfilosóficas del futuro Estado de
derecho democrático (Edd), según la cual ningún poder ilimitado puede ser
legítimo, trátese de absolutismos, autocracias, autoritarismos, o de la transformación
cualitativa más eficiente de tales mecanismos de opresión, que es el
totalitarismo, originalmente político-ideológico este, como lo es la antigualla
del “bolivarianismo” en la región.
Capitalismo especulativo-totalitario, y Todorov y
Lacordaire
Tan peligrosos como los de antes, en los últimos tiempos el
totalitarismo exhibe una versión más nueva, la del capitalismo salvaje y
especulativo, transformado en un poder global sin límite alguno, que está
imponiendo al orbe sus intereses materiales por encima de cualquier otra
consideración, incluso al precio de la desestabilización del precario
ordenamiento jurídico y político internacional, por la vía de la peor crisis
financiera y económica desde la de los años de la década de los años treinta,
del siglo XX, a la que amenaza con
superarla en las consecuencias de sus para nada invisibles campos de exterminio
del presente, los de un “mercado” exterminador que nos tiene sometidos a sus
injustas leyes a miles de millones de seres humanos en el mundo.
No hay salida totalitaria político-ideológica para tales excesos
históricos, que solo serán superados desde las sociedades abiertas existentes, nunca perfectas por ello, pero sí
desafiantemente perfectibles.
Tanto es así que un humanista contemporáneo, Tzvetan Todorov, nacido en
Sofía y disidente en la Bulgaria comunista hasta 1963, y desde entonces
refugiado en Francia, es un crítico en de tales sociedades, pero por las
promesas incumplidas por las democracias realmente existentes, como lo
evidencia en su último libro, Los enemigos
íntimos de la democracia,
hace poco editado en España por el conocido sello español Galaxia Gutenberg.
Esa cuestión, al menos desde ya medio siglo atrás, también fue
convertida en su objeto de estudio por el maestro italiano Norberto Bobbio
(1909-2004), y por otros pensadores críticos del mundo actual, inaugurado por
la modernidad, que no se limita al “siglo de la guerra”, a los excesos de
colonialismos e imperialismos, a los campos de exterminio totalitarios, y a los
más recientes del suicida capitalismo especulativo, peligrosa opresión esta que
todavía no encuentra en el mundo a los estadistas capaces de doblegarla con el
peso de la ley justa.
Pues bien, a Todorov, un insigne continuador en el presente de la
tradición humanista, ilustrada y crítica, le debemos igualmente el haber
rescatado de la oscuridad del olvido, a Jean-Baptiste Henri Lacordaire
(1802-1861), en su época un prestigioso sacerdote francés de la orden de los
predicadores, y orador sagrado y político católico, para quien ricos y pobres,
poderosos y oprimidos, por igual deben ser protegidos por la ley, cuando la
libertad mal utilizada humilla su condición de seres humanos.
De esto colige Todorov que “no es
la libertad la que libera, sino la ley”. Y no cualquier norma jurídica,
sino la que busca realizar la justicia. Por eso, entre las primeras defensas de
la ley justa que libera se encuentran las libertades de pensamiento y
expresión, vulgarizadas como libertad de
prensa, valor supremo del periodista, del intelectual, de la ciudadanía y
del político servidor público, cuando en el marco de las leyes protege los
derechos fundamentales del ser humano, sin los cuales la persona, un individuo
social por naturaleza, nunca puede ser tal.
La alternativa, desde las sociedades abiertas
Todorov (ver una entrevista a él, que inspiró esta nota, en http://cultura.elpais.com/cultura/2012/04/27/actualidad/1335543551_350450.html), por ejemplo, jamás podría
haberse expresado en tales términos críticos sobre el “bolivarianismo” (el que
Lugo y sus escasos seguidores, desde el Palacio de López estaban tratando
imponer aquí, por la “razón” de la fuerza y del odio de clases, como lo puso en
evidencia tan trágicamente la masacre de Curuguaty, algo que fue impedido por
el constitucional juicio político) si viviese en la Venezuela de hoy.
Pero tiene Todorov, por suerte, el inmenso privilegio de haberse
refugiado en una tan imperfecta sociedad abierta como la francesa, que le
permite pensar libremente, y, recurriendo a la libertad de expresión, vía “El
País” de Madrid, llegar así al último de sus desconocidos discípulos en el
mundo, quien esto perpetra.
Esta es una de las grandes diferencias que nos impiden creer que el
“¿socialismo siglo XXI?” pueda ser una receta histórica válida para venezolanos
o paraguayos, y para cualquier otro pueblo del mundo. En cambio, desde las
sociedades abiertas, realmente existentes, sí resulta posible plantearse, desde
la Libertad de la Justicia, un mundo diferente al actual, en lo socioeconómico,
político-estratégico, ambiental, cultural, etc.
Desde luego, tal alternativa no será construida de la noche a la mañana,
pero sin ninguna duda será capaz incluso de superar este fin de época
histórica, y como jamás lo podrán hacer ni la Cuba del totalisaurio del Caribe,
Fidel Castro, ni el “¿socialismo sigloXXI?” de su patético subordinado, el
intervencionista Chávez en nuestros asuntos internos, y en los de otros países
de la región, con tantas totalitarias complicidades regionales.
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