Escribe
José Luis Simón G.
Un Maestro universal:
“Sócrates de Atenas (en griego Σωκράτης, Sōkrátēs; 470-399 a. C.) fue un filósofo clásico ateniense considerado como uno de los más grandes, tanto de la
filosofía occidental como de la universal. Fue maestro de Platón,
quien tuvo a Aristóteles como discípulo, siendo estos tres los representantes
fundamentales de la filosofía de la Antigua Grecia (Fuente: http://es.wikipedia.org/wiki/Sócrates, el crédito también
para la escultura romana del Maestro, del siglo I d.C., exhibida en el Museo
del Louvre).
Mis maestros primordiales fueron padre y madre, y mis mayores,
entre estos tanto los de la propia familia, la extensa de antes, como aquellos
que eran los “parientes” del corazón y el afecto, que heredábamos de las amistades
más cercanas de nuestros progenitores. ¡Fue todo un privilegio, casi
desconocido hoy, porque la familia ya prácticamente no existe, ni siquiera como
concepto! Padre, madre y mis mayores, no eran practicantes de la religión
católica que en su mayoría profesábamos: eran creyentes, pero desencantados a
raíz de la gran distancia existente entre los sermones y las prácticas de los
predicadores, con las honrosas excepciones de siempre. Mis hermanos y yo
estudiamos en colegios y universidades católicas, que no influyeron en nuestras
convicciones y creencias, al menos tanto como el orar en familia y el sentir al
buen Dios, gracias a la piedad de padre, madre y mayores. En mi caso particular
(creo que también lo experimentaron mis hermanos) mi fe en el Nazareno
sobrevivió a todas las crisis existenciales e intelectuales gracias al
hogar-templo: el culto religioso privado, a los antepasados y al Dios o a los
Dioses, que mucho después supe que era un fenómeno multicultural y
pluricivilizacional, por ejemplo en la antigüedad romana y en las más que
milenarias culturas asiáticas.
Regresando a lo de la
genealogía de mis maestros, después de los primordiales casi enseguida se
sumaron a ellos, de manera sucesiva, quienes fueran mis maestros en la escuela,
en el colegio (básico y bachillerato) y en las universidades por las cuales
pasé. ¡Fue otro privilegio el haber podido acceder a la educación formal, a la
que en nuestro país siguen llegando minorías de minorías! En esos tiempos en
que yo era de “profesión” estudiante, las instituciones educativas en nada se
parecían a una de las más lucrativas industrias sin chimeneas de hoy, la de
venta de títulos y pergaminos, incluyendo doctorados y posdoctorados. Creo
firmemente que numerosas de las “universidades privadas”, de todas las
categorías (¡algunas son exclusivas para jóvenes de familias al menos ricas!),
no son sino eslabones de sangrientas cadenas
del crimen organizado, para lavar dinero…
No todos mis maestros y
maestras tuvieron el privilegio de asistir a escuelas, colegios y
universidades. Pero ellos y ellas eran sabios, y en consecuencia humildes, y
también coherentes entre lo que pensaban, decían y hacían. Solo la sabiduría
puede hacer que demos el gran salto del parecer al ser.
ALGUNOS PENSAMIENTOS SOBRE LA EDUCACIÓN Y LOS MAESTROS
Dime y lo olvido, enséñame
y lo recuerdo, involúcrame y lo aprendo.
El maestro que intenta
enseñar sin inspirar en el alumno el deseo de aprender está tratando de forjar
un hierro frío.
No podemos modelar a
nuestros hijos según nuestros deseos, debemos estar con ellos y amarlos como
Dios nos los ha entregado.
Con mis maestros he
aprendido mucho; con mis colegas, más; con mis alumnos todavía más.
Por la ignorancia se
desciende a la servidumbre, por la educación se asciende a la libertad.
Excelente maestro es aquel
que, enseñando poco, hace nacer en el alumno un deseo grande de aprender.
Yo no enseño a mis
alumnos, solo les proporciono las condiciones en las que puedan aprender.
A pesar de que ya soy
mayor, sigo aprendiendo de mis discípulos.
(La recopilación de citas http://www.proverbia.net/citastema.asp?tematica=204 es un aporte de
mi maestra en redes, María Isabel López Garcete).
JLSG
Asunción, a miércoles 30
de abril de 2014
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