lunes, 28 de abril de 2014

La entrega de la fecha es un modestísimo homenaje al sacrificio de su propia vida, no querido por Santiago Leguizamón, pero tampoco –pudiendo hacerlo– rehuido por él. De no haber evitado su inmolación justificándose en el miedo que es silencio, convirtiéndose en un periodista que se compra y se vende, habría sobrevivido con la existencia falsa de la muerte verdadera, negándole la coherencia del morir altruista, su vida verdadera. Esto solo fue capaz de hacer el camusiano hombre rebelde Santiago Leguizamón, de convicciones acrisoladas de auténtico periodista. Poco antes de la crónica del terrorista asesinato por encargo, del periodista-mártir Santiago Leguizamón (1991), y no simple homicidio como dicen tantos doctores en camuflajes y efectos especiales que ni Spielberg y todo Hollywood son capaces de montar, fue anticipada la “crónica de una muerte anunciada” y públicamente por uno de los interlocutores del diálogo (Humberto Rubín) transcripto en el vídeo difundido en estos días por el matutino local Última Hora (UH), al que se accede desde los siguientes enlaces: Entrevista a Dante Leguizamón http://www.ultimahora.com/dante-leguizamon-no-es-facil-ser-hijo-un-periodista-martir-n789035.html, y vídeo de la entrevista al hijo del mártir: https://www.youtube.com/watch?v=UHnx5kMd3OA, y http://youtu.be/UHnx5kMd3OA. Santiago Leguizamón, materialmente murió del atentado que le tendieran los terroristas del narcotráfico, lo que fue posible porque la prensa poder fáctico lo dejó solo, por miedo algunos de sus exponentes, otros por inmundos intere$e$

Escribe José Luis Simón G.
Dante Leguizamón, uno de los hijos del periodista mártir paraguayo,
Santiago Leguizamón, asesinado en un atentado terrorista del crimen
Organizado, en Pedro Juan Caballero, Amambay, en 1991, frontera
seca con Brasil. Atrás una escultura que perenniza su memoria, obra
del genial escultor nacional contemporáneo, Herman Guggiari. Todos
los 26 de abril, aniversario del asesinato, con las excepciones de rigor,
prensa y periodistas locales, “lloran” el sacrificio de Leguizamón y la
impunidad de los criminales, ideólogos y financistas. Todos los
indicios indican que, entre politiqueros, autoridades y empresarios de la
prensa, Humberto Rubín es uno de los que conocen la identidad de los
protagonistas del “iter críminis”, que no es un acertijo, envuelto en una
incógnita y encerrado en un misterio (Foto de Andrés Colmán
Gutiérrez, de Última Hora).

Hay un parlamento inicial y de superficie –en el vídeo–, subtitulado y audible, y otro que se lee, literalmente, en las inflexiones sin estridencias de las palabras, no únicamente pero sobre todo de la casi ya víctima mortal de los en este caso anunciados y más que presumiblemente conocidos sicarios y mandantes. La fatalidad esa mañana cernió a Santiago Leguizamón, quien sigue vivo como ideal que ilumina el camino, para muy pocos de sus auténticos amigos y colegas, que sin duda los tuvo, pero quien de inmediato fue embalsamado por los intereses creados, convertido en la ofrenda ritual y anual del sacrificio mediático, preparado por tantos falsos profetas de la condición humana y de la defensa de los débiles y perseguidos, que son la mayoría de los organizadores de cada 26 de abril: ¿”periodistas” amordazados? ¿sindicaleros del SPP que nunca se atrevieron a investigar en serio y a llamar a los narco-terroristas por sus nombres, por todos conocidos y aportando las pruebas? ¿defensores de los derechos humanos? ¿propietarios y por ello directores de medios y de sus escribas de tantos silencios para ocultar los hechos? ¿legiones de “revolucionarios” traidores a la Patria paraguaya Humanidad?

(Escoja una, Ud., sufrido lector, de las categorías del listado último, o agregue las que faltan, de toda suerte de necróforos humanoides, quienes lucran con la memoria de personas venerables, que dejaran las formas terrenales, sacrificando hasta el amor a los suyos, para convertirse en arquetipos de valores humanos que no cotizan en ninguno de los mercados de precios materiales de quienes convertidos en sus “hagiógrafos”, esconden las miserables existencias que llevan, de roedores bípedos y de erguida columna vertebral base de la alquimia del cerebro, que no es nada sin la luz de la justicia y de la misericordia, esto es de un espíritu superior).

El diálogo con que se inicia el vídeo está entre el cielo y el infierno. Como en las tragedias griegas todo habla, elípticamente, de la inevitabilidad de la muerte, de quien en este caso muere-vive, y a la vez con condimentos del realismo mágico, y como tal trágica realidad inexorable, porque en el hasta ahora, tranquilo e imperturbable quehacer del crimen organizado de nuestra frontera seca con el Brasil, que es el verdadero poder, fáctico, en esa zona y en gran parte de los dos países unidos por ese agujero negro, sanguinario desde siempre y con vocación genocida. Allí, repentinamente se interpuso alguien que abrazó el periodismo no como instrumento de sumisión de matanzas (por tráficos de ilegales drogas, ambición de riquezas y poder, por ideologías históricamente fracasadas, etc.), ni ambicionando fama y premiaciones, sino con la purificadora y noble misión de no callar la verdad, aunque su vida material deba ser consumida en el compromiso supremo, no de “la hoguera de las vanidades”, sino en el altar de la ética profesional, convertida en moral de una persona, Santiago Leguizamón.

El demostró que el mal no es ineluctable, para un auténtico “hombre rebelde”, y quien todavía carece de un émulo de los autores griegos de tragedias, o de un (enamorado o no) Shakespeare (de celebraciones multicentenarias en estos días, en el mundo civilizado cada vez más diminuto en el Paraguay, la región y el orbe), para captar en una obra hasta las invisibles partículas componentes del autosacrificio de la propia vida ofrendada, por quien nos enseñara sin redobles de tambores que los héroes no nacen solo en las grandes carnicerías “humanas” que llamamos guerras y acciones bélicas. Es más: Santiago Leguizamón nos recordó también que los auténticos héroes casi nunca triunfan de inmediato, porque están destinados a ser la simiente-luz de quienes libremente, como él, se atreverán a seguir su ejemplo…

VIDA FALSA Y MUERTE VERDADERA: EL MORIR ALTRUISTA DE LA VIDA-VIDA
(“ultimahora.com: conversación entre Santiago Leguizamón y Humberto Rubín, viernes 26 de abril de 1991. Audio Radio Ñandutí”. Inicio dialogado de un vídeo de Andrés Colmán Gutiérrez, subido por Última Hora a Youtube):

Santiago Leguizmón (SL) –…un día como hoy aparece “El Paraguayo Independiente”, ¿verdad?...

Humberto Rubín (HR) –Sí, señor…

SL –Y es el día del Periodista Paraguayo, así que un homenaje especial a, en tu persona, al periodismo nacional.

HR –Muy bien. ¿Cómo están tus presiones, cómo está todo? Te pido, por favor, que te cuides, Santiago.

SL – ¿Todavía querés que me cuide?

HR –Mucho más que antes, ahora.

SL –Mmm. Vos escuchaste algún dato importante por ahí…

HR –Sí, sí…

SL –Jejeje.

HR –No, no, no es para reírse, Santi.

SL –Hay dos clases de muerte, Humberto. Una es la muerte material, y la otra es la muerte cuando uno abandonó la ética y… la voluntad de trabajo. Muchas gracias, buenos días.

Aquí termina la transcripción de la conversación entre Santiago Leguizamón y Humberto Rubín, vertida en el papel por el periodista que escribió como cada año desde 1991, sobre Santiago Leguizamón, para el diario Última Hora de Asunción, en el que lleva décadas sobresaliendo, y no solo en ese medio de prensa: Andrés Colmán Gutiérrez, además “escribidor” de buenos relatos narrativos y de excelentes reportajes periodísticos, que a muchos nos hacen desear que continúe creando otras prometedoras páginas, incluyendo en ellas a varios de sus trabajos de reportero, que contienen esbozos llamativos de sus fantasmas literarios, que se le escapan en busca del existir a sus crónicas, pues como decía Gabriel García Márquez (el gran escritor colombiano que falleciera hace días, merecedor del Nobel de literatura desde antes de serlo, y que de su vida condenamos la manifiesta complicidad que mantuviera con el genocida totalitario comunista, Fidel Castro, la peor de todas para un periodista-escritor-periodista: la del silencio), el mejor oficio del mundo es el de periodista, que a tantos acercó a lo mejor de la moderna y actual creación narrativa para deleite de sus lectores, uno de los cuales es el “perpetrador” de estas líneas.

Pero, regresando a lo de la transcripción, quisiéramos escuchar y leer también lo que sigue diciendo Rubín, cuando ya se ha retirado del audio Santiago Leguizamón, quien continúa vivo en su solitario y ejemplar testimonio de la moral de su ética inmortal, ya que tan solo pudieron matarlo físicamente, para él y su filosofía existencial apenas una de las muertes posibles de un ser humano, la más leve, porque la muerte mortal, es otra y definitiva, de la que son ejemplos los muertos en vida: aquellos que optaron por continuar viviendo la falsa existencia de quienes se creen humanos, se dicen periodistas de inmenso poder mediático y de fortunas inmensas, erigidas estas sobre silenciar lo peligroso-poderoso-oculto. El silencio, el ocultamiento, más que tantas mentiras que desfiguran la realidad, es la verdadera industria sin chimeneas de la prensa canalla, o poder fáctico, porque calla-nescamente se auto$ilencia.

La mentira y/o el silencio. Por ambos medios suele la prensa ejercer de vocera de los poderosos, lográndolo muchas veces, e incluso por bastante tiempo. Los poderosos también son en ocasiones los que se dicen de “abajo” y excluidos, como los narcoterroristas del mal autodenominado Epp. La prensa canalla (“¡miente, miente, que algo queda!”) produce réditos. Hasta que todo se viene abajo cuando se descubre que la más horrenda de las mentiras del ser humano que se dice periodista, o de cualquier actividad, aparentemente legítima y triunfadora y exultante en oropeles, y que muchos desorientados y/o descarriados envidian, está erigida antes que nada sobre abyectos silencios cómplices, los de quienes deciden sobrevivir a cualquier costo (que pagan los demás, las víctimas previamente seleccionadas por poderes impunes del Averno en la tierra), y por ello son beneficiados materialmente de manera inmensa, es decir, muy bien retribuidos, y con participación en la esencia nauseabunda de la parte alícuota de poder que les toca, todo obtenido al precio de acabar terrenamente con existencias humanas ejemplares. Y lo que es peor: ¡con su memoria, disfrazada de recordación imborrable!

SANTIAGO LEGUIZAMÓN Y EL CASO CABEZAS DE “PERFIL”
La dirección-empresa del grupo multimedia “Perfil” de Buenos Aires, es un ejemplo de que existen empresarios dueños de medios que a la vez son periodistas y que saben, y practican, la ética del verdadero periodismo, un servicio público de extraordinaria importancia para que el ciudadano-soberano (al menos constitucionalmente) siempre se encuentre bien informado, la base de la ciudadanía participativa y fortalecedora de las instituciones democráticas y de la sociedad abierta. Cuando los sicarios de uno de los “patrones del mal” de la Argentina del menemismo, Alfredo Yabrán, asesinaron al reportero gráfico José Luis Cabezas, en ese tiempo del semanario “Noticias”, los politiqueros de siempre impidieron que la policía, los fiscales y la justicia cumpliesen con sus responsabilidades y obligaciones constitucionales.

Eso no arredró a la empresa-dirección y tampoco a los periodistas del grupo “Perfil”, y a los de otros medios, quienes durante años se dedicaron a investigar periodísticamente el crimen del colega asesinado, hasta llegar a demostrar, siempre por medios legales y legítimos, toda la trama de la conspiración urdida por los poderes fácticos del crimen organizado en Argentina, lo que finalmente posibilitó que se hiciera Justicia con José Luis Cabezas. Todos los años, desde su muerte por encargo, Cabezas es recordado por los medios del grupo “Perfil” y muchos otros, pero a diferencia de aquí, con el caso Leguizamón, habiendo demostrado allá que la impunidad no es ineluctable cuando hay personas e instituciones, periodistas y medios en este caso, dispuestos a luchar en serio por la Justicia. Exactamente lo contrario de lo que ocurre en el Paraguay con el asesinato de Santiago Leguizamón, crimen todavía sin castigo, para los sicarios y sus mandantes.

Las palabras de Rubín en el diálogo con Leguizamón dan a entender que él sabía que el atentado era inminente, y permiten inferir que conocía las identidades, si no de los “gatillo fácil” del terrorismo criminal, de los ideólogos, financistas y cómplices del asesinato. Si Rubín tenía conocimiento de tales antecedentes es muy probable que haya compartido la información con integrantes cercanos de su clan (familiares, amigos y empleados) y con sus colegas dueños de medios y no periodistas, como Aldo Zucolillo (abc), y Demetrio Rojas (UH) entonces. Todas las cabezas mencionadas tienen conocimiento de la existencia de los poderes fácticos locales, regionales, continentales… Igual sucede con no pocos periodistas de los medios mencionados, y propietarios-directores de otros, al igual que con “revolucionarios” y “defensores” de los DDHH.

¿Qué ocurre entonces para que, por ejemplo, Andrés Colmán Gutiérrez, en pleno 2014 todavía diga que el asesinato sicario-terrorista de Santiago Leguizamón sigue impune? Aunque varios de sus ejecutores ya están muertos, después de haber sido víctimas, a su vez, y por otras “deudas”, de sus propios métodos, y por lo visto de sicarios y jefes más poderosos en la región que quienes les ordenaron matar (y lo mataron) el cuerpo del colega paraguayo, porque las amenazas no habían logrado quebrar su ética profesional ni moral de vida. ¡Con la mitad de los recursos, y del tiempo destinado por UH a “investigar” la inconcebible historieta de la presencia del fugitivo Adolfo Hitler en el Cono Sur latinoamericano, incluso de paso por el Paraguay, aquí se habría llegado a lo mismo que en el caso Cabezas!

¿No se trata esto, cuando menos, del hecho punible de obstrucción a la Justicia y de complicidad por tan oprobioso cuan denigrante silencio nacido del terror de tantos en decir lo que saben? Esta impunidad hunde sus raíces en el aparato de Estado, en los poderes fácticos y… ¡en los mismos medios de prensa y periodistas! Y para quien con toda legitimidad se pregunte que hizo el autor de esta nota para no ser cómplice de tantos aliados por omisión, debo recordar que entre los varios intentos realizados para investigar el atentado narco-terrorista que costara la vida a Santiago Leguizamón, en diversos medios por los cuales había pasado profesionalmente, uno fue públicamente difundido por Radio Ñandutí, un 26 de abril de casi dos décadas atrás. Dirigía su programa Humberto Rubín y le acompañábamos Zucolillo, Rojas, y el suscrito, quien en un momento dado, y a raíz de las críticas que hacía sobre el pobre papel de la prensa en la tragedia mencionada, la respuesta de los tres fue autoexculpatoria: ¡no había periodistas capaces de arriesgarse en tan peligrosa investigación! Entonces, y como ya antes lo habían hecho otros, también JLSG se ofreció para integrar un equipo de periodistas de todos los medios coaligados para una tarea semejante. Esto conllevaba el ofrecimiento de liberar de cualquier responsabilidad a los periódicos concernidos, en el caso de más atentados terroristas fatales en contra de los periodistas investigadores del crimen de Leguizamón. La respuesta cambió un tanto, entonces: ninguno de los empresarios-directores querían más muertes de periodistas…

EL PA´Í ARKETA, DE LA VIEJA Y DIGNA RADIO CÁRITAS, EN EL CASO DEL CAPITÁN ORTIGOZA Y OTROS
A inicios de los años de la década de los sesenta, el régimen despótico-autoritario del general Alfredo Stroessner y sus “neocolorados stroessneristas” iniciaban proceso de consolidación del autoritarismo. El ministro del Interior, Edgar L. Ynsfrán, con justicia calificado de “industrial del terrorismo” del aparato de Estado, por un lúcido líder opositor (¿Juan G. Granada, “el febrerista”?), había urdido el supuesto asesinato del cadete militar Alberto Anastasio Benítez, en el marco de una inexistente conspiración castrense, encabezada por el entonces capitán Napoleón Ortigoza, uno de los más distinguidos y antiguos jóvenes jefes de nuestras FFAA, que se resistían a plegarse a los desmanes del  desorden dictatorial. A él y a sus co-conspiradores les imputaron la muerte del cadete, quien en realidad había muerto en la policía política, víctima de las torturas a las que fue sometido, para que denunciara el inexistente golpe de Estado “en preparación”.

Al cabo de más de un año de atroces torturas y prisión padecidas por Ortigoza, sus camaradas y subordinados, con todo el aparato de Estado al servicio de la confabulación, para impedir que se llevase a cabo un supuesto golpe, y cuando la “causa” había llegado a “autos para sentencia” en la denominada justicia militar, y la orden superior ya tenía decidida la “pena de muerte” para los acusados, y sin libertad de prensa, una sola voz periodística se escuchó desde los micrófonos valientes y proféticos de Cáritas, todavía en pastorales manos franciscanas. Fue la de uno de sus grandes directores (“¡o tempora, o mores!”) fray Josué Arketa, quien bajo secreto de confesión se había enterado de la verdadera historia del “siniestro complot subversivo”, totalmente preparado por Ynsfrán y con la complicidad de mandos militares y altas autoridades del régimen, todos comportándose como lo que eran, poderosos fácticamente.

En uno de sus programas habituales de las noches de domingo, el padre Arketa dijo, y asumió su responsabilidad, que de ser condenados a muerte los acusados él revelaría las verdaderas identidades de los ideólogos y sicarios de la dictadura, que habían creado el “caso Ortigoza y otros”, a objeto de endurecer la represión y fortalecer a la dictadura. El “juicio” concluyó con una sentencia de pena privativa de libertad para cada “conspirador y asesino”, también inhumana e injusta, que por décadas padecieran Ortigoza y otros militares. 

En el caso posterior de Santiago Leguizamón, y tan lejano en el tiempo, Humberto Rubín, a quien le gusta autoelogiarse como uno de los ¿más duros y valientes opositores a la dictadura de Stroessner, sino el principal?, es obvio que recurrir a la justicia, autoridades fiscales y a la policía en nada habría protegido al periodista todavía vivo en PJC. Pero muy bien podría haber jugado la “carta Arketa”, la de decir desde sus micrófonos que si algo le ocurría a Santiago Leguizamón, él denunciaría públicamente a los sicarios y a sus mandantes, financistas e ideólogos. Humberto Rubín, dio a entender innumerables veces que desde siempre supo quienes decidieron atentar contra Santiago Leguizamón, porque ni habían logrado comprarlo y tampoco amedrentarle. Si Rubín no arriesgó su vida, y se limitó apenas a decir lo que está grabado y reproducido, en papel y en el vídeo, es porque como muchos otros, desde hace tiempo, optó por vivir a medias, es decir callando lo que sabe, que es mucho, sin la menor duda, a diferencia de Santiago Leguizamón (al que Rubín y tantos otros siempre recuerdan ritualmente, y no solo una vez al año), quien sacrificó su vida terrestre para no perder su ética profesional y su moral de vida.

Enlaces:


JLSG
Asunción, a lunes 28 de abril de 2014

0 comentarios: