Escribe José Luis Simón
G.
Foto de archivo (diario
UH de Asunción, Paraguay) de Gabriel García Márquez, el Nobel y Cervantes
colombiano, desde las letras hispanoamericanas, enriquecedoras de la literatura
universal. La nota fue titulada con servil incienso ideológico pro totalitario
castrista (por periodistas del diario del
plutócrata paraguayo, forjado como tal en la época de la última dictadura,
hasta ahora), amarillistamente militante, así: “Gabo nuestro que estás en los
cielos”.
Castro-García
Márquez, me dice un cínico amigo, no es un caso único en la historia del poder
sin límites que seduce a mentes brillantes, sino al contrario, uno entre miles,
tal vez. Argumenta: ¿Acaso Neruda no se ahogó en sangre humana inocente cuando se
rebajó a ente estalinista en su “Oda a Stalin”, estando todavía el asesino de
Trotski en plena faena también genocida, propia de los marxistas-leninistas-estalinistas-maoístas-guevaristas-polpotianos-kimilsunguistas
y demás “demases” de esta y todas las épocas?
En
menor escala nuestro gran narrador Augusto Roa Bastos (como escritor, auténtico
creador, y en justicia también merecedor del Cervantes), quien ya tenía sus
buenos años como para justificarlo diciendo que fue un “pecado de juventud” lo
que se pasa a relatar: él también perpetró un esperpento seudo poético, muy
lejos de un ditirambo a lo Dionisio: ¡en honor a los dictadores entonces en
ejercicio, Juan Domingo Perón y Alfredo Stroessner!
Resultó la “inspira$ión”
una horrible e-legía que manchara de por vida a Roa Bastos (jamás se arrepintió)
con la marca ruin e indeleble del servilismo a poderosos en el poder… Siendo ya
el Cervantes paraguayo, negó la acusación que le hiciera en tal sentido uno de
los panegiristas y hagiógrafos de Stroessner, Leandro Prieto Yegros, un
disciplinado “soldado” de la dictadura y a la vez (¿personaje de García
Márquez?) protector de algunos opositores de entonces (Euclides Acevedo, por
ejemplo, y por citar un único nombre), quienes encontraban asilo de emergencia
en su casa cuando los buscaba Pastor Coronel, uno de los jefes operativos del
terrorismo de Estado stroessnerista. También el escritor, poeta, narrador y
periodista Guido Rodríguez Alcalá, se granjeó la antipatía más virulenta de Roa
Bastos, el ser humano, y de la legión de cortesanos de “Augusto” (así lo
llamaban sus dueños de la oligarquía plutocrática de caviarnícolas locales, y
demás “snobs” supuestamente revolucionarios, la inmensa mayoría turiferarios de
los laureles del escritor), porque confirmó y demostró con pruebas irrefutables
que la denuncia de Prieto Yegros no era un montaje, aunque sin duda sí
inicialmente difundido por los stroessneristas para abominarlo.
En todo caso
fue demostrativo ese episodio, autodenigratorio, en realidad, de la vida de
Roa Bastos, para poner en evidencia las grandes contradicciones oportunistas de
un importante intelectual paraguayo contemporáneo, a quien les embelesaban los
poderosos de turno, porque como tantos otros no se atrevía a ser émulo de Tomás
Moro. Por ese motivo siempre se mantuvo cerca de lo que representaba el
genocida Castro, como para que su resplandor totalitario le iluminase y se
viera que pertenecía al bando de escritores de lo políticamente correcto, en
perspectiva “revolucionaria”, pero no tanto como para quemarse…
Después
de 1989, y ya con una sólida fortuna en los grandes bancos del mundo (sobre
todo los de la banca “offshore”), AJV elevó a la enésima potencia su riqueza,
lo que no le impide de repente el verse (¡oh el perfume fétido e incluso mortal
del poder!) “indirectamente” involucrado –según autoridades del presente desgbierno–
por medio de algunas de sus empresas ocupadas al parecer en el dulce
contrabando de azúcar, escándalo que sus medios de prensa, y tampoco los otros,
y ni la justicia ni aduanas o industria y comercio llegaran a aclarar, por
ejemplo si se trató o no de una flagrante evasión de impuestos aduaneros. En
círculos palaciegos, en realidad para ciegos de los abusos del poder, nos
dijeron (“solo a vos que sos mi amigo, pero no me vayas luego a decirme por mi
nombre”), que el episodio (ya nadie se acuerda de él sepultado en escándalos
sucesivos de otros orígenes) fue una devolución de “gentilezas” entre un ex “¿ahijado
espiritual” (Carte$) y su ex “padrino también ¿espiritual?” (AJV).
Regresando
a lo del titular de UH sobre la muerte de “Gabo”, que merece figurar en la
interminable obra de Paul Tabori, “Historia de la estupidez humana”, en su tan
rico capítulo paraguayo, debe decirse que para nada son creativos los
redactores, jefes de páginas, editores y directores de UH, pues esa chupada de
medias a Gabo. “estás en los cielos” (que ninguna gracia le haría al muy
probablemente ateo, o al menos agnóstico
García Márquez), ya lleva tiempo en el cretinismo obsecuente al poder, que
también padecen grandes hombres de la historia nacional.
Benítez, uno de los ideólogos de la autoritaria carta política de 1940, el Waterloo politiquero de Estigarribia, inició su laudatoria oración fúnebre de correligionario, yendo todavía más lejos, al empezar diciendo: “Padre Nuestro (¡J. F. Estigarribia!) que estás en los Cielos…”, lo que no hace sino demostrar que a muchísimos intelectuales, a lo largo de la historia universal, les sedujo y seduce tanto el poder, como conmigo, intrascendente mortal, hiciera sentimental y sexualmente una exuberante enamorada mulata/canela bahiana, de extrañísimos ojos esmeralda, cimbreante de sensualidad en cada célula de su generosa anatomía, a la que para conquistarla sacrifiqué mis imaginarios imperios, tan extensos que en los cuales, al mismo momento y en distintos sitios, siempre era de día y de noche, y hacía frío y calor, y llovía a cántaros (diluviaba) y la seca era tan terrible que la memoria del agua había desparecido en millones de seres humanos, hasta que un personaje de una de las maravillosas novelas de García Márquez llegó desde su Macondo, con un portentoso e increíble invento, el agua sólida, es decir el hielo…
Pero
como dijera antes, volveré sobre García Márquez y su ética-estética perversa
del poder, que llegó a convertirlo en el principal embajador intelectual del
genocida Castro, que hoy está extraviado en su laberinto último, definitivo, y
por mucho que le hagan caso en la castrochavista Unasur, es ahora apenas un engendro
que llega al final de su obsesivo culto del poder con decenas o centenas de
miles de muertes en su morral, y que ya en su inminente cita con la verdad de su
finitud no tiene quien le escriba, y tampoco serán muchos los que irán a
llorarlo, incluyendo a familiares, cuando haya ocurrido la crónica anticipada
de la dureza de titanio de cada cuerpo inerte para siempre que así inicia su
transformación en el polvo que somos y al que volveremos… No lo llorarán
empezando por quienes hoy integran sus más cercanos círculos del búnker-Kremlin
subterráneo, donde tampoco se siente seguro porque desde el Averno alguien le
recita al oído, sin solución de continuidad, los nombres y espantos de todos y
cada uno de aquellos a quienes eliminó en sus campos de exterminio, los cuales no
por exuberantemente tropicales han sido y son menos exterminadores.
JLSG
Asunción, a lunes 21 de abril de 2014
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