sábado, 20 de abril de 2013

Después de la crisis política del lugo-bolivarianismo, que desembocó en el juicio político destituyente de fines de junio de 2012, ni la sociedad ni los politiqueros, los de siempre y las oleadas de nuevos, aprendimos las lecciones de nuestra propia historia y tampoco las de otros países. El desgobierno a formarse a partir de mañana domingo 21 de abril se caracterizará por las crisis de ingobernabilidad e inestabilidad institucional, con elevado costo para el Paraguay y los paraguayos. En tales condiciones, el autor de esta nota se declara objetor de conciencia de la politiquería electoralista local y decidió abstenerse de votar, tomando en consideración el desgobierno pos Lugo que reemplazó al caos “bolivariano” anterior, la ausencia de una oposición leal y el intervencionismo y agresiones persistentes de parte del castro-totalitarismo regional, en un confuso panorama mundial. El Paraguay vuelve a llegar tarde y mal preparado para otra cita con su historia.

Escribe José Luis Simón G..
Efraín Alegre, el candidato del continuismo Lugo-“bolivariano” 
sin Lugo, y con serias sospechas de pésima administración en 
su etapa de ministro de Obras Públicas y Comunicaciones, más
 la deplorable gestión “presidencial” de su correligionario
 Federico Franco, es una de las no alternativas principales, 
para el domingo 21. El otro es Horacio Cartes, dueño del 
Partido Colorado no sabemos hasta cuándo, y a quien
 importantes investigaciones periodísticas extranjeras, y
 cuantiosa documentación local y foránea, periodística y
 judicial, sobre su extraordinaria riqueza de origen todavía
 no explicado, lo vinculan con el lavado de dinero e incluso
 con el crimen organizado internacional y otros intereses no 
especificados. La prensa, las instituciones y la sociedad se
 lavaron las manos en estos asuntos tan delicados para
 el Paraguay y la región (Fuente: Archivo de “abc color”).


Para reflexionar sobre el grave problema de la ingobernabilidad paraguaya actual, en pleno proceso electorero o apenas electoralista, ya que no se trata de uno auténticamente elctoral, o si se prefiere hablar de la realidad local de nuestro “Estado fallido”, es oportuno recurrir a un pensador español contemporáneo, César Molinas.  Este politólogo se empeña en elaborar una “teoría de la clase política española”, que considera imprescindible “para argumentar la necesidad imperiosa y urgente de cambiar” el sistema electoral y político español, favorable a la partidocracia y proclive a la politiquería (entendiendo por esta última expresión nuestra la bastardización de la política), como lo es el actual, de naturaleza proporcional y con peculiaridades agravantes. Una primera similitud a grandes trazos con el caso paraguayo pos 1989, para arrancar del momento en que se inicia la apertura política que hoy se encamina a una muy grave crisis de Estado.

El profesor Molinas considera que gran parte de los problemas sociales, económicos y políticos de la España actual –incluso los de la grave crisis fiscal, financiera y económica, que padece hoy, en el ámbito de la más amplia de la UE– tiene que ver con tal mecanismo electoral y politiquero, generador y fortalecedor de oligarquías partidocráticas, el cual debe ser reemplazado por uno de tipo mayoritario.

Esta tesis, en términos generales nos recuerda, localmente, la “úlcera” de la política, según nuestro visionario Eligio Ayala (1879-1930), quien ya nos advertía de sus peligros en fecha tan temprana como 1914: al respecto, consultar el capítulo sobre la política en el Paraguay, de su estudio titulado “Migraciones”, escrito y terminado en Berna, Suiza, y editado por unos amigos suyos en Santiago, Chile, en 1941).

En la  actual teoría política occidental, la tesis del profesor Molinas, también es tributaria (aunque él no lo diga abiertamente) de la “ley de hierro de los partidos políticos”, la de la tendencia a la oligarquización de las élites partidarias, que corrompe a la democracia moderna, enunciada por el sociólogo alemán, Robert Michels (1876-1936), discípulo de Max Weber (1864-1920) y Vilfredo Pareto (1848-1923), entre varios otros prominentes científico sociales, europeos y contemporáneos, hasta llegar a la elaboración de su propia teoría.

LA TEORÍA DE LA POLITIQUERÍA
Molinas explica que la función explicativa de su teoría tendría que dar cuenta de los siguientes interrogantes: “[…] ¿Cómo es posible que, tras cinco años de iniciada la crisis, ningún partido político tenga un diagnóstico coherente de lo que le está pasando a España? ¿Cómo es posible que ningún partido político tenga una estrategia o un plan a largo plazo creíble para sacar a España de la crisis? ¿Cómo es posible que la clase política española parezca genéticamente incapaz de planificar? ¿Cómo es posible que la clase política española sea incapaz de ser ejemplar? ¿Cómo es posible que nadie-salvo el Rey y por motivos propios- haya pedido disculpas? ¿Cómo es posible que la estrategia de futuro más obvia para España –la mejora de la educación, el fomento de la innovación, el desarrollo y el emprendimiento y el apoyo a la investigación– sea no ya ignorada, sino masacrada con recortes por los partidos políticos mayoritarios?[…]”.

Queda claro que, salvo la referencia al monarca constitucional español, todas las preguntas de Molinas son también pertinentes para estudiar el caso paraguayo contemporáneo y la coyuntura actual.

En la elaboración de su teoría, Molinas sigue a dos brillantes economistas norteamericanos de la actualidad. Uno es Daron Acemoglu, del MIT, sigla en inglés del destacado Instituto Tecnológico de Massachusetts. El otro se llama James Robinson, de la Universidad de Harvard. Ambos estudian las causas históricas y políticas de los “Estados fallidos” (ver el libro de ambos: “Why Nations Fail: The Origins of Power, Prosperity, and Poverty”, 2012).

A partir de tales autores, expone el profesor Molinas que “la clase política española ha desarrollado en las últimas décadas un interés particular, sostenido por un sistema de captura de rentas, que se sitúa por encima del interés general de la nación”. Acemoglu y Robinson hablan en ciertos Estados de la existencia de una depredadora “élite extractiva”, o succionadora particular de riqueza socialmente generada (para enlaces recientes acerca de ello, consultar al final de este artículo). Y según  Molinas, los políticos que surgen a partir de la transición española son genuinamente acopiadores y explotadores de las riquezas creadas por la sociedad, y que se autoreproducen, expanden y se consolidan, a expensas de sus propios países. Son lo que nosotros desde hace tiempo denominamos politiqueros. Son ellos los que se están disputando el “desgobierno” del Paraguay, continuar con esa tendencia, el domingo 21 de abril, en el acto de mera votación y no de real y efectiva competencia electoral, como la quieren presentar sus protagonistas.

En consecuencia, y no sin razón, afirma el pensador español que los integrantes de la clase politiquera de su país “son los principales responsables de la burbuja inmobiliaria, del colapso de las cajas de ahorro, de la burbuja de las energías renovables y de la burbuja de las infraestructuras innecesarias. Estos procesos han llevado a España a los rescates europeos, resistidos de forma numantina por nuestra clase política porque obligan a hacer reformas que erosionan su interés particular”. Y por ello mismo resulta imprescindible, y urge llevar a cabo, una “[…] reforma legal que implantase un sistema electoral mayoritario […]”, con la intención manifiesta de “[…] que los cargos electos fuesen responsables ante sus votantes en vez de serlo ante la cúpula de su partido […]”, algo que significaría una transformación política espectacular “[…] en la democracia española y facilitaría el proceso de reforma estructural”, del Estado, la sociedad y la economía en la península hispánica.

Entre diversas cuestiones más, esto condujo a Matt Taibbi, en su célebre artículo de 2009, en la revista Rolling Stone, sobre Goldman Sachs, titulado, “La gran máquina americana de hacer burbujas”, en el cual comparaba al banco de inversión con un gran calamar vampiro, si se puede hablar así, abrazado a la cara de la humanidad, y que va creando una burbuja tras otra para succionar de ellas todo el dinero posible.

Tan dramáticas conclusiones, radicales también, el profesor Molinas analiza cinco dimensiones de la realidad de España: [1] relata muy brevemente la historia de su actual clase politiquera; [2] la caracteriza “como una generadora compulsiva de burbujas” económicas y financieras con graves repercusiones políticas y sociales; [3] elabora la teoría de tales élites; [4] a partir de ella predice que los politiqueros españoles “pueden preferir salir del euro antes que hacer las reformas necesarias para permanecer en él”; y [5] finalmente, para salir de la muy grave crisis actual propone el cambio de los politiqueros, por una verdadera clase o élite política moderna y democrática, lo que exige “cambiar nuestro sistema electoral proporcional por uno mayoritario”.

Nos atrevemos a decir que, cualquiera sea el “triunfador” en las votaciones de mañana domingo 21 de abril, en el Paraguay el “calamar campiro” del fisco, que se retroalimenta con la politiquería, amén de otras cuestiones de ingeniería constitucional e institucional, y de ausencia de auténticas élites e instituciones políticas, nos conducirá los avances productivos, comerciales y exportadores de los últimos años, y por ese camino a desperdiciar, por ejemplo, la fase de “bono demográfico” en la que se encuentra ingresando el Paraguay de inicios del siglo XXI…

 

UNA HISTORIA NO TAN DESCONOCIDA

Los principales actores políticos de la transición española pertenecían a tradiciones diferentes y enfrentadas: “unos venían del franquismo, otros del exilio y otros estaban en la oposición ilegal del interior”. Pero poseían una característica común, pues no eran “políticos profesionales”, es decir, no vivían de, sino para la política. Algunos después se incorporarían a las burocracias politiqueras (al estilo de los “aparachitniks” soviéticos u hombres del aparato partidario-gubernamental), quienes imperaron a partir  de la segunda generación de líderes de la transición.


Aquéllos aportaron lo suyo en la apertura política, pero “no tenían ni espíritu de gremio ni un interés particular como colectivo. Muchos de ellos no se veían a sí mismos como políticos profesionales y, de hecho, muchos no lo fueron nunca”. A ellos les tocó adoptar dos decisiones fundamentales, que se les fue de la mano, pues la intención que tuvieron nunca fue la de justificar los medios por los fines, o lo que es peor, transformar a aquellos en estos últimos. Así se originó la “úlcera” politiquera en la España pos Franco.

“La primera –explica Molinas– fue adoptar un sistema electoral proporcional corregido, con listas electorales cerradas y bloqueadas. El objetivo era consolidar el sistema de partidos políticos fortaleciendo el poder interno de sus dirigentes, algo que entonces, en el marco de una democracia incipiente y dubitativa, parecía razonable”. Y agrega:

“La segunda decisión, cuyo éxito se condicionaba al de la primera, fue descentralizar fuertemente el Estado, adoptando la versión café para todos del Estado de las autonomías. Los peligros de una descentralización excesiva, que eran evidentes, se debían conjurar a partir del papel vertebrador que tendrían los grandes partidos políticos nacionales, cohesionados por el fuerte poder de sus cúpulas. El plan, por aquel entonces, parecía sensato”.

La consecuencia, sin embargo, no pudo ser peor. “Pero, tal y como le ocurrió al Dr. Frankenstein, lo que creó al monstruo no fue el plan, que no era malo, sino su implementación. Por una serie de infortunios, a la criatura de Frankenstein se le acabó implantando el cerebro equivocado. Por una serie de imponderables, a la joven democracia española se le acabó implantando una clase política profesional que rápidamente devino disfuncional y monstruosa”. Entre los infortunios de la España de la transición fueron “cuatro imponderables” los que originaran “a nuestro monstruo” politiquero:

“En primer lugar, el sistema electoral proporcional, con listas cerradas y bloqueadas, ha creado una clase política profesional muy distinta de la que protagonizó la Transición. Desde hace ya tiempo, los cachorros de las juventudes de los diversos partidos políticos acceden a las listas electorales y a otras prebendas por el exclusivo mérito de fidelidad a las cúpulas. Este sistema ha terminado por convertir a los partidos en estancias cerradas llenas de gente en las que, a pesar de lo cargado de la atmósfera, nadie se atreve a abrir las ventanas. No pasa el aire, no fluyen las ideas, y casi nadie en la habitación tiene un conocimiento personal directo de la sociedad civil o de la economía real. La política y sus aledaños se han convertido en un modus vivendi que alterna cargos oficiales con enchufes en empresas, fundaciones y organismos públicos y, también, con canonjías en empresas privadas reguladas que dependen del Boletín Oficial del Estado (BOE) para prosperar”.

“En segundo lugar, la descentralización del Estado, que comenzó a principios de los 80, fue mucho más allá de lo que era imaginable cuando se aprobó la Constitución. […] Como resultante de estas fuerzas, se produjo un crecimiento vertiginoso de las Administraciones Públicas: 17 administraciones y gobiernos autonómicos, 17 parlamentos y miles -literalmente miles- de nuevas empresas y organismos públicos territoriales cuyo objetivo último en muchos casos, era generar nóminas y dietas. En ausencia de procedimientos establecidos para seleccionar plantillas, los políticos colocaron en las nuevas administraciones y organismos a deudos, familiares, nepotes y camaradas, lo que llevó a una estructura clientelar y politizada de las administraciones territoriales que era inimaginable cuando se diseñó la Constitución. A partir de una Administración hipertrofiada, la nueva clase política se había asegurado un sistema de captura de rentas -es decir un sistema que no crea riqueza nueva, sino que se apodera de la ya creada por otros- por cuyas alcantarillas circulaba la financiación de los partidos”.

“En tercer lugar, llegó la gran sorpresa. El poder dentro de los partidos políticos se descentralizó a un ritmo todavía más rápido que las Administraciones Públicas. La idea de que la España autonómica podía ser vertebrada por los dos grandes partidos mayoritarios saltó hecha añicos cuando los llamados barones territoriales adquirieron bases de poder de “abajo a arriba” y se convirtieron, en la mejor tradición del conde de Warwick, en los hacedores de reyes de sus respectivos partidos. En este imprevisto contexto, se aceleró la descentralización del control y la supervisión de las Cajas de Ahorro. Las comunidades autónomas se apresuraron a aprobar sus propias leyes de Cajas y, una vez asegurado su control, poblaron los consejos de administración y cargos directivos con políticos, sindicalistas, amigos y compinches. Por si esto fuera poco, las Cajas tuteladas por los gobiernos autonómicos hicieron proliferar empresas, organismos y fundaciones filiales, en muchas ocasiones sin objetivos claros aparte del de generar más dietas y más nóminas”.

“Y en cuarto lugar, aunque la lista podría prolongarse, la clase política española se ha dedicado a colonizar ámbitos que no son propios de la política como, por ejemplo y sin ánimo de ser exhaustivo, el Tribunal Constitucional, el Consejo General del Poder Judicial, el Banco de España, la CNMV, los reguladores sectoriales de energía y telecomunicaciones, la Comisión de la Competencia… El sistema democrático y el Estado de derecho necesitan que estos organismos, que son los encargados de aplicar la Ley, sean independientes. La politización a la que han sido sometidos ha terminado con su independencia, provocando una profunda deslegitimación de estas instituciones y un severo deterioro de nuestro sistema político”.

Todo eso nada es comparando con otro fenómeno: “Al tiempo que invadía ámbitos ajenos, la política española abandonaba el ámbito que le es propio: el Parlamento. El Congreso de los Diputados no es solo el lugar donde se elaboran las leyes; es también la institución que debe exigir la rendición de cuentas. Esta función del Parlamento, esencial en cualquier democracia, ha desaparecido por completo de la vida política española desde hace muchos años. La quiebra de Bankia, escenificada en la pantomima grotesca de las comparecencias parlamentarias del pasado mes de julio, es sólo el último de una larga serie de casos que el Congreso de los Diputados ha decidido tratar como si fuesen catástrofes naturales, como un terremoto, por ejemplo, en el que aunque haya víctimas no hay responsables […]”.

PARALELISMO CON EL PARAGUAY
Aún siendo obvias las comparaciones que emergen con la realidad nacional, leyendo al profesor Molinas, al referirse a España, no está demás que recordemos algunas cuestiones críticas fundamentales del Paraguay contemporáneo, para enfrentar las cuales las élites “políticas”, económicas, cultural-educativas, intelectuales y burocráticas ni remotamente están en condiciones de hacer frente, sobre todo debido a la carencia fatal del liderazgos que no solo debe ser moderno y democrático, sino incluso poseer la calidad de estadista.

En el Paraguay la única ley de vigencia real e inapelable sigue siendo la del 
mbareté (la de la prepotencia del poder fáctico y autoritario), definición del 
sistema “legal” bajo la dictadura del general Alfredo Stroessner (1954-1989), 
acuñada por D. M. Helfeld y W. L. Wipfler [1], situación que se mantiene
incólume hasta ahora [2],pero agravada por los poderes fácticos que hicieran
metástasis en el aparato Estado y la sociedad. Todo ello ha dado lugar a una 
auténtica situación de anomía institucionalizada, de la que forman parte los tres
poderes constitucionales y los órganos extra poderes. Lo que constituye una
auténtica contradicción. Es que, anomía, como se sabe, proviene del griego,
y sociológicamente significa:

“[…], ausencia de norma. Término originariamente utilizado en el campo del
pensamiento político, teológico y moral, se introduce en la sociología por obra
de E. Durkheim. Su significado actual es algo fluctuante. Haciendo siempre
referencia a la crisis de los marcos normativos de la acción, puede denotar:
vacío absoluto de normas o reglas de acción; colisión o incongruencia 
normativa de la que resultan incertidumbre y desorientación prácticas y/o
conducta desviada; y falta de asunción, asimilación o reconocimiento de 
normas legítimas […]”[3].

En relación con lo de los poderes fácticos, tienen sometidos al “Aparato de
Estado” (AdE) en su totalidad, los cuales poderes constitucionales también
funcionan fácticamente, pues en el Paraguay no se puede hablar 
estrictamente de Estado como espacio jurídico, de derecho, y político,
democrático, de la sociedad. Véase, de casi dos décadas atrás, una
referencia al respecto, y premonitoria en el sentido más preocupante, la
publicación de J. L. Simón G.[4].

En su abstract se lee: “[…] En este trabajo se intenta una aproximación inicial
al peligro que plantea para la consolidación democrática en el Paraguay el
estado de corrupción, que fue gestado y cristalizado bajo el autoritarismo 
stronista(1954-1989). En especial se pone énfasis en considerar la corrupción
del narcotráfico, aunque en el análisis y en el enfoque el autor no se circunscribe
exclusivamente a ese problema que sigue estando en el tope de la agenda 
internacional. Si los paraguayos no nos ocupamos en serio de las amenazas que
se derivan de la corrupción estructural que corroe a las instituciones estatales y a
la misma sociedad, se sostiene aquí, el país puede convertirse en una cleptocracia
del Mercosur […]”.

El neologismo “cleptocracia”, hasta donde sabemos, entre los primeros en 
recuperarlo para los estudios politológicos latinoamericanos, sino quien diera
inicio a su utilización,se encuentra el autor de estas páginas, y significa el
gobierno de los corruptos. Después,JLSG, ampliaría la denominación inicial, 
por medio de la innovación antes no registrada de “cleptonarcocracia”, pues la 
corrupción sistémica, y la endeble institucionalidad local, ya se encuentran al
servicio de la narcoactividad y del crimen organizado en general. Más 
contemporáneamente, para designar a las sociedades en las que imperan los
poderes fáctico,del tipo y naturaleza que sean, se ha estado hablando del 
fenómeno de los “Estados fallidos”[5], que es muy apropiada para referirse al
Paraguay de las últimas seis décadas, incluyendo al periodo desde el 15 de 
agosto de 2008 al  presente. 

Todo lo acabado de exponer ut supra, entre numerosas y muy graves cuestiones
más, en buen romance apunta a denunciar que en el Paraguay,  la justicia
––en minúsculas–– ni es ciega ni justa o ecuánime (carece de balanza equilibrada)
y su espada tampoco castiga en derecho y justicieramente a quienes han infringido
la ley (Tratados Internacionales, Constitución Nacional, Códigos, Leyes, y
demás normativa) y perpetrado hechos punibles, sino generalmente a los débiles,
incluso cuando en Justicia les asiste el derecho a ser reparados, algo que se agrava
a quienes,desde siempre, han luchado, y continúan haciéndolo, por el Estado de 
derecho democrático (Edd).

Este es el marco jurídico político por excelencia de las sociedades abiertas. En
el sentido en que K. R. Popper (La sociedad abierta y sus enemigos
Ediciones Paidós, Barcelona / Buenos Aires, 1982, segunda reimpresión) 
atribuye al concepto y elaboración teórica correspondiente, que sirve para 
designar la organización institucional muy particular, la de la plenitud de la
convivencia civilizada en el marco del equilibrio siempre dinámico entre derechos
y obligaciones, y obligaciones y derechos de los ciudadanos, y de recíproco control,
equilibrio, independencia y cooperación entre los poderes del Estado, lo que en 
términos reales es un continuum que cualitativamente, en términos de las
instituciones estatales y sociales involucradas, de manera sistémica avanzan,
superando los impedimentos, hacia la gobernabilidad democrática propia del Edd.

LA INGOBERNABILIDAD POS-LUGO
En otras palabras, si unimos la teoría del profesor Molinas, referida exclusivamente
a la realidad española y su crisis macrosistémica, en el contexto de la UE y de la
situación planetaria actual, con los aspectos mencionados de las estructuras sociales,
económicas y políticas del proceso histórico paraguayo contemporáneo, podemos 
concluir afirmando que el “proceso electoral” que culmina el domingo 21,
independientemente de cuál candidatura partidaria y/o alianza vaya a “triunfar”,en el
horizonte inmediato del Paraguay nada hace pensar que, viejos y nuevos
desgobernantes, tengan la menor idea de los peligros que corremos. Y en un contexto
regional caracterizado por las agresiones arbitrarias del castro-bolivarianismo en
perjuicio de la Patria paraguaya, al que acompaña una situación de inestabilidad y 
crisis de mutación de los órdenes regional, continental y mundial.

Es por eso que, ante la ausencia de una verdadera alternativa político-electoral,
el autor de estas reflexiones optó, desde la perspectiva de un objetor de conciencia,
por no votar apenas, pues de lo que se trata es de sufragar, en lugar de optar
por el menos malísimo…

Esto quiere decir que, después del aventurerismo luguista, liberal y 
castro-bolivariano de 2008-2012, no se aprendió la lección del juicio político, 
pues liberales y oviedistas por un lado, con burocracias y votantes “luguistas”,
de un lado, y los colorados comprados por la inmensa y todavía no explicada
legalmente fortuna de Horacio Cartes, por la otra, amén de otras formaciones
menores, solo se están disputando la función del controlar al gigantesco “
calamar vampiro” mencionado más arriba, sin importarle la suerte del país y
de sus ciudadanos.      




JLSG
Asunción, a sábado 20 de abril de 2013
Código del artículo: EAEC


Enlaces de artículos y ensayos recientes de César Molinas:

http://politica.elpais.com/politica/2012/09/08/actualidad/1347129185_745267.html

http://elpais.com/elpais/2012/12/11/opinion/1355243689_840825.html

http://economia.elpais.com/economia/2012/03/23/actualidad/1332525426_698077.html

http://economia.elpais.com/economia/2012/03/09/actualidad/1331321064_563430.html

http://economia.elpais.com/economia/2012/03/16/actualidad/1331928798_165067.html


Enlaces sobre Daron Acemoglu y James Robinson:

Referencias sobre la realidad nacional:
[1] Vide Mbareté: La ley superior del Paraguay, The International League for Human Rights, Nueva York, EUA, 1982, edición en español.
[2] Interpretaciones jurídico-constitucionales, reflexiones históricas y análisis sociológicos, políticos y culturales acerca de las manifestaciones de la anomía sistémica que padece el Paraguay, y de su predominante cultura autoritaria, violenta y pre jurídica, se encuentran en Juan Carlos Mendonça, “La crisis del deber”, pp. 101-114, en Semblanzas y ensayos breves, Intercontinental Editora, Asunción, 2010; y  Paraguay violento. Ensayo, Intercontinental Editora, Asunción, 2009. Los problemas institucionales y políticos derivados de la deplorable tradición jurídica y constitucional en el Paraguay, están estudiados en Daniel Mendonça y J. C. Mendonça, Breve historia del constitucionalismo. Del Estado independiente al Estado social de derecho, CEC / Intercontinental Editora, Asunción, 2011; en Juan Carlos Mendonça Bonnet, “El equilibrio del poder en la Constitución de 1992”, pp. 27-53, en E. Camacho y L. Lezcano C. (comp,): Comentario a la constitución. Homenaje al quinto aniversario, CSJ, Asunción, 1997; y en J. C. Mendonça, Crítica al nacimiento de una constitución, Editora Litocolor SRL, Asunción, 2000. De estas cuestiones, periodísticamente se ocupan también Rolando Niella, en “El derecho y la fuerza”, en abc color, Asunción, 12 de febrero de 2012: http://www.abc.com.py/nota/el-derecho-y-la-fuerza/; y Gustavo de Gásperi, “Insensatez y responsabilidad ante la historia”, en abc, lunes 20 de febrero de 2012: http://www.abc.com.py/nota/insensatez-y-responsabilidad-ante-la-historia/. Un enfoque politológico, acerca de estas cuestiones, en  José L. Simón G., La dictadura de Stroessner y los derechos humanos, Comité de Iglesias – CIPAE / Serie Nunca Más Vol. 1, Asunción, 1992, primera edición, en especial: pp. 101-103.
[3] En S. Giner, E. Lamo de Espinosa y C. Torres [eds.], Diccionario de sociología, Alianza Editorial, 1998, Madrid, p. 26.
[4]“El Paraguay de la consolidación democrática: Sociedad sin ética, estado de corrupción, narcotráfico y los riesgos de una cleptocracia” (pp. 145-196, en Propuestas Democráticas, UNA / FHS, Asunción, 1994, octubre-diciembre: I, I, 4). Esta ponencia académica fue presentada en un congreso de LASA, realizado en Washington, D.C., en 1992 o 1993.
[5] Consultar José L. Simón G., Notas para estudiar la ingobernabilidad interméstica, la cleptonarcocracia y la sociedad y el Estado ausentes desde la “apertura politica” de 1989, Dirección General de Posgrados / Rectorado de la Universidad Nacional de Asunción, Asunción, 2006, Serie Informes de Investigación.

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