domingo, 22 de diciembre de 2013

Mandela-Madiba: ser humano por sobre todo, revolucionario verdadero y estadista ejemplar por lo que leerán. Su ejemplo debe ser tenido muy en cuenta para quienes aspiren a ser conductores-servidores públicos de la Patria paraguaya Humanidad, en estas épocas tan sombrías para nuestra Nación y República, y el planeta todo, de las que sin la menor duda habremos de salir, fortalecidos en ambas dimensiones y más temprano que tarde. La historia necesita imperiosamente de esta clase de líderes, eficaces, sensatos y de humildad extraordinariamente auténtica, sincera. Pero lo Mandela-Mandiba no se repite por clonación de ninguna clase. Cada época y pueblo crean las oportunidades que estimulan el surgimiento de sus mejores cepas generacionales, las que superarán todas las dificultades para convertirse en los líderes del poder, el de servicio de todos, empezando por quienes están más desamparados, sistémicamente y/o por propias debilidades

Escribe José Luis Simón G.
Mandela no era un ángel, sino humano, y esta foto lo evidencia, pues recibe
con gran alborozo, al “totalisaurio del Caribe”, el genocida Fidel Castro. Los
que se dicen de “izquierdas y revolucionarios”, utilizaron siempre esta
imagen para hermanarlos ideológicamente a ambos. Pero Castro, por más
intentos que hizo (como en aquella oportunidad, en Pretoria, la de una
cumbre de los “No Alineados”, pro sovietiza por el cubano, de los años de la
década de los ochenta del siglo XX, y por ello ya en declinación definitiva)
jamás logro “castristizar” a Mandela, y de hecho, a medida que este fue
conociendo la trayectoria totalitario comunista del cubano, empezó a
guardar distancias de aquél, sin estridencias ni rompimientos, en
reconocimiento de la ayuda en armas y entrenamiento, que recibiera
de La Habana (©ODD ANDERSEN/EPA, captada de “El País”).


Fue un maestro de la política servicio, Mandela, combinando su extraordinario carisma pleno de auténtica humildad, para evitar los excesos sanguinarios de los “poderosos providenciales”, exterminadores de pueblos, empezando por los propios.

Pudo dominar esa tentación tan enorme de poder, porque supo convertir sus debilidades en la seguridad que nacía de, y se inspiraba, en una real vocación de servicio, por la cual nunca dejó de pagar elevados precios, personales y familiares. Su fórmula: combinar “en sí mismo, principios inflexibles, visión estratégica y pragmatismo”.

Esto último, ante la complicidad con el “apartheid” (la política de segregación racial de los afrikáner, la minoría blanca en el extremo sur del continente africano, por entonces integrado por Sudáfrica y Namibia) de occidente, por poco más de un siglo, obligó a Mandela y a sus compañeros buscar la solidaridad y apoyo de los genocidas Castro y Gadafi, incluso de los colaboradores de seguridad del “Negus”, el sanguinario emperador y opresor etíope, Haile Selassie, muerto en 1975. Pero Madiba recurrió a ellos sin haberse subordinado ni aceptado ayuda “revolucionaria” a cambio de adherir a modelos totalitarios, despóticos, imperiales, etc.

También recibió entrenamiento de combatiente irregular (¿guerrillero? ¿terrorista?), de especialistas del Mossad israelí, y no por ello fue agente sionista. Siempre optó por el camino más difícil, el del hombre rebelde, el del combatiente indoblegable de la condición humana. No es imposible que, en las circunstancias extraordinarias que le tocara vivir-padecer-sobreponerse, haya incluso incurrido en el crimen del terrorismo. Si lo hizo, su larga y proficua vida no le permitió expiar tales excesos destructivos, que solo los seres “humanos” perpetramos. Pero si lo hizo nunca más volvió a practicarlos y ello es señal irrefutable al menos de arrepentimiento y de auto enmienda, cumplidas estrictamente, por sentencia de su más temible juez: la propia conciencia, la de la Justicia natural.

Aprendió que los auténticos líderes de la humanidad no “mandan” no se “imponen” no recurren a la fuerza ni al terror para ser obedecidos, aunque no pocas veces deban utilizar la fuerza, no solo en el límite de la legalidad y legitimidad de la ley, pero nunca haciendo a un lado el valor supremo de la Justicia. Lo son, los respetan sus pueblo, porque son respetables y coherentes en sus propias vidas, a todo lo largo, desde lo cotidiano hasta lo político.

Mandela jamás realizó el pacto fáustico con Mefistófeles, en este caso para llegar al poder. Al contrario, en sus décadas de prisión no incubó el odio racial ni de clases, y adhirió a la construcción del consenso inter racial y entre clases, sin lo cual jamás Sudáfrica sería lo que es hoy, sin olvidar sus cuentas pendientes con sus gentes, pero al menos derrotó al inhumano “aparteheid”, el de los blancos y el de la retaliación de los negros.

Por eso, cuando estuvo en el poder, no apenas el gobierno, Mandela, quien ya era Madiba (padre, abuelo, sabio, justo y tan humano que no carecía de defectos), antes de tomarle el gusto prefirió alejarse de él para formar un cogobierno inter-racial negro-blanco, blanco-negro, tarea histórica en la que nunca debemos minimizar u olvidar la labor de puente institucional entre el pasado y el futuro, desde ese presente de desafíos tremendos, la tarea de ese gran “afrikáner” de la transición real que fuera su antecesor en la presidencia, y después, con la humildad propia de los grandes verdaderos de la historia, uno de sus co-vicepresidentes ejemplares, el blanco Frederik de Klerk, quien compartiera ese cargo coyuntural, dadas las circunstancias históricas, con otro gran compañero de Mandela, Thabo Meki.

¡¡Ambos, Mandela y de Klerk obtuvieron el Premio Nobel de la Paz de 1993, acaso el que generara mayor consenso mundial, por ser intrínsecamente justo, desde que empezara a concederse y hasta ahora!!

Mandela-Madiba, amalgama indestructible, la forjó un gran hombre que se fue construyendo a sí mismo en y hacia los más elevados ideales de humanidad en sus años de lucha, de persecución y clandestinidad, poniendo siempre su libertad y vida al servicio del ser humano individuo social que era y por ende de su sociedad. Y durante sus años de injusto cautiverio, supo aprovecharlos para llegar a la sabiduría de la bondad, ínsita en el espíritu de cada ser humano o en el destino que decide forjarse como auténtico tal, y que es el destello de la luz del Ser Supremo en nosotros. Todos poseemos ese soplo divino (para quienes somos creyentes), pero debemos descubrirla y apropiárnoslo con voluntad de acero y de razones razonables y pragmáticas, esto último lo racional, sin deificar a ninguna escuela, doctrina, ideología. No es sinónimo de oportunismo.

Estas reflexiones son el resultado de mis lecturas sobre Mandela-Madiba, entre ellas de la lectura de los trabajos que un gran periodista y escritor británico contemporáneo le dedicada, convirtiéndose así acaso en el mejor de sus biógrafos. Se llama John Carlín, cuyo artículo de fondo sobre la muerte de Mandela, magistral, y tomado de el matritense “El País” digital, ya lo publicara a raíz de su deceso, y repito el enlace para leerlo: http://internacional.elpais.com/internacional/2013/03/28/actualidad/1364463433_244316.html

Mandela (Madiba) fue el último gran y auténtico revolucionario del siglo XX: por eso supo abandonar a tiempo la tentación totalitaria, comunista en este caso, y optó por las “insípidas” sociedades abiertas, democráticas, jamás perfectas, pero perfectibles y al menor costo social e histórico. Esa es la grandeza de las democracias: no utilizan a los seres humanos como meros medios de muerte y destrucción, y siempre los consideran en su naturaleza de fines en sí mismos, no aislados y egoístas.

Es este mi sencillo obituario para mi tan humano y admirado, jamás endiosado, Mandela-Madiba, y acaso pago una de mis deudas con él. Y este escrito explica porqué con Madiba-Mandela fracasaran los esfuerzos sistemáticos y organizados, para que los neo totalitarios, coetáneos y pos Mandela, se apropiasen de su figura tan humana y de tan gran trascendencia en la historia de la humanidad, tan corta en ejemplos de buenos, sabios, sensatos, sencillos y humildes líderes que optaran por ser servidores de sus pueblos, y desde ahí de la humanidad, y no convertir en serviles lacayos a sus conciudadanos.


JLSG
Asunción, a domingo 22 de diciembre de 2013

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